Un antiguo Chevy Vega con matricula de Texas cruzo el puente de piedra en direccion opuesta y le lanzo un bocinazo a Edward. Edward se volvio y vio todo un collage de pegatinas cubriendo la parte trasera del coche, incluidos en portamaletas y las esquinas inferiores de la ventanilla posterior. Una de ellas, rosa, muy llamativa, atrajo inmediatamente su atencion: MI ESPECIALIDAD SON LAS MUJERES, NO LAS ARMAS DE FUEGO. Un descolorido cuadrado de plastico amarillo colgaba de la esquina superior de la ventanilla: ?CUIDADO! NINO BUCEANDO.
—?Hey, Edward!
—?Minelli! —Avanzo hacia la ventanilla y se inclino para apretar afectuosamente con la mano la nuca de Minelli—. Tipo loco. ?Es tuyo? —Senalo al Vega con la mano.
—Lo compre hace tres semanas, completo, con toda la decoracion. Una belleza, ?verdad?
—Me alegra de veras verte.
—Me alegra que me
—Correcto —dijo Edward—. ?Y tu?
—Hice una escena en la oficina del instituto. Me devolvieron mis papeles y me sacaron a patadas y me dijeron adelante, demandenos. Me volvi loco. Me compre esto y he estado conduciendo por ahi desde entonces. Volvi a Shoshone y me deje caer por la tienda de alimentacion. Dije hola a todo el mundo. Stella no estaba alli. Estaba fuera en Las Vegas, hablando con los abogados acerca de no se que sobre derechos minerales. Bernice estaba alli. Me pregunto por ti. Le dije que estabas bien. ?Lo estas?
—Estupendamente —dijo Edward—. Aparca y vamos a dar un paseo.
—?Donde?
—He oido decir que hay escaladores en El Capitan.
—Huau. Exactamente igual que en Disneylandia.
Minelli aparco el coche bajo una nube de azules gases de escape. Dio una fuerte palmada al portamaletas antes de abrirlo.
—?Para que gastar dinero en algo que no va durar mas de uno o dos meses?
—Parece como si fuera a descomponerse en medio de ninguna parte —comento Edward.
—Hey, yo siempre he confiado en la amabilidad de los desconocidos.
—Con tu sentido del humor, eso puede ser peligroso.
Minelli se encogio de hombros y abrio los brazos al sol.
—Rayos ultravioletas, haced lo que querais conmigo. Ya no me importa una maldita mierda.
Siguieron la carretera asfaltada durante tres kilometros, mas alla de los Tres Hermanos, luego tomaron un sendero durante otro kilometro y medio y se detuvieron en el prado de El Capitan, alzando la vista hacia la enorme y antigua pared de granito gris. Una palida linea quebrada mostraba el lugar donde una lamina de roca se habia roto en 1990, revelando la superficie de debajo, no erosionada aun por la intemperie.
—Es magnifico. No venia aqui desde hace diez, doce anos —dijo Minelli—. ?Por que has venido tu?
—Recuerdos infantiles. Es el mejor lugar de toda la Tierra.
Minelli asintio energicamente.
—Cualquier lugar donde este yo ahora es el mejor lugar de toda la Tierra, pero este es mejor que la mayoria. No veo a nadie ahi arriba. ?Donde estan?
Edward extrajo unos binoculares pequenos.
—Busca hormigas llevando cuerdas y mochilas —dijo—. He oido decir que hoy son cinco o seis.
—Cristo —dijo Minelli, protegiendose los ojos—. Veo un punto negro. No. Es un punto azul. El color de mi saco de dormir. ?Es eso?
Edward trazo una linea con el dedo desde el pequeno puntito azul.
—Mira un poco mas arriba, un par de grados. Ahi. —Tendio a Minelli los binoculares. Minelli barrio con ellos hacia uno y otro lado en arcos descendentes y se detuvo, alzando las cejas sobre los oculares.
