—Ni una lata de cerveza —dijo Crockerman, asintiendo—. Gracias. Senorita Morgan, tengo intencion de ver pronto a su madre. ?Quiere que le transmita algun mensaje personal? Algo no problematico, por supuesto.

—No, gracias —dijo Stella. Vaya mujer, penso Edward.

—Me han dado ustedes algo en que pensar —murmuro Crockerman al cabo de un momento de silencio—. En lo fuertes que son los americanos. Espero que no suene trillado ni politico. Lo digo de veras. En estos momentos necesito creer que somos fuertes. Es muy importante para mi. Gracias. —Les hizo un gesto con la mano, y se volvio para abandonar el laboratorio. Las cortinas zumbaron al volver a su lugar.

13

7 de octubre

El cielo sobre el Valle de la Muerte era de un color gris plomizo, y el aire aun arrastraba el frescor de la manana. El helicoptero presidencial aterrizo en la base provisional instalada por el Ejercito a unos cinco kilometros del falso cono de escoria. Dos camiones con traccion a las cuatro ruedas acudieron al encuentro del grupo y lo llevaron lentamente por las carreteras asfaltadas y los caminos sin pavimentar para jeeps, y luego fuera incluso de esos caminos, bamboleandose y grunendo por entre los arbustos resinosos y los mezquites, y sobre la salobre hierba, los trozos de lava y las rocas barnizadas por el desierto. El falso cono de escoria se erguia a un centenar de metros mas alla de su punto de parada, el borde de un lecho de aluvion color blanco hueso que habia estado lleno de agua hacia tan solo diez dias. El perimetro del monticulo estaba acordonado por las tropas del Ejercito supervisadas por el teniente coronel Albert Rogers, de la Inteligencia Militar. Rogers, un hombre bajo, correoso, de piel oscura y ojos suaves, acudio al encuentro del grupo presidencial de ocho hombres, incluidos Gordon y Feinman, en el perimetro.

—No hemos registrado ninguna actividad —informo—. En estos momentos tenemos a nuestro camion de vigilancia al otro lado, y un equipo de vigilancia arriba. No ha habido radiacion de ningun tipo mas alla del esperado de una roca calentada por el sol. Hemos insertado sensores en pertigas por el agujero que hallaron los geologos, pero no hemos enviado a nadie mas alla de la curva. Denos la orden, y lo haremos.

—Aprecio su interes, coronel —dijo Otto Lehrman—. Pero aprecio mas su precaucion y disciplina.

El presidente se acerco a la alta y negra cara norte del cono de escoria, acompanado por dos agentes del Servicio Secreto. El oficial de la Marina que llevaba la «pelota de futbol» —los codigos de guerra presidenciales y el sistema de comunicaciones de emergencia en un maletin— permanecio junto al camion.

Rotterjack retrocedio unos pasos para tomar una serie de fotografias con una Hasselblad. Crockerman le ignoro. El presidente parecia ignorarlo todo y a todos excepto la roca. A Arthur le preocupo la expresion de su rostro; tenso, pero ligeramente sonador. Un hombre informado de una muerte en su familia inmediata, penso.

—Aqui es donde fue encontrado el alienigena —explico el coronel Rogers, senalando una depresion arenosa a la sombra de la lava. Crockerman dio la vuelta a un gran penasco de lava y se arrodillo al lado de la depresion. Adelanto una mano para tocar la arena, aun marcada por los movimientos del Huesped, pero Arthur lo retuvo.

—Todavia estamos nerviosos por la contaminacion biologica —explico.

—Los cuatro civiles —dijo Crockerman, pero no completo su pensamiento—. Conoci al abuelo de Stella Morgan hace treinta anos, en Washington —murmuro—. Un autentico caballero del campo. Duro como un clavo, energico como un latigo. Me gustaria conocer a Bernice Morgan. Quiza pudiera tranquilizarla… ?Podemos arreglar algo para manana?

