Alli rodearonsus palidos restosde amarillas velasy de panos negros.Al dar de las Animasel toque postrero,acabo una viejasus ultimos rezos,cruzo la ancha nave,las puertas gimierony el santo recintoquedose desierto.De un reloj se oiacompasado el penduloy de algunos ciriosel chisporroteo.Tan medroso y triste,tan oscuro y yertotodo se encontrabaque pense un momento:?Dios mio, que solosse quedan los muertos!De la alta campanala lengua de hierrole dio volteandosu adios lastimero.El luto en las ropas,amigos y deudoscruzaron en filaformando el cortejo.Del ultimo asilo,oscuro y estrecho,abrio la piquetael nicho a un extremo:alli la acostaron,tapiaronle luego,y con un saludodespidiose el duelo.La piqueta al hombroel sepulturero,cantando entre dientes,se perdio a lo lejos.La noche se entraba,el sol se habia puesto:perdido en las sombras,yo pense un momento:?Dios mio, que solosse quedan los muertos!En las largas nochesdel helado invierno,cuando las maderascrujir hace el vientoy azota los vidriosel fuerte aguacero,de la pobre ninaa veces me acuerdo.Alli cae la lluviacon un son eterno:alli la combateel soplo del cierzo.Del humedo murotendida en el hueco,?acaso de friose hielan sus huesos!…?Vuelve el polvo al polvo??Vuela el alma al cielo??Todo es, sin espiritu,podredumbre y cieno?No se; pero hay algoque explicar no puedo,algo que repugnaaunque es fuerza hacerlo,?a dejar tan tristes,tan solos los muertos!
LXXIV
Las ropas descenidas,desnudas las espadas,en el dintel de oro de la puertados angeles velaban.Me aproxime a los hierrosque defienden la entrada,y de las dobles rejas en el fondola vi confusa y blanca.La vi como la imagenque en leve ensueno pasa,como rayo de luz tenue y difusoque entre tinieblas nada.Me senti de un ardientedeseo llena el alma;como atrae un abismo, aquel misteriohacia si me arrastraba.