—Que por cierto es el proximo martes —respondio Harvey automaticamente—. Si, senor.

—?Y que pasaria si yo mostrara panico? —pregunto el mayor Allen, con un alegre destello en la mirada—. O si dijera: «?Esta es vuestra oportunidad, hermanos! ?Acabad con los blancos, nunca tendreis mejor ocasion!»

—Oh, tonterias —dijo Harvey—. Crei que todo el mundo querria salir en las noticias nacionales.

—?Usted no tiene nunca esa clase de impulsos? —pregunto Bentley Allen—. Ya sabe. Impulsos irresistibles de hacer la unica cosa que te haria acceder a una nueva modalidad de trabajo. ?Algo asi como derramar un martini sobre el vestido de la mujer del decano? Lo cual, por cierto, hice una vez. Fue puramente accidental, se lo aseguro, pero mire adonde me condujo.

Ahora Harvey parecia realmente preocupado, pero el alcalde seguia sonriente.

—No se preocupe, senor Randall. Me gusta este trabajo... u otro en un despacho algo mayor alla en el este...

Bentley Allen dejo que su voz se desvaneciera. No era ningun secreto que le gustaria ser el primer presidente negro de la nacion, y algunos politicos serios creian que podria llegar a conseguirlo dentro de diez o doce anos.

—Sere buen chico —dijo el alcalde Allen—. Dire a la gente que esperamos una plena asistencia en todos los ayuntamientos, y yo estare aqui, bueno, literalmente aqui, pero se lo dire ahi —senalo la otra pieza mayor y mas lujosa del despacho—, y espero que todos mis funcionarios sigan el mismo ejemplo. Puedo decir o no decir que tengo el televisor encendido, porque por nada del mundo me perderia un espectaculo asi.

—Se trata de que la actividad sea normal, con tiempo libre para ver un programa entretenido.

El alcalde asintio.

—Naturalmente. —Su rostro adopto una expresion grave—. Entre nosotros, le dire que estoy un poco preocupado. Demasiada gente emprendera el vuelo. ?Sabe que ya han sido alquilados casi todos los remolques de la ciudad? Y para toda la semana. Y por parte de la policia y los bomberos hemos tenido una gran cantidad de solicitudes de permiso que, desde luego, no hemos concedido. Se han cancelado todos los permisos para el dia en que nos visite el cometa.

—?Le preocupa la posibilidad de saqueos? —pregunto Harvey.

—No tanto como para decirlo en publico, pero si, me preocupa —dijo el alcalde Allen—. Los saqueos y los robos en las casas que han sido y seran abandonadas. Pero dominaremos la situacion. Si su equipo esta preparado ahi afuera, sera mejor que empecemos. Dentro de media hora tengo una reunion con el director de Defensa Civil.

El trafico en Beverly Glen era desahogado, muy fluido para la noche de un jueves. Harvey, al volante de su coche, sonreia, pensando que tenia entre manos un relato magnifico. No solo millones de personas creian que el mundo se iba a terminar, sino que mas millones esperaban que asi fuera. Se notaba en sus actitudes. Odiaban lo que estaban haciendo, y suspiraban con nostalgia por la vida «sencilla». Desde luego, no elegirian voluntariamente ser granjeros o vivir en una comuna, pero si todo el mundo tenia que hacerlo...

Aquello carecia de sentido, pero asi ocurria a menudo con las actitudes de la gente. Y a Harvey Randall no le molestaba en absoluto.

Si, era una historia jugosa, pero no la unica. A ella seguiria el relato del dia siguiente al del frustrado fin del mundo. Un dia despues de que el mundo sobreviviera. Harvey penso que ese seria un buen titulo para un libro. Naturalmente, un millar de novelistas se disputarian la publicacion de sus obras, libros con titulos como El dia en que el mundo no termino, que no era tan bueno como el suyo, y Roca, ?no me ocultaras? Por cierto que algunas emisoras de radio tocaban canciones religiosas relacionadas con el desastre las veinticuatro horas del dia, y los predicadores que anunciaban el fin del mundo estaban haciendo su agosto.

Habia una secta al sur de California, los Guardianes del Cometa, que se ponian tunicas blancas y rezaban al cometa. Habian puesto en practica algunos ardides publicitarios, y la mitad de sus dirigentes habian sido encarcelados y dejados en libertad bajo fianza por impedir el trafico o irrumpir en el campo durante partidos televisados de beisbol. Pero aquello habia cesado, debido a la orden de un juez de que no se permitiera mas la libertad bajo fianza hasta el proximo miercoles...

