La recepcionista de la antesala era nueva y no hizo pasar directamente a Harvey Randall al gran despacho en el tercer piso del Ayuntamiento de Los Angeles. A Harvey no le importo. Otras personas esperaban tambien, y ademas su equipo con las camaras tardaria aun varios minutos en llegar. Harvey se habia presentado temprano a la cita.

Tomo asiento y se dedico a su pasatiempo favorito: observar a la gente. A la mayor parte de los visitantes se les notaba su condicion. Eran vendedores y tipos relacionados con la politica, y todos ellos estaban alli para ver a uno de los tenientes de alcalde o a un ayudante ejecutivo. Entre ellos destacaba una mujer, de edad indefinida entre los veinte y los treinta. Llevaba pantalones tejanos y una blusa estampada, pero se notaba que eran prendas caras. Miraba directamente a Harvey, y cuando este sostuvo su mirada ella no se azoro lo mas minimo. Harvey se encogio de hombros y cruzo la estancia para sentarse a su lado.

—Digame, ?que tengo yo que le interesa tanto?

—Le he reconocido. Usted hace documentales para la television. Recordare su nombre en seguida.

—Muy bien —dijo Harvey.

Ella aparto un momento la vista, pero en seguida se volvio a el, con una leve sonrisa.

—Esta bien. ?Como se llama?

—Usted primero.

—Mabe Bishop —dijo ella con un inequivoco acento californiano.

Harvey trato de recordar.

—Aja. Pertenece usted a la Tribuna del Pueblo.

—Exacto —confirmo ella, sin cambiar de expresion, lo cual era curioso. A la mayoria de la gente le complaceria que un reportero de documentales que tenian alcance nacional reconociera su nombre. Harvey seguia considerandolo sorprendente cuando ella anadio—: Todavia no me lo ha dicho.

—Harvey Randall.

—Ahora me toca a mi decir «aja». Usted realiza los programas sobre el cometa.

—Correcto. ?Le han gustado?

—Creo que son terribles, peligrosos y estupidos.

—Vaya, no tiene pelos en la lengua. ?Le importaria decirme por que?

—En absoluto. En primer lugar, ha puesto usted los pelos de punta a cincuenta millones de imbeciles...

—Yo no...

—?Y deberian estar asustados, pero no por un condenado cometa! ?Signos en los cielos! ?Portentos malignos! Basura medieval, cuando hay tanto de que preocuparse aqui en la Tierra.

El tono de su voz era energico y amargo.

—?Y de que deberian tener miedo? —pregunto Harvey. La verdad es que no lo queria saber, y se arrepintio en el mismo momento en que formulo la pregunta. Era una pregunta automatica de reportero, pero el problema consistia en que ella iba a responderle sin duda alguna.

—De esos sprays que arruinan la atmosfera, destruyen el ozono y causan cancer. ?De una nueva central nuclear en el valle de San Joaquin, cuyos residuos radiactivos duraran medio millon de anos! De los grandes Cadillacs y Lincolns que consumen innumerables toneladas de gasolina. Esas son las cosas que asustan, las cosas contra las que tendriamos que hacer algo, y en cambio todo el mundo se oculta en el sotano temeroso de un cometa.

—Es una opinion —dijo Randall—, aunque creo que no tiene razon en todo...

—?Ah, no? ?En que no tengo razon? —pregunto ella en tono desafiante, con un dejo de odio, dispuesta al ataque.

A Harvey no le gustaba el sesgo que estaba tomando aquella conversacion. Habia ocasiones en que deseaba coger su objetividad periodistica, enrollarla fuertemente e introducirla en un lugar anatomicamente incomodo de la persona de un pomposo profesor de periodismo.

—Se lo dire —dijo al fin—. La razon por la que la gente todavia quema gasolina en esos grandes y comodos coches es que no pueden disponer de electricidad suficiente para utilizar coches electricos. No pueden conseguir electricidad porque el aire ya esta lleno de porqueria procedente de las fabricas de energia fosil, se nos estan terminando los combustibles fosiles y unos condenados estupidos se empenan en retrasar el funcionamiento de las centrales nucleares que podrian sacarnos del atolladero. —Harvey se levanto—. Y si vuelvo a escuchar las palabras «spray» y «ozono», la buscare dondequiera que se encuentre y vomitare en su falda.

—?Eh?

Harvey se acerco de nuevo a la recepcionista.

—Digale a Johnny Kim que Harvey Randall esta aqui, por favor —dijo en tono imperativo. La nueva recepcionista le miro alarmada y luego conecto el intercomunicador.

Harvey podia oir a Mabe Bishop que farfullaba detras de el, y aquello le produjo una gran satisfaccion. Se acerco a la puerta que daba acceso al despacho y espero. Poco despues se oyo un zumbido.

—Pase, senor Randall, haga el favor —dijo la recepcionista—. Siento haberle hecho esperar.

—No importa —murmuro Harvey.

Entro en un largo corredor, con despachos a ambos lados. Un oriental de edad indeterminada, mas de treinta y menos de cincuenta, salio de uno de ellos.

—Hola, Harv. ?Te ha hecho esperar mucho esa chica?

—No tanto. ?Como estas, Johnny?

—Bastante bien. El alcalde esta en una reunion que se prolonga mas de lo previsto. ?Te importa esperar un segundo?

—Pues no... El equipo vendra dentro de poco.

—Ya estan subiendo —dijo John Kim. Era el secretario de prensa del alcalde Bentley Allen, el redactor de sus discursos y en ocasiones su encargado de asuntos politicos, y Harvey sabia que Kim podria estar en Washington o Sacramento si quisiera, y probablemente lo estaria si seguia al lado de Bentley Allen—. He dado instrucciones para que suban por el ascensor privado.

—Gracias —dijo Harvey—. Te lo agradeceran.

—Ah, la conferencia esta terminando. Ven, te acompanare.

El despacho del alcalde estaba formado por dos piezas. Una de ellas era grande, con muebles caros y gruesas alfombras. De las paredes colgaban banderas, y por todas partes habia trofeos, placas y certificados enmarcados. La estancia interior era mucho mas pequena, y la mayor parte de su espacio estaba ocupada por una gran mesa, sobre la que se apilaban papeles, informes, libros, salidas impresas de IBM y memorandums, algunos de los cuales tenian impresas grandes estrellas rojas. Unos presentaban dos estrellas, mientras que otro tenia tres. El alcalde estaba cogiendo ese memorandum cuando entraron Kim y Harvey Randall.

Randall penso que el alcalde tenia buen aspecto. Era el segundo alcalde de raza negra de Los Angeles. Alto y robusto, vestia como un acomodado profesional, que era lo que habia sido antes de dedicarse a la politica. Exhibia por igual su sangre mestiza y su educacion. Bentley Allen no hablaba con altivez a la gente. No tenia necesidad de dedicarse a la politica como medio de vida. Tecnicamente estaba con licencia temporal de un cargo en la facultad de una importante universidad privada.

—?Que hay, senor Randall? ?Viene a rodar un documental? —pregunto Bentley Allen, dejando el memorandum en una bandeja.

—No, senor —respondio Johhnny Kim—. Esta vez se trata del noticiario de la noche.

—?Hay algo noticiable acerca de mi esta noche? —pregunto el alcalde.

—Las consecuencias de los documentales —dijo Harvey Randall—. Todas las cadenas de television estan interesadas por las mismas noticias. ?Que van a hacer los funcionarios publicos el dia en que el Hamner-Brown pase de largo sin chocar con la Tierra?

—?Todas las cadenas? —pregunto Johnny Kim.

—Si.

—?No se habra ejercido una cierta presion para que las noticias se ocupen de eso? —inquirio Kim—. Por ejemplo, una presion procedente de cierta casa blanca en la avenida de Pennsylvania.

—Podria ser —admitio Harvey.

—Y lo que quiere el gran hombre son unos buenos vibrafonos —dijo el alcalde—. Manteneos tranquilos, serenos y recogidos el dia en que se ha calculado que podria caer el enorme helado.

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