—Dentro de poco llegaremos a Furnace Creek.

Hicks miro a traves de la ventanilla lateral y vio la arena blanca y tostada y las manchas de vegetacion, sucias carreteras a escala de tren de juguete y caminos de tierra. Luego vio la carretera principal. Forrest hizo que la Comanche diera otra pirueta. El estomago de Hicks mantuvo su disciplina, pero Flagg gimio.

—?Alguien tiene una bolsa? —pidio—. Por favor.

—Puedes contenerte —le aseguro Morris—. Deja las acrobacias, Frank.

—Ahi esta —dijo Forrest.

Inclino el aparato de tal modo que Hicks se descubrio contemplando practicamente en vertical, debajo de el, un conjunto de edificios esparcidos entre rocas color pardo oxido, cadaveres de arboles verdes y bajas colinas. Pudo distinguir un campo de golf extendiendo su brillante verde por entre la aridez, una pequena pista de aterrizaje y un aparcamiento asfaltado lleno de coches y camionetas y, elevandose en aquellos momentos del aparcamiento, un helicoptero verde de dos plazas, un Cobra del Ejercito.

—Mierda —dijo Forrest, tirando bruscamente hacia atras de la palanca. Los motores de la avioneta chillaron, y la Comanche giro sobre si misma como una hoja atrapada por un fuerte viento.

El helicoptero les intercepto y se mantuvo al lado de la Coman-che, sin que importaran los giros y revueltas que ejecuto Forrest. Flagg vomito, y su vomito golpeo contra las ventanillas laterales y contra Hicks, y parecio cobrar vida propia, burbujeando entre las paredes y el aire. Hicks lo aparto freneticamente de si con las manos. Morris chillo y maldijo.

El Cobra fue ganandoles rapidamente la partida. Un copiloto con uniforme y casco en el asiento de atras les hizo gestos de que aterrizaran.

—?Donde esta su radio? —pregunto Hicks—. Conectela. Dejeles que hablen con nosotros.

—Infiernos, no —dijo Forrest—. Si lo hago, tendre que aceptar…

—Maldita sea, Frank, nos dispararan si no hace lo que dicen —exclamo Morris, con la barba agitandose con los movimientos del aparato.

El copiloto del helicoptero senalo meticulosamente la carretera de abajo. Coches verdes y camiones con pintura de camuflaje circulaban a toda velocidad hacia uno y otro lado.

—Sera mejor que aterricemos —admitio Forrest. Se aparto del helicoptero, descendio con una sorprendente velocidad, alzo el morro de la Comanche, y poso el aparato con al menos cuatro grandes botes sobre la gris cinta de asfalto.

Hicks intento controlarse contra el bullir de todas sus visceras en su interior. Cuando estuvieron rodeados por lo que tomo por hombres del Servicio Secreto —con trajes grises y marrones— y policia militar con uniformes azul oscuro, lo habia conseguido. Flagg habia dejado caer su cabeza y seguia medio atontado en su asiento.

—Maldita sea —dijo Morris, lo mas original de su repertorio que pudo encontrar.

15

Arthur, mas encorvado de lo habitual, descendio por el embaldosado pasillo de la hosteria, sin contemplar apenas las paredes de adobe y los tapices navajos blancos, negros y grises que colgaban encima de los antiguos anaqueles. Llamo a la puerta de Harry y retrocedio unos pasos, las manos en los bolsillos. Harry abrio la puerta y agito el brazo, impaciente, para que entrara. Luego regreso al cuarto de bano para terminar de afeitarse. Se estaban preparando todos para reunirse a cenar con el presidente en el espacioso comedor del complejo dentro de una hora.

—No se lo esta tomando muy bien —dijo Arthur.

—?Quien, Crockerman? ?Que esperabas?

—Algo mejor que esto.

—Todos estamos mirando por el canon de una pistola.

Arthur alzo la vista hacia la brillante puerta abierta del cuarto de bano.

—?Como te sientes tu?

Harry salio levantandose una oreja para pasar la navaja por debajo de ella, el rostro blanco con los restos de la crema de afeitar.

—Bastante bien —dijo—. Dentro de un par de dias tendre que irme para el tratamiento. Te lo adverti.

Arthur agito la cabeza.

—Ningun problema. Esta previsto. El presidente se marcha pasado manana. Manana conferencia con Xavier y Young.

—?Y a continuacion que?

—Negociaciones con los australianos. Ellos nos mostraran los suyos, nosotros les mostraremos los nuestros.

—?Y luego que?

Arthur se encogio de hombros.

—Quiza nuestro aparecido sea un mentiroso.

—Si me lo preguntas —dijo Harry—, te dire que…

—Lo se. Todo el asunto apesta.

—Pero Crockerman ha tragado el mensaje. Esta trabajando en el. Young y Xavier habran visto el lugar… Ah, Senor. —Harry se seco el rostro con una toalla—. Esto no es tan divertido como pense que iba a ser. ?No es una jodida mierda? La vida es siempre una jodida mierda. Estabamos tan excitados. Ahora es una pesadilla.

Arthur alzo una mano.

—?Adivinas quien fue capturado a bordo de una avioneta con tres tipos del desierto?

Harry parpadeo.

—?Como demonios deberia adivinarlo?

—Trevor Hicks.

Harry se lo quedo mirando.

—No lo estas diciendo en serio.

—El presidente esta leyendo su novela en estos momentos, lo cual ya es humor, y no se trata en absoluto de una coincidencia. Evidentemente, tenia la impresion de que aqui habia material para investigar. Los tres tipos del desierto han sido devueltos a Shoshone con una fuerte reprimenda y la perdida de su aparato y licencia. Hicks ha sido invitado a la cena de esta noche.

—Esto es una locura —murmuro Harry, apagando la luz del cuarto de bano y tomando su camisa de la esquina de la cama—. Se trata de un periodista.

—Crockerman quiere hablar de algunas cosas con el. Obtener una segunda opinion.

—Ya tiene un centenar de opiniones a su alrededor.

—La ultima vez que me encontre con Hicks —dijo Harry—, supongo que le cai bien.

—Ahora tienes tu oportunidad.

Arthur abandono la habitacion de su amigo unos minutos mas tarde, sintiendose peor que nunca. No podia desprenderse de las sensibilidades de un nino decepcionado. Aquel habia sido un maravilloso regalo anticipado de Navidad, brillante y lleno de esperanzas de un inimaginable futuro, un futuro de seres humanos interactuando con otras inteligencias. Ahora, por el amor de Dios, la Tierra podia dejar de existir en cualquier momento.

Inspiro profundamente y cuadro los hombros, deseando, no por primera vez, que el esfuerzo fisico eliminara sus lugubres pensamientos.

Las camareras y cocineros detras de las blancas paredes y columnas paneladas en cobre del comedor habian presentado un menu formal de chuletas, arroz y ensalada Cesar, con las verduras de la ensalada un poco pasadas debido a la interrupcion de los suministros, pero todo lo demas muy aceptable. Alrededor de una mesa rectangular formada por cuatro mesas mas pequenas reunidas se sentaban los principales actores de la funcion en la Caldera, mas Trevor Hicks, que actuaba como si quisiera recuperar en un momento todo el tiempo perdido.

He tropezado con un premio gordo, se dijo cuando el presidente y el secretario de Defensa entraron en el comedor y ocuparon sus asientos. Dos agentes del Servicio Secreto comian en una

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