que estaban dispuestos a correr cualquier riesgo. La mayor parte de ellos eran psicopatas, pero algunos eran casi genios. Penso en Joseph Kidder, que casi llego a robar una nave espacial. Nadie supo que le habia pasado, y a veces el capitan Bey sufria una pesadilla fantastica: «Supongamos que uno de mis durmientes es en realidad…»

El fuerte descenso de la poblacion, la prohibicion total de que hubiese nuevos nacimientos tras el ano 3600, la prioridad absoluta concedida al desarrollo de la propulsion cuantica y la construccion de naves del tipo de la Magallanes… Todas estas presiones, junto con la certeza de la inminente tragedia, habian impuesto tales tensiones en la sociedad terrestre, que todavia parecia un milagro que alguien hubiera podido escapar del Sistema Solar. El capitan Bey recordo, con admiracion y gratitud, a aquellos que habian sacrificado sus ultimos anos por una causa cuyo exito o fracaso nunca conocerian.

Podia ver de nuevo a la ultima presidente mundial, Elisabeth Windsor, exhausta, pero orgullosa, cuando abandonaba la nave tras su visita de inspeccion, volviendo a un planeta al que solo quedaban unos dias de vida. Ella tuvo aun menos tiempo; la bomba colocada en su nave espacial exploto justo antes de su aterrizaje en Cabo Canaveral.

La sangre del capitan aun se helaba al recordarlo; aquella bomba iba destinada en principio a la Magallanes, y solo un error de tiempo habia salvado a la nave. Era ironico que cada una de las sectas rivales hubiera reivindicado la accion…

Jonathan Cauldwell y su mermada, pero todavia vociferante banda de seguidores proclamaban cada vez con mayor desesperacion que todo iria bien, que Dios tan solo estaba probando a la Humanidad como ya habia probado antes a Job. A pesar de todo lo que le sucedia al Sol, pronto volveria a la normalidad, y la Humanidad seria salvada… a menos que aquellos que no creian en Su misericordia provocasen Su ira. Entonces El podia cambiar de opinion…

La secta de la Voluntad de Dios creia exactamente en lo contrario. El Dia del Juicio Final por fin habia llegado, y no debia hacerse nada para intentar evitarlo. De hecho seria bienvenido, porque tras el Juicio todos aquellos que eran dignos de la salvacion disfrutarian de la dicha eterna.

Y asi, desde premisas totalmente opuestas, los cauldwellistas y los voluntaristas habian llegado a la misma conclusion: la raza humana no debia tratar de escapar a su destino. Todas las naves estelares debian de ser destruidas.

Tal vez fue una suerte que las dos sectas rivales estuvieran tan profundamente enfrentadas que no pudieran cooperar ni siquiera en un objetivo que ambas compartian. De hecho, tras la muerte de la presidenta Windsor, su hostilidad se convirtio en sanguinaria violencia. Corrio el rumor, iniciado casi con toda seguridad por la Oficina de la Seguridad Mundial, aunque los colegas de Bey nunca lo admitieron en su presencia, de que la bomba habia sido colocada por los voluntaristas y su cronometro saboteado por los cauldwellistas. La version opuesta tambien era popular; es posible incluso que una de ellas fuera cierta.

Todo aquello era ya historia, conocida ahora solo por un punado de hombres ademas de el mismo, y pronto seria olvidada. Sin embargo, era extrano que la Magallanes volviera a estar amenazada por el sabotaje.

A diferencia de los voluntaristas y los cauldwellistas, los sabras eran muy competentes y no estaban condicionados con el fanatismo. Por lo tanto, podian llegar a constituir un problema mas grave, pero el capitan Bey creia que sabria como afrontarlo.

«Eres un buen hombre, Owen Fletcher — penso con seriedad—. Pero he matado a hombres mejores que tu en mis tiempos. Y cuando no habia otra alternativa, utilizaba la tortura.»

Estaba especialmente orgulloso de no haber disfrutado jamas con ello; y en esta ocasion, habia una solucion mejor.

43. Interrogatorio

La Magallanes tenia ahora un nuevo miembro de la tripulacion despertado a destiempo de su sueno, y que se estaba ajustando a la realidad de la situacion… como Kaldor habia hecho hacia un ano. Solo una emergencia justificaba una decision semejante; pero, segun los registros del ordenador, solo el doctor Marcus Steiner, anteriormente jefe cientifico de la oficina terrestre de investigacion, poseia los conocimientos y las tecnicas que, por desgracia, se necesitaban en este momento.

