—?Y que hay acerca de usted? —pregunto ella—. ?Que es lo que hace?
—Elaborar una lista —respondio.
—?Quien va a ir, y quien no?
Dudo, luego asintio con la cabeza.
—En realidad, nos estamos concentrando mas en la lista de a quienes mas reclutar. Todavia queda mucho trabajo por hacer, y no hay tanta gente como eso para hacerlo.
—No creo que mis chicos y yo vayamos —dijo la mujer. Se quedo mirando la mesa, el rostro flaccido, luego alzo lentamente las cejas y se puso en pie—. Jenny —dijo—, retira la mesa.
—?Nosotros no vamos a ir, mama? —pregunto el nino.
—Callate, Jason —ordeno su hermana.
—?Mama? —insistio Jason.
—No vamos a ir a ninguna parte, y presta atencion a tu hermana, a lo que dice.
Esa pregunta seguia aun sin respuesta. Hicks preferia pensar que seguian teniendo dominio de su voluntad, lo cual implicaba que aquella mujer demostraba una cualidad humana autenticamente admirable: un abnegado valor.
Dos dias mas tarde le llevo en coche al aeropuerto, y tomo un avion a San Francisco. Solo a bordo del aparato se dio cuenta de que habia oido los nombres de los hijos de la mujer, pero no el de ella.
A mucha altura sobre la Tierra, por encima del manto de oscuras nubes, Hicks dormito y tecleo notas en su ordenador y se dio cuenta de que no estaba, por el momento, en conexion. La red le habia dejado libre durante aquellas pocas horas y no era coparticipe del ordenado flujo de voces e informacion. Tenia tiempo para pensar y para hacerse preguntas.
Medito sobre esas cosas con los ojos cerrados, gozando de su intimidad temporal. Luego, movido por un impulso, inserto un disco que contenia los textos de sus obras completas en el ordenador y tecleo
Pero el orgullo estaba ampliamente enmascarado por la tristeza. El libro hablaba de un futuro. ?Que futuro habia aqui? Ciertamente no el que habia imaginado, un futuro de seres humanos y extraterrestres interactuando en una enorme mision de aventuras y descubrimiento. En algunos aspectos, aquello parecia ahora lamentablemente ingenuo.
La vida en la Tierra es dura. La competencia para las necesidades de la vida es feroz. Que ridiculo creer que la ley de la supervivencia del mas apto no es aplicable en todas partes, o que puede ser negada por el progreso de la tecnologia en una civilizacion avanzada.
Y sin embargo…
Alguien ahi fuera estaba pensando de modo altruista.
Habia escrito aquello en una ocasion, en un articulo sobre el desarrollo del tercer mundo que no habia llegado a ser publicado. Las naciones desarrolladas podian servir mejor sus intereses fomentando el crecimiento y el desarrollo de las naciones mas debiles y menos privilegiadas…
Y quizas eso era lo que estaba ocurriendo aqui.
Pero muchos expertos en estrategia habian leido su articulo y lo habian criticado severamente, citando muchos ejemplos historicos para demostrarle que estaba equivocado. «?A que intereses sirve la Union Sovietica?», le habia preguntado un lector. La Union Sovietica, habia reconocido el, era mas fuerte que nunca — aparentemente—, pero se enfrentaba a enormes problemas coordinando las naciones y pueblos que habia absorbido, problemas que otros creian que podian resultar fatales a largo plazo. «Pero todavia no…, ?y cuantas naciones duran mas de un siglo?», habia respondido el critico.
Los destructores de sondas, entonces, eran en definitiva lanzados por puro egoismo. ?Pero por que intentan conservar civilizaciones posiblemente competidoras? ?Por que no simplemente destruir los devoradores de planetas y acabar con ellos?
La red no estaba disponible para el; todo lo que tenia era recuerdos implantados, informacion a la que no siempre podia acceder sin la ayuda de la red.
A menudo espoleaba sus pensamientos dejando que hablaran sus dedos. Ahora abrio un archivo y empezo a escribir. Las primeras frases brotaron como un galimatias y las borro.
Pero por mucho que lo intentaba, no conseguia poner las cosas en orden.
Cuando estaba fuera de la calmante y persuasiva direccion de la red, aquella ausencia de una respuesta le preocupaba.
Harry Feinman no conseguia conectar con su pasado. Ese tiempo en el que podia moverse y estaba libre del dolor era una ficcion, algo fraguado por su imaginacion. No podia concebir el haber hecho el amor alguna vez o el haber comido una comida completa. En los pocos momentos de lucidez que le quedaban cada dia, registraba su cuerpo en busca de algun signo de aquel pasado y no encontraba nada. Todo estaba fallando. Era una persona distinta; Harry Feinman ya habia muerto.
Pasaba la mayor parte del tiempo durmiendo y casi dormido, profundamente sedado. Pensaba o sonaba vagamente en la vida despues de la muerte, y decidio que en realidad la cuestion no importaba; cualquier cosa, incluso el completo olvido, era mejor que aquella semiexistencia.
Ithaca entraba y salia de la habitacion como una nube. Cuando era presa del dolor, entre medicaciones, se sentaba a su lado tan nitida como el filo de una navaja, sin decir nada mientras el permanecia tendido rigido, con los dientes encajados.
La diferencia entre el dia y la noche ya no era clara para el. A veces las luces estaban apagadas cuando permanecia despierto, otras veces no.
Habia una hora milagrosa en la que de alguna forma su medicacion estaba perfectamente equilibrada, y se sentia casi normal, y en estas ocasiones apreciaba la presencia de Ithaca. Le decia que deseaba casarse de nuevo con ella, y ella aceptaba aquella no intencionada tortura con la calma que el habia llegado a esperar y en la que confiaba; luego recordaba haberselo dicho varias veces antes.
—?Por que preocuparnos por ello? —murmuraba suavemente ella—. Probablemente dentro de poco todos habremos desaparecido, de todos modos.
Harry agitaba la cabeza como si no estuviera de acuerdo, pero ella le miraba con su mirada de «Oh, vamos», con una ceja ligeramente arqueada, y el decia: