patinaje para las Olimpiadas. ?Que le parece?

— Tengo que pensarlo — balbuceo el capitan Malina —. Me parece una idea muy interesante. Si me dice cuanto hielo necesitaran…

— Encantado. Ademas podremos aprovechar esta planta de fabricacion de hielo, una vez que ustedes terminen su tarea.

Una subita explosion le evito a Malina tener que responder. Comenzaba la muestra de fuegos artificiales, y durante veinte minutos el cielo sobre la isla fulguro con multiples colores.

A los thalassianos les encantaban los fuegos de artificio, y no perdian ocasion de lanzarlos. La muestra combinaba la pirotecnia con los rayos laser, menos peligrosos y mas espectaculares, aunque les faltaba ese toque final que era el olor a polvora, que dotaba a los fuegos de su atractivo especial.

Por fin terminaron las ceremonias, y los Ilustres Huespedes partieron en el yate presidencial.

— El Presidente suele tener buenas ideas — dijo el capitan Malina —, pero tiene una obsesion. Estoy harto de escucharlo hablar de esas malditas Olimpiadas. Claro que lo de la pista de patinaje es una buena idea y nos ganara la amistad de la gente.

— He ganado mi apuesta — dijo el capitan de corbeta Lorenson.

— ?Apuesta? — pregunto el capitan Bey.

— Es increible — rio Malina —. Los thalassianos no muestran la menor curiosidad por nada, todo les parece normal. Claro que su confianza en nuestra tecnologia deberia halagarnos. ?Tal vez creen que tenemos un aparato antigravitatorio!

«Loren sugirio que no hablara de ello en mi informe, y tuvo razon. Al presidente Farradine jamas se le ocurrio formular lo que para mi era una pregunta obvia: ?como haremos para trasportar ciento cincuenta mil toneladas de hielo hasta el Magallanes?

24 — Archivo

Cuando sus tareas lo permitian, Moses Kaldor buscaba la paz monacal de Primer Descenso y permanecia alli durante horas e incluso dias. Se sentia como un joven estudiante frente al arte y a los conocimientos de la humanidad. Era una experiencia estimulante y deprimente a la vez: el universo estaba al alcance de sus manos, pero lo abrumaba la desesperacion al pensar que en toda su vida solo alcanzaria a explorar una minuscula fraccion. Se sentia como un hombre hambriento ante una mesa cubierta de manjares que se extiende hasta donde alcanza al vista: un banquete tan enorme que destruye el apetito.

Con todo, ese cumulo de sabiduria y cultura representaba tan solo una parte de la cultura del hombre: faltaba una buena parte de ese legado, y Moses Kaldor sabia que ello no era accidental sino fruto de un plan deliberado.

Mil anos antes, hombres de genio y buena voluntad habian reescrito la historia y registrado las bibliotecas de la Tierra para decidir que era lo que la humanidad debia conservar o arrojar a las llamas. Empleaban un criterio sencillo, aunque dificil de aplicar. Solo entrarian a las memorias de las naves de inseminacion aquellas obras artisticas o historicas que ayudaran a la supervivencia y la estabilidad social del hombre en los nuevos mundos.

Era una tarea improba y a la vez desgarradora. Con los ojos llenos de lagrimas, los equipos de trabajo habian condenado a las llamas a los Vedas, la Biblia, el Tipitaka, el Coran, junto con la vasta obra literaria — de ficcion y no ficcion — basada en ellos. No podia permitirse que esas obras, a pesar de su belleza y sabiduria, contaminaran los planetas virgenes con los antiguos venenos del odio religioso, la fe en lo sobrenatural y la chachara piadosa en la cual miles de millones de hombres y mujeres habian buscado consuelo a costa de confundir sus mentes.

Entre las victimas de la gran purga se contaban las obras de los maestros de la novela, la poesia y el teatro, que por otra parte carecerian de sentido al quedar aisladas de su contexto filosofico y cultural. Lo unico que se conservo de Homero, Shakespeare, Milton, Tolstoy, Melville, Proust (el ultimo gran autor de obras de ficcion, antes de que la revolucion electronica eliminara a la pagina impresa) fueron algunos centenares de miles de pasajes cuidadosamente escogidos. Se excluyo todo cuanto se relacionaba con la guerra, el crimen, la violencia y las pasiones destructivas. Si los sucesores nuevos — y perfeccionados — del Homo Sapiens llegaran a redescubririas, seguramente les opondrian sus propias obras literarias. No era conveniente estimular esa reaccion antes de tiempo.