En la Tierra, sus amigos le habian preguntado a menudo por que habia decidido ser profesor de criminologia. Y el siempre habia dado la misma respuesta: «La unica alternativa era convertirme en un criminal».

A Steiner le costo casi una semana modificar el equipo encefalografico estandar de la enfermeria y comprobar los programas del ordenador. Mientras tanto, los cuatro sabras permanecian confinados en sus habitaciones, y rechazaban tercamente admitir su culpa.

Owen Fletcher no parecia muy contento cuando vio los preparativos que se hacian para el; se parecia demasiado a las sillas electricas e instrumentos de tortura de la sangrienta historia de la Tierra. El doctor Steiner se apresuro a tranquilizarle con la sintetica familiaridad del buen interrogador.

— No hay nada por lo que deba inquietarse, Owen; le prometo que no sentira nada. Ni siquiera se dara cuenta de las respuestas que me de; pero no hay forma de que pueda ocultar la verdad. Como que es usted un hombre inteligente, le dire exactamente lo que voy a hacer. Por sorprendente que parezca, esto me ayuda a hacer mi trabajo; tanto si a usted le gusta como si no, su mente subconsciente confiara en mi… y cooperara.

«?Que estupidez! — penso el teniente Fletcher—. ?Supongo que no creera que puede enganarme tan facilmente!» Pero no contesto, mientras le sentaban en la silla y los ayudantes le ataban, sin apretar, unas correas de piel alrededor de los antebrazos y de la cintura. El no intento resistirse; dos de sus ex companeros mas tolerantes estaban de pie al fondo, inquietos, evitando cuidadosamente su mirada.

— Si necesita beber o ir al lavabo, no tiene mas que decirlo. Esta primera sesion durara exactamente una hora; tal vez necesitemos otras despues, mas breves. Queremos que se sienta relajado y comodo.

Dadas las circunstancias, era una afirmacion muy optimista, pero, aparentemente, nadie la encontro divertida.

— Lamento que hayamos tenido que afeitarle la cabeza, pero a los electrodos del cuero cabelludo no les gusta el pelo. Y tendremos que vendarle los ojos para no recoger impresiones visuales que puedan llevarnos a confusion… Ahora empezara a tener sueno, pero permanecera totalmente consciente… Vamos a hacerle una serie de preguntas que tienen solo tres posibles respuestas: si, no y no lo se. Pero no tendra que responder; su cerebro lo hara por usted, y el sistema logico trinario del ordenador sabra lo que esta diciendo.

«Y no existe modo alguno de que pueda mentirnos; ?puede intentarlo, si lo desea! Creame, esta maquina la inventaron algunos de los mejores cerebros de la Tierra… y nunca fueron capaces de enganarla. Si obtiene respuestas ambiguas, el ordenador se limitara a modificar las preguntas. ?Esta preparado? Muy bien… Accionen la grabadora, por favor… Comprueben el incremento en el canal 5… Inicien el programa.

SE LLAMA OWEN FLETCHER… CONTESTE SI… O NO…

SE LLAMA JOHN SMITH… CONTESTE SI…ONO…

NACIO EN LOWELL CITY, MARTE… CONTESTE SI… O NO…

SE LLAMA JOHN SMITH… CONTESTE SI…ONO…

NACIO EN AUCKLAND, NUEVA ZELANDA… CONTESTE SI… O NO…

SE LLAMA OWEN FLETCHER…

NACIO EL 3 DE MARZO DE 3585…

NACIO EL 31 DE DICIEMBRE DE 3584…

Las preguntas llegaban a intervalos tan cortos que, incluso de no haber estado en un estado suavemente sedado, Fletcher habria sido incapaz de falsear las respuestas. Tampoco habria tenido importancia que lo hubiera hecho; a los pocos minutos, el ordenador habia establecido el esquema de sus respuestas automaticas a todas las preguntas cuyas contestaciones eran ya conocidas.

De vez en cuando, volvia a comprobarse la calibracion (SE LLAMA OWEN FLETCHER… NACIO EN CIUDAD DEL CABO… ZULULANDIA…), y las preguntas eran repetidas de vez en cuando para confirmar las respuestas ya dadas. Todo el proceso era completamente automatico, una vez identificada la contestacion fisiologica de las

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