precisamente intachable, y eso no se puede pasar por alto.

– Si quiere que le diga la verdad, en la vida intachable de algunas personas hay muchas cosas censurables. No soy tonta, senorita Vane. No cabe duda de que mi vida ha sido intachable en lo que se refiere a los pecados mas generosos, pero hay ciertos puntos sobre los que espero que usted sostenga una opinion mas equilibrada que ciertas personas. No creo que haga falta que anada nada mas, ?no le parece?

A continuacion Harriet fue a ver a la senorita Lydgate, con la excusa de preguntarle que pensaba hacer con las pruebas mutiladas que obraban en su poder. Encontro a la tutora de ingles corrigiendo pacientemente un montoncito de trabajos de las alumnas.

– Pase, pase -dijo la senorita Lydgate animadamente-. Casi he acabado con esto. Ah, ?es por lo de mis pruebas? Pues creo que no me van a servir de gran cosa. Francamente, son indescifrables. Me temo que no me queda mas remedio que reescribirlas desde el principio. En la imprenta deben de estar tirandose de los pelos, los Pobres. No tendre muchas dificultades con la mayor parte, o eso espero, y tengo el borrador de la introduccion, o sea que no es tan terrible como podria haber sido. Lo peor es la perdida de varias notas a pie de pagina del manuscrito y dos apendices que tuve que incluir a ultima hora para refutar ciertas conclusiones, en mi opinion poco meditadas, del senor Elkbottom en su ultimo libro, La versificacion moderna. Cometi la estupidez de escribirlos en las paginas en blanco de las pruebas, y son irrecuperables. Tendre que verificar todas las citas en el libro de Elkbottom. Resulta