los asuntos corrientes con Guy, hizo que Zaccaria le preparara la maleta —una maleta con doble fondo que utilizaba para esconder las valiosas piezas que a veces tenia que transportar— y despues fue a consolar a Celina, a quien la perspectiva de ese nuevo viaje parecia consternar y que trazo una senal de la cruz en su frente antes de besarlo con una especie de arrebato:
—?Ve con mucho cuidado! —le recomendo—. Desde hace algun tiempo empiezo a preocuparme en cuanto pones los pies fuera de casa.
—Haces mal, y en esta ocasion deberias alegrarte, porque voy a viajar con el padre de… Mina. Vamos a Zurich, donde el vive, pero yo me alojare en un hotel, por supuesto. Asi que ya ves que no debes preocuparte.
—Si ese caballero solo fuese el padre de nuestra querida Mina, no me angustiaria, pero es tambien el esposo de… de… —No conseguia pronunciar el nombre de Dianora, a la que detestaba desde la epoca en que era amante de Aldo. Este se echo a reir.
—?Que imaginas? Estas remontandote a la historia antigua. Dianora no es idiota: le interesa mucho cuidar al riquisimo esposo que se ha agenciado. Duerme tranquila y cuida bien al senor Buteau.
—?Como si hiciera falta que me lo dijeses! —gruno Celina, encogiendo sus rollizos hombros.
Al llegar a la estacion, Aldo vio que estaban colocando unos carteles del Teatro de la Fenice que anunciaban varias representaciones de
Al caer la noche, mientras el tren circulaba hacia Innsbruck y el palacio Morosini se sumia en el sueno, Celina se cubrio la cabeza con un panuelo negro ante la mirada de su esposo, que fumaba un cigarrillo haciendo un solitario.
—?No crees que es un poco tarde para salir? ?Y si preguntan por ti?
—Dices que he ido a rezar.
—?A San Polo?
—A San Polo, exacto. Es el apostol de los paganos, y si alguien puede mover al arrepentimiento a la perdida que tenemos aqui es el. Y tambien tiene algo que ver con la curacion de los ciegos.
Zaccaria levanto la vista de las cartas y sonrio a su mujer.
—Pues presentale mis respetos.
10. La coleccion Kledermann
Cuando, una vez en Zurich, vio los edificios propiedad del banquero, Morosini comprendio por que a Lisa le gustaba tanto Venecia y las residencias de su abuela: eran palacios, desde luego, pero palacios construidos a escala humana y desprovistos de gigantismo. El banco era un verdadero templo neorrenacentista con columnas corintias y cariatides; en cuanto a la vivienda privada, estaba a orillas del lago, en lo que llamaban la Goldkuste (la orilla dorada), y era un inmenso palacio «de estilo italiano» bastante parecido a la villa Serbelloni, en el lago de Como, pero con mas ornamentos. Era fastuoso, bastante apabullante, y hacia falta la gran avidez de esplendor de la ex Dianora Vendramin para encontrarse a gusto alli. Incluso habria resultado un poco ridiculo de no ser por el admirable parque animado por fuentes que descendian hasta las aguas cristalinas del lago y por el magnifico marco de montanas nevadas. Sea como fuere, Morosini, pese a ser principe, cuando al caer la noche vio el monumento, penso que no le gustaria nada vivir alli dentro. Previamente, el banquero lo habia dejado en su hotel y le habia aconsejado que descansara un poco antes de ir a su casa a cenar.
—Estaremos solos —preciso—. Mi mujer ha ido a Paris para elegir el vestido que llevara el dia de su… trigesimo cumpleanos.
Morosini se limito a sonreir mientras realizaba un rapido calculo: el dia que conocio a Dianora, la Nochebuena de 1913, el tenia treinta anos y ella, que se habia quedado viuda a los veintiuno, contaba veinticuatro, lo que daba, si no habia ningun error en los datos, una cifra de treinta y cinco en el ano 1924.
