torres de enfriamiento, y no teniamos que excavar los estanques tan hondos. A los directores del Departamento no les gusto, porque asi la central era mas visible.

—?Oh, pero es hermosa! Es como una cubierta de Historias Asombrosas de los anos 1930. ?El futuro!

—Eso es lo que dijo el senor Price. En cualquier caso, situaron la central aqui, en la colina.

No era, con propiedad, una colina, sino un cerro bajo. La central no estaba a mas de seis metros de altura por encima del valle que la rodeaba.

—Y una vez que hicieron el trabajo, los del Departamento se asustaron y construyeron los ribazos. No por alguna razon especial, sino para ocultar la central de modo que los ecologistas no pensaran en ella cuando pasaran por la autopista cinco. ?Y entonces algunos de los bastardos que intentaron acabar con la central pusieron el grito en el cielo porque habiamos gastado mas dinero de la cuenta en los ribazos! Pero resulto util. Todo lo que tuvimos que hacer fue excavar con los bulldozers bastante tierra para llenar las grietas, los lugares por donde pasaban las carreteras y la via ferrea. Nos fue francamente bien, porque el nivel del agua subio rapidamente tras la caida del cometa.

—Desde luego. Yo tuve que conducir atravesando aquel mar —dijo Tim.

—?Como fue eso?

Tim se lo explico.

—?Ha oido hablar alguna vez de los Holandeses Errantes?

Wigley meneo la cabeza.

—Pero no hemos tenido mucho contacto con gente de fuera. El alcalde Allen no creyo que fuera buena idea.

—Allen. Le he visto. ?Como llego aqui?

—Aparecio poco antes de que el nivel del agua fuera demasiado alto. Estaba en el ayuntamiento cuando el maremoto asolo Los Angeles. Parece que fue algo horrible. En cualquier caso, se presento al dia siguiente con una docena de policias y funcionarios del ayuntamiento. Ya sabe, la ciudad de Los Angeles era propietaria de la central antes de que cayera el cometa...

—Asi que el alcalde Allen es quien manda aqui.

—?No! El jefe es el senor Price. El alcalde es un huesped, como usted. ?Que sabe ese hombre de centrales nucleares?

Tim no comento que era Weigley quien le habia dicho que el alcalde no queria contactos con el exterior.

—De manera que, al mantener la central en funcionamiento, se han librado de la catastrofe —dijo Tim—. ?Que piensan hacer con ella?

Weigley se encogio de hombros.

—Eso depende del senor Price. No ha sido tarea facil mantener la central en marcha. Todo tiene que funcionar a la vez. Podemos producir un millar de megawatios.

—Con eso se podria iluminar...

—Diez millones de bombillas —dijo Weigley sonriendo.

—Es mucho, si. ?Hasta cuando podran mantener esa produccion?

—Con plena capacidad, un ano mas o menos. Pero no trabajamos con plena capacidad, y nunca lo haremos. Se necesitan unos diez megawatios para que la planta funcione. Las bombas de enfriamiento, el equipo de control, las luces... ya sabe. Eso supone el uno por ciento de la capacidad, de manera que podriamos mantener ese nivel durante cien anos. Pero tenemos otra serie de elementos combustibles, alla en el numero dos.

Tim miro de nuevo la planta. Dos enormes cupulas de cemento armado que contenian los reactores nucleares. Cada una tenia una serie de edificios rectangulares adosados, dentro de los que se encontraban las turbinas y el equipo de control.

—El numero dos no funciona —dijo Weigley—. Ponerlo en marcha sera nuestro primer trabajo una vez haya desaparecido el agua. Y entonces podremos producir veinte megawatios para que alguien los use. Podremos mantener esa produccion durante cincuenta anos.

—Cincuenta anos...

Tim reflexiono en todo aquello. En cincuenta anos Estados Unidos habia pasado de los coches de caballos a una civilizacion motorizada. Se habian abierto minas, construido ciudades, descubierto la electronica y los ordenadores, los vuelos espaciales se habian convertido en realidad. Y aquella sola central nuclear podia producir mas electricidad de la que se genero en todo el pais en los anos veinte.

