—Es una posibilidad, ?no?

Hicks fruncio los labios.

—No creo que la esten reteniendo para que pueda hablar de negocios con el presidente. ?Y usted? —Alzo una esceptica ceja.

Una vieja y destartalada camioneta Ford salio de la carretera y se metio en el aparcamiento en medio de un chorro de polvo y gravilla. Dos hombres jovenes con sombreros de cowboy de paja saltaron de la parte de atras, mientras un tercer muchacho y un hombre barbudo con unas enormes gafas de sol tipo MacArthur con montura de alambre bajaban de la cabina del conductor. Los tres entraron por la puerta de cristal. El hombre barbudo hizo una inclinacion de cabeza a Hicks, luego se dirigio a la senora Morgan.

—Hemos salido y hemos vuelto. La carretera sigue cerrada. George esta ahi fuera, como dijo Richard, pero no sabe lo que ocurre.

—George es uno de nuestros chicos de la patrulla de carreteras —explico la senora Morgan a Hicks.

—Aqui, Ron cree que su Lisa esta todavia en Furnace Creek —prosiguio el hombre barbudo. Un joven delgado de ojos ratoniles asintio debilmente—. Vamos a tomar un avion y sobrevolaremos el lugar. Descubriremos que demonios ocurre.

—Probablemente habran cerrado tambien el campo —dijo la senora Morgan—. No estoy segura de que sea una buena idea, Mitch.

—Una buena idea, y un infierno. Nunca permiti que ningun tipo del gobierno me hiciera ninguna jugada. Secuestrar y cerrar carreteras publicas sin ninguna buena razon…, ya es hora de que alguien haga algo. —Mitch miro significativamente a Trevor Hicks, examinando su chaqueta de ante, sus pantalones, sus botas de campo—. Senor, no hemos sido presentados.

La senora Morgan hizo el favor.

—Mitch, este es el senor Trevor Hicks. Senor Hicks, Mitch Morris. Es nuestro hombre de mantenimiento y el conductor del camion de propano.

—Encantado de conocerle, senor Hicks —dijo Morris con tono formal—. ?Esta usted interesado en esto?

—Es escritor —dijo Bernice—. Y bastante conocido ademas.

—Tengo la impresion de que esta ocurriendo algo cerca de Furnace Creek, algo lo bastante importante como para traer hasta aqui al presidente.

—?El presidente de la Casa Blanca?

—El mismo.

—El piensa que Stella puede estar en Furnace Creek —dijo la senora Morgan.

—Mayor razon para que sobrevolemos el lugar y lo descubramos —dijo Morris—. Frank Forrest tiene su Comanche lista para despegar. Tenemos sitio para cinco. Senor Hicks, ?esta usted interesado en venir con nosotros?

Hicks se dio cuenta de que se estaba metiendo demasiado en el asunto. La senora Morgan siguio con sus protestas acerca de los riesgos, pero Morris se limito a prestarle una educada atencion. Ya estaba decidido.

No habia ninguna otra forma de ver lo que estaba ocurriendo en Furnace Creek. Seria detenido en la carretera como lo habian sido todos los demas.

—Ya somos muchos, sin contar el piloto —dijo Hicks.

—Benny no vuela —senalo Morris—. Se marea terriblemente.

Hicks inspiro lenta y espasmodicamente.

—De acuerdo —acepto.

—No es muy lejos. Unos cuantos minutos y la vuelta.

—No me gusta —dijo la senora Morgan—. No haga esto solo por Stella. Estoy intentando otros caminos. No sea loco y…

—Sin heroes no hay osados rescates —le aseguro Morris—. ?Nos vamos, senor Hicks…?

—Si —dijo Hicks, siguiendoles a traves de la puerta de cristal. La senora Morgan apoyo sus manos en el mostrador y les observo lugubremente mientras subian a la camioneta, con Benny cediendole su lugar al lado del conductor a Hicks y ocupando un puesto detras.