La idea de escribir un libro seguia rondando la mente de Harvey. Deberia hacerlo, aunque nunca lo habia intentado, pero era culto y habia efectuado los estudios necesarios. Estaba muy por delante de los demas. El dia siguiente al dia en que el mundo no acabo. No, no era un buen titulo. En primer lugar, era demasiado largo. Podria titularlo La fiebre del Martillo. Le darian mucha publicidad, le dedicarian un programa en la television en cuanto saliera al mercado.

Incluso podria ganar dinero, mucho dinero, el suficiente para pagar las cuentas y la matricula para la escuela de su hijo en Harvard y...

La fiebre del Martillo. Era un buen titulo.

El unico problema era que se trataba de algo real, como el temor a una guerra.

Lo habia observado por todas partes. Escaseaba el cafe, el te, el azucar, cualquier alimento basico que pudiera acapararse. Se habian agotado todos los alimentos deshidratados y congelados. Las tiendas informaban que se habian terminado las existencias de equipos para lluvia, lo que era muy raro en California meridional, donde las proximas lluvias no llegarian hasta noviembre. En ningun sitio se encontraban prendas para excursionistas ni botas. Y nadie compraba trajes, camisas blancas o corbatas.

Pero la venta de armas estaba en alza. En Beverly Hills o en el valle de San Fernando no se encontraba una sola arma de fuego, y tambien se habian agotado las existencias de municion.

Las tiendas de articulos deportivos se habian quedado sin genero, desde botas camperas y alimentos preparados para ir de campo hasta equipos de pesca. Se vendian mas anzuelos que moscas artificiales. Aun podian conseguirse moscas, pero solo las caras de fabricacion americana, no las baratas importadas de la India. No quedaba una sola tienda de campana, ni un saco de dormir. ?Hasta se habian agotado los chalecos salvavidas! Esta ultima noticia hizo sonreir a Harvey. Jamas habia visto un tsunami, uno de esos maremotos que levantan olas gigantescas, pero habia leido algo sobre ellos. Tras la explosion de Krakatoa una gran ola habia depositado un buque de guerra holandes varios kilometros tierra adentro, en una elevacion de sesenta metros.

Hubo tambien una fuerte demanda de «equipos de supervivencia» por correo durante las ultimas semanas, pero ultimamente, cuando estaba tan proxima la caida del cometa ya no se aceptaban mas pedidos. ?Tal vez no tenian intencion de suministrarlos? Habria que investigarlo, penso Harvey. Cuatro empresas se dedicaban a la venta de aquellos equipos. Los precios variaban entre cincuenta y dieciseis mil dolares y los equipos podian limitarse a un simple suministro de alimentos o abarcar todo lo necesario para subsistir en caso de catastrofe. Los alimentos eran imperecederos y constituian una dieta mas o menos equilibrada. Por cierto, una secta religiosa habia solicitado a todos sus miembros que conservaran un suministro de alimentos para todo un ano... Era una costumbre que venian observando desde los anos sesenta. Harvey tomo otra nota mental. Seria interesante entrevistar a aquella gente, cuando todo hubiera pasado.

Los equipos mas baratos solo contenian alimentos. El numero de articulos aumentaba progresivamente, hasta llegar a los grandes equipos que incluian un vehiculo todo terreno, ropas especiales contra el frio, machete, saco de dormir, hornillo de butano y bombona, balsa hinchable, casi todo lo imaginable. Uno de los equipos incluia la pertenencia a un club de supervivientes. Si uno conseguia llegar al club, que estaba en algun lugar de las montanas Rocosas, se le garantizaba una plaza. Las distintas companias no vendian articulos autenticos, y ninguna de las cuatro incluia armas. Habria que ver cuantas personas respetaban o hacian caso omiso de la prohibicion de adquirir armas por correo, segun que el cometa cayera o no.

Pero las cuatro empresas vendian el mismo equipo tanto si uno vivia en la montana, a la orilla del mar o en los altiplanos. Harvey sonrio, recordando aquella expresion latina aplicable a las ventas, caveat emptor, que significa «tenga cuidado el comprador», es decir, que el comprador debe asegurarse de la calidad de las mercancias que compra. Los precios de todos los articulos eran excesivos. Dios mio, se dijo Harvey, que estupidos podemos llegar a ser los mortales...

El trafico era muy fluido. Harvey ya habia llegado a Mulholland y el valle de San Fernando se extendia bajo el. Habia soplado un fuerte viento durante el dia y no habia niebla.

El valle ocupaba una extension de varios kilometros, y en el se alzaban hilera tras hilera de casas suburbanas, repartidas en zonas ricas y pobres, fincas lujosas y viejas casas de madera. De vez en cuando se veia

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