—Lo tengo. O la tengo. Cuelga ahi.
—Hay otro encima —dijo Edward—. Deben ser un equipo. Apenas pueden verse las cuerdas entre ellos.
—?Cuanto tiempo se necesita para llegar hasta arriba?
—Un dia, me dijo alguien. Quiza mas. A veces pasan la noche ahi arriba, colgados en un saco, o en una cornisa si tienen suerte.
Minelli le devolvio los binoculares.
—Solo pensar en ello me hace estremecer.
Edward agito la cabeza.
—No se. Yo lo entiendo. Piensa en el logro. Ponerse de pie ahi en la cima, mirar a todo desde arriba. Debe ser como construir un rascacielos y saber que es tuyo.
Minelli hizo una mueca de duda.
—?Que mas ocurre aqui? El lugar esta desierto.
—Practicamente. Hay un grupo que se reune en el anfiteatro de Curry Village esta noche. Una banda da un concierto manana por la noche. Los guardias estan realmente aburridos. Se dedican a hacer excursiones por su cuenta los fines de semana.
—Todo el mundo se queda en casa. El senor y la senora Mamipapi acurrucados cerca de su television, ?eh?
Edward asintio, luego alzo los binoculares y descubrio otro escalador.
—?Les culpas por ello?
—No —dijo suavemente Minelli—. Si yo tuviera una casa o alguien que me cuidara, una mujer, quiero decir…, ahi es donde estaria. Dije adios a mi hermana y a mi madre. No saben que demonios esta ocurriendo. Son demasiado ignorantes para sentirse asustadas. Mi madre dice: «Dios cuidara de nosotros. Somos sus hijos.» Quiza lo haga. Pero si no lo hace, estoy contigo. No albergare resentimientos. Todavia puedo admirar las obras maestras del Viejo Tipo.
—A veces es mejor ser ignorante —dijo Edward, bajando los binoculares.
Minelli agito obstinadamente la cabeza.
—Al final, quiero saber lo que esta ocurriendo. No deseo ese… panico, cuando llegue. Quiero saber y sentarme y mirar tanto de ello como pueda. Quiza este sea el mejor asiento de la casa —senalo hacia la moteada cara de roca—. Ahi, arriba, en algun sitio.
Puesto que la cabina de lona de Edward tenia dos camastros, le ofrecio uno a Minelli, pero este lo rechazo.
—Mira —dijo—, ni siquiera cobran por ellas ahora. Pregunte abajo en el pueblo, y los tipos me dijeron adelante, duerme en una, la que quieras, simplemente mantenla limpia. Deseo a alguien del sexo opuesto conmigo cuando ocurra. ?Y tu?
—Seria estupendo —admitio Edward.
—De acuerdo entonces. Vamos a ir juntos, y buscaremos mujeres…, mujeres listas, quiero decir, que sepan tanto como nosotros lo que esta ocurriendo, y lo celebraremos juntos. Traje algo de comida conmigo, y la tienda del pueblo esta llena a rebosar de vino y cerveza y comida congelada. Vamos a pasarlo bien.
Al anochecer, se ducharon y se pusieron ropa limpia, y bajaron al anfiteatro, pasando junto a las cabinas de armazon de madera. Una pareja de mediana edad permanecia sentada en sillas plegables ante la puerta abierta de una de ellas, escuchando una radio portatil con el sonido muy bajo. Se saludaron mutuamente.
—?No van a ir a la reunion? —pregunto Edward.
El hombre nego con la cabeza.
—Esta noche no —dijo—. Todo esta demasiado pacifico.
—De todos modos lo oiran desde aqui —advirtio Minelli.
El hombre y la mujer sonrieron y les despidieron con la mano mientras se alejaban.
—Ya nos lo contaran si hay algo interesante.
—Indiferencia —comento Minelli a Edward mientras pasaban por delante del edificio de administracion y el