Nunca habia hecho nada tan estupido en su vida. Las helices de la Piper Comanche les liberaron del polvo de la pista y el aparato de dos motores se elevo en el aire, dejando a sus espaldas y abajo la estropeada cinta de asfalto y el hangar de plancha ondulada.

Mitch Morris se volvio para mirar a Hicks y a Ron Flagg en el asiento de atras. Frank Forrest, mediados los sesenta y tan corpulento como Morris, hizo inclinar bruscamente el aeroplano y lo oriento al este, luego lo hizo girar de nuevo antes de que tuvieran tiempo de recuperar el aliento. Morris se sujeto al asiento de Forrest con una enorme y callosa mano.

—?Estan todos bien? —pregunto a Hicks, sin apenas dirigir una mirada a Ron.

—Yo si —dijo Hicks, tragando un anonimo algo en su garganta.

—?Y usted, Ron?

—No he volado mucho —dijo Flagg, la piel palida y empapada.

—Frank es un experto. Volo en Super Sabres durante la guerra. La Guerra de Corea. Su padre volo en Buffalos en Midway. Alli fue donde murio, ?verdad, Frank?

—Los malditos aviones eran ataudes volantes —dijo Forrest.

Hicks noto el estremecimiento de la Comanche en una corriente ascendente de las bajas colinas a sus pies. Estaban volando por debajo de los ciento cincuenta metros. Una colina cubierta de escoria volcanica cerca de Shoshone paso por debajo de ellos, tan cerca que le corto el aliento.

—Espero que no piense usted que somos impetuosos —dijo Morris.

—Dios no lo permita —murmuro Hicks, concentrado en su estomago.

—Le debemos mucho a la senora Morgan. Tambien nos gusta Stella, y la Lisa de Ron es una gran chica. Queremos asegurarnos de que todos estan bien, se hallen donde se hallen. No querriamos descubrir que han sido llevados a ese lugar de pruebas en Nevada para ser usados como conejillos de indias o algo parecido, ?entiende?

Hicks fue incapaz de decidir si Morris lo estaba sugiriendo o desechando.

—Entonces, ?que es lo que piensa que tienen en Furnace Creek? —pregunto Forrest—. Mike, el chico de la estacion, dice que trajeron a un piloto ruso muerto. ?Es por eso por lo que esta usted aqui…, para adelantarse a todo el mundo en el asunto del piloto ruso muerto?

—No creo que sea eso lo que tienen —dijo Hicks.

—?Que es, entonces? ?Que puede haber traido al viejo Crockerman hasta aqui?

Hicks penso por unos momentos acerca de los posibles efectos desagradables de hablar de visitantes del espacio con aquellos hombres. Casi podia simpatizar con los esfuerzos de cualquier gobierno por mantener aquellas cosas en secreto.

Sin embargo, Australia estaba llena de hombres como aquellos: duros, llenos de recursos, valientes, pero no particularmente imaginativos o brillantes. ?Por que confiaria Australia en la reaccion del publico, y no los Estados Unidos?

—No estoy seguro —dijo—. He venido movido por una intuicion, pura y simple.

—Las intuiciones nunca son puras y simples —respondio secamente Forrest—. Usted es un hombre listo. Ha venido por alguna razon.

—La senora Morgan parece creer que es usted importante —senalo Morris.

—Bueno…

—?Es usted medico? —pregunto Flagg, con el aspecto de alguien que necesita realmente asistencia medica.

—Soy escritor. Estoy licenciado en ciencias biologicas, pero no soy medico.

—Tenemos todo tipo de licenciados en Shoshone —dijo Morris—. Geologos, arqueologos, etnologos… Estudian a los indios, ?sabe? A veces entran en el Crow Bar y se sientan y tenemos alguna conversacion realmente interesante. No crea que solo somos un punado de ratas del desierto.

—No crei que lo fueran —respondio Hicks. ?Oh?

—De acuerdo. ?Frank?

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