—Yo creia —dijo al final; sonriendo— que una mujer bonita nunca confesaba su edad.
—Bueno, mi esposa no es como las demas. Ademas, tambien celebramos nuestro septimo aniversario de bodas. De ahi mi deseo de dar al acontecimiento un esplendor especial.
Al llegar al hotel —un edificio de estilo dieciochesco con magnificos jardines—, Aldo tuvo la sorpresa de encontrar un telegrama de Adalbert:
O sea, que el arqueologo estaria alli al dia siguiente. Sabiendo por experiencia que las cosas nunca eran faciles cuando habia un vestigio del pectoral a la vista, se alegro. Mas aun teniendo en cuenta que desde hacia algun tiempo hablaban mucho de la ciudad suiza mas importante. Ademas de ser la base financiera de Simon Aronov, y alli era donde el viejo Solmanski habia escapado de la vigilancia de Romuald, alli era donde parecia tener una residencia, al igual que el propio Simon, y alli era tambien donde Wong habia pedido que lo llevaran… Y como la adquisicion de Kledermann tenia todas las posibilidades de ser la joya encontrada en la tumba de Julio, cabia esperar un futuro proximo muy agitado.
Hacia las ocho, el reluciente Rolls del banquero, conducido por un chofer de unas maneras irreprochables, dejaba a Morosini delante de la escalinata donde un lacayo lo recibio bajo un gran paraguas. Desde ultima hora de la tarde caian autenticas trombas de agua sobre la region, inundando el paisaje. Escoltado de esta suerte, el invitado llego ante un mayordomo de un envaramiento absolutamente britanico, lo que no le impedia ser sin lugar a dudas nativo de los Cantones. Se notaba por su estatura excepcional y por la anchura de su cuello.
Tras haberle dado el abrigo a un sirviente, Aldo siguio al imponente personaje por la vasta escalera de piedra despues de haber sido informado de que el senor esperaba al principe en su gabinete de trabajo.
Cuando Morosini entro, el banquero estaba leyendo un periodico que le mostro inmediatamente con expresion preocupada:
—?Mire! Es el hombre que me vendio el rubi. Esta muerto…
El articulo, acompanado de una foto bastante mala, anunciaba que habian sacado del lago el cadaver de un americano de origen italiano, Giuseppe Saroni, buscado por la policia de Nueva York. Lo habian estrangulado y arrojado al agua despues de haberlo torturado. Seguia una descripcion que acabo de despejar las ultimas dudas de Aldo, si es que todavia le quedaba alguna: respondia exactamente a las caracteristicas del hombre de las gafas negras.
—?Esta seguro de que es el? —pregunto a Kledermann, devolviendole el periodico.
—Absolutamente seguro. Ademas, ese es el nombre que el me dio.
—?Como pago? ?Con un cheque?
—Claro. Pero ahora estoy un poco preocupado, porque empiezo a preguntarme si no sera una joya robada. Si fuera asi y encuentran mi cheque, puedo tener problemas.
—Es posible. En cuanto a lo del robo, puede estar seguro. El rubi se lo quitaron de las manos al rabino Liwa hace tres meses en la sinagoga Vieja-Nueva de Praga. El ladron huyo despues de haberme alojado una bala a medio centimetro del corazon. El gran rabino Jehuda Liwa tambien resulto herido, pero no de gravedad.
—Es increible. ?Que hacia usted en esa sinagoga?
—En el transcurso de su larga historia, el rubi pertenecio al pueblo judio y fue objeto de una maldicion. El gran rabino de Bohemia debia liberarlo del anatema. Pero no le dio tiempo; ese miserable disparo, huyo, y fue imposible encontrarlo.
—Pero…, en ese caso, ?el rubi es suyo?
—No exactamente. Yo lo buscaba para un cliente y lo habia encontrado en un castillo cerca de la frontera austriaca.
—?Como puede estar seguro de que se trata del mismo? Al fin y al cabo, no es el unico rubi cabujon.