—Eso es estupendo —dijo Tim. ?Dios mio, valia la pena venir aqui! Forrester tenia razon, dejar que le ocurriera algo a esta central no seria la solucion optima.

—?Como? —Weigley le miro, confundido.

Tim sonrio.

—Nada. Es hora de que probemos si funciona la radio.

Entrar en la sala de conferencias era como regresar al pasado, a una reunion de una junta de directores. No faltaba nada: la larga mesa con comodas sillas, blocs de papel, pizarras, tiza y borradores, y hasta punteros de madera. Tim se sintio conmovido. Se pregunto lo que Al Hardy daria por una sala de conferencias bien equipada, con tablones a los que adosar mapas y listas, y archivadores...

En la sala se discutia. Johnny Baker hizo una sena a Tim para que se sentara a su izquierda. Tim le susurro rapidamente que la radio emitia muchas interferencias, pero que funcionaba. Podian comunicarse con la fortaleza. No habia mas noticias. Baker le dio las gracias en voz baja y se volvio de nuevo a escuchar.

Los hombres, con variopintos atuendos, la mayoria armados y palidos como espectros, excepto el alcalde Allen y un detective-investigador, negro, parecian espantapajaros humanos. Sus ropas eran viejas y sus zapatos estaban gastados. Unos meses atras hubieran parecido totalmente fuera de lugar en aquella sala. Ahora la sala era la que parecia extrana. Las personas eran normales, con la salvedad de que estaban muy limpias.

Tim se toco la barbilla recien afeitada. Parecia mentira que estuviera limpia. Alli habia agua caliente para el bano y maquinillas de afeitar electricas. La lavadora-secadora no habia dejado de funcionar desde que llego el grupo de la fortaleza. La camisa, los pantalones y los calcetines de Tim estaban limpios y secos.

Tim trato de prestar atencion a lo que decian. Oia la misma frase una y otra vez:

—No sabia que un ejercito, nada menos, se disponia a atacarnos.

Barry Price no era tan robusto como el jefe de los trabajadores de la construccion, sentado ante el, pero no cabia duda de quien mandaba. Price vestia de caqui, y en el bolsillo de su camisa abultaban las plumas y lapices. De su cinto colgaba una calculadora de bolsillo. Cerca de el se encontraba un ayudante provisto de un bloc de notas. Su cabello bien cortado y cepillado y su fino y cuidado bigote le daban incluso un aspecto elegante.

—?Que ha cambiado entonces? —pregunto el ayudante—. Nunca fuimos populares.

—No, nunca lo fuimos. ?Pero un ejercito de canibales es demasiado! —No era el calor lo que hacia sudar al jefe de los obreros bajo su casco de seguridad—. Barry, tenemos que largarnos de aqui.

—No hay ningun sitio donde ir.

—Tonterias. Podemos ir a la orilla occidental del mar, a cualquier parte. ?Pero no quedarnos aqui! No podemos luchar con todo un ejercito.

—Tenemos que hacerlo —dijo Price—. ?Como podemos dejar que todo esto se lo lleve el diablo? ?Robin, tu has trabajado tanto como el que mas! Ahora tenemos aliados...

—Una docena de hombres. —Robin Laumer se inclino por encima de la mesa hacia Barry Price. Era como si estuvieran solos en la sala; nadie les interrumpia—. Mira, todo tiene que funcionar, no puede fallar nada, ?verdad?

—Solo tienen que alcanzar las turbinas, el patio de maniobras, la sala de cables, la sala de control, y estamos listos. ?Quedaremos sumergidos y nada volvera a funcionar de nuevo!

—Lo se —dijo Price—. Por eso no dejaremos que nos alcancen.

—Hablo en serio, Barry. Yo me voy. Llevare conmigo a los hombres que quieran seguirme. Tomaremos prestados sus botes, pero se los devolveremos.

—Mis botes no —nego Johnny Baker, que estaba sentado a la izquierda de Barry Price, frente al alcalde Allen—. No he traido los botes para ayudar a evacuar esta central.

Laumer parecio a punto de replicar, pero se limito a encogerse de hombros.

—Pues cogere los botes que ya teniamos aqui. De todos modos, uno de ellos es mio y me lo llevare. Nos

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