—Despues de esto iremos a Furnace Creek, y manana se reune usted con el general Young y el almirante Xavier. —Rotterjack examino el programa del presidente—. Eso va a llenar la mayor parte de la manana. Tiene que estar usted de vuelta a Vandenberg y a bordo del Bird a las dos de la tarde.

—Haga un hueco para Bernice Morgan —ordeno Crockerman—. Sin discusiones.

—Si, senor —dijo Rotterjack, tomando su lapiz.

—Esos tres geologos tendrian que estar ahora aqui conmigo —murmuro el presidente. Se puso en pie y se alejo del lugar, sacudiendose las manos en los pantalones. Los agentes del Servicio Secreto lo observaban de cerca, con rostros impasibles. Crockerman se volvio hacia Harry, que aun seguia aferrando su bloc negro, y luego senalo con la cabeza el cono de escoria.

—Usted sabe de que va a tratar mi conferencia con Young y Xavier.

—Si, senor presidente —dijo Harry, sosteniendo firmemente la mirada de Crockerman.

—Me van a preguntar si debemos volar toda esta zona con armas nucleares.

—Estoy seguro de que lo mencionaran, senor presidente.

—?Que opina usted?

Harry se lo penso un momento, frunciendo las cejas hasta que se unieron en una sola linea.

—Toda la situacion es un enigma para mi, senor. Las cosas no encajan.

—Senor Gordon, ?podemos ejercer de una forma efectiva represalias contra esto? —senalo el cono de escoria.

—El Huesped dice que no podemos. Tiendo a aceptar esta afirmacion por el momento, senor.

—Seguimos llamandole el Huesped, con H mayuscula —murmuro Crockerman, deteniendose a unos veinte metros de la formacion, luego volviendose para mirar al sur, examinando la curva occidental—. ?Como llegamos a eso?

—Hollywood absorbio casi cualquier otro nombre —observo McClennan.

—Carl fue siempre un avido telespectador —explico sinceramente Crockerman a Arthur—, antes de que sus deberes hicieran su aficion imposible. Dice que le permitia mantenerse en contacto con el pulso del publico.

—Evidentemente, el nombre evoluciono como una forma de evitar algunas otras palabras mas coloristas —senalo McClennan.

—El Huesped me dijo que cree en Dios.

Arthur decidio no rectificar al presidente.

—Por lo que entiendo —prosiguio Crockerman, el rostro tenso, los ojos casi freneticos sobre una calma forzada—, el mundo del Huesped fue hallado en falta, y eliminado. —Parecio registrar los rostros de Arthur y los mas cercanos a el, en busca de simpatia o apoyo. Arthur estaba demasiado sorprendido para decir nada—. Si ese es el caso, entonces el instrumento de nuestra propia destruccion nos aguarda dentro de esta montana.

—Necesitamos mas cooperacion de Australia —dijo McClennan, apretando un puno y agitandolo frente a el.

—Alli abajo cuentan una historia completamente distinta, ?no? —El presidente echo a andar de nuevo de vuelta a los camiones—. Creo que ya he visto suficiente. Mis ojos no pueden estrujar la verdad de las rocas y la arena.

—Hacer arreglos mas concretos con Australia —observo Rotter-jack— significa decirles lo que tenemos aqui, y todavia no estamos seguros de que podamos correr el riesgo.

—Hay una posibilidad de que no seamos los unicos que tenemos «aparecidos» —dijo Harry, dando a la ultima palabra un enfasis casi comico.

Crockerman se detuvo y se volvio para mirar a Harry.

—?Tiene usted alguna prueba de eso?

—Ninguna, senor. Pero hemos pedido a la Agencia Nacional de Seguridad y a algunos de los nuestros que lo comprueben.

—?Como?

—Comparando las fotografias recientes de los satelites con registros anteriores.

—Mas de dos aparecidos —dijo Crockerman—. Eso significaria algo, ?no?

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