La musica — exceptuando la opera — y las artes visuales habian corrido mejor suerte. Sin embargo, el material disponible era tan vasto que fue necesario realizar una seleccion, en ocasiones arbitraria. Las futuras generaciones se preguntarian que habia sido de las primeras treinta y ocho sinfonias de Mozart, de la segunda y la cuarta de Beethoven, de la tercera a la sexta de Sibelius.

Moses Kaldor era consciente de sus responsabilidades y tambien de sus deficiencias — las deficiencias de cualquier hombre, por grande que fuera su talento — para realizar la tarea que tenia entre manos. Los gigantescos bancos de datos del Magallanes contenian obras que el pueblo de Thalassa desconocia, y que aceptaria con avidez aunque no las comprendiera del todo. La estupenda recreacion de la Odisea realizada en el siglo XXV — la mirada angustiada de un clasico de la guerra tras medio milenio de paz —, las grandes tragedias de Shakespeare en la extraordinaria version en lingua de Feinberg, La guerra y la paz de Lee Chow: eran tantas las posibilidades que el solo nombrarlas le llevaria horas, tal vez dias.

Sentado en la biblioteca del Instituto del Primer Descenso, Kaldor se sentia tentado de cumplir el papel de dios de este pueblo razonablemente feliz y nada ingenuo. Comparaba las listas del banco de datos con las de la nave y tomaba nota de los pasajes eliminados o condensados. Rechazaba la censura por principio, pero no podia dejar de reconocer el buen criterio con que se la habia aplicado en algunos casos, teniendo en cuenta las necesidades de una colonia recien fundada. Pero ahora que esta se desarrollaba con todo exito, tal vez convendria crear una pequena conmocion, a fin de inyectarle un poco de creatividad…

De tanto en tanto lo distraia alguna llamada desde la nave, o los grupos de jovenes thalassianos que venian a conocer su historia. En general no le molestaban las interrupciones; una de ellas le provocaba un evidente placer.

Casi todas las tardes, cuando no la detenia alguna tarea de las que en Tarna llamaban urgentes, Mirissa ascendia la cuesta en su hermoso caballo Bobby. Los visitantes se habian sorprendido al encontrar caballos en Thalassa, ya que nunca los habian visto en la Tierra. Pero los thalassianos amaban los animales y habian recreado varias especies a partir de los depositos de material genetico que habian heredado. Algunas eran inutiles o directamente molestas, como los picaros monitos que robaban objetos pequenos de las Lasas en Tarna.

Mirissa siempre traia alguna golosina local — fruta, un trozo de queso — que Kaldor aceptaba agradecido. Pero agradecia aun mas su presencia; quien hubiera dicho que el gran orador, acostumbrado a hablar ante cinco millones de personas — ?mas de la mitad de la ultima generacion! — aguardaria con ansia a su auditorio de una…

— Piensas en terminos de megabytes porque vienes de una familia de bibliotecarios — dijo Moses Kaldor —. Permiteme recordarte que la raiz de la palabra biblioteca significa libro. ?Hay libros en Thalassa?

— Claro que si — dijo Mirissa, ofendida; no se habia dado cuenta de que Kaldor bromeaba —. Tenemos millones de libros… bueno, miles. Hay un hombre en Isla Norte que publica unas diez ediciones por ano, en tiradas de unos pocos cientos de ejemplares. Hermosos… y carisimos. Se regalan en ocasiones especiales. A mi me regalaron uno cuando cumpli veintiun anos: «Alicia en el pais de las maravillas».

— Me gustaria verlo. Amo los libros, tengo casi un centenar en la nave. Cuando alguien habla de bytes, divido por un millon y pienso en un libro: un gigabyte equivale a mil libros, y asi sucesivamente. Si no, no comprendo a la gente cuando habla de bancos de datos y trasferencia de informacion. ?Cuantos libros hay aqui?

Sin apartar la vista de Kaldor, Mirissa apreto una serie de botones en su consola.

— Esa es otra cosa que nunca pude aprender — dijo el con admiracion —. Alguien dijo una vez que a partir del siglo XXI la raza humana se dividio en dos especies: los Verbales y los Digitales. Se usar el tablero, desde luego, pero prefiero hablar con mis colegas electronicos.

— De acuerdo a la ultima verificacion, que se realiza una vez por hora, seiscientos cuarenta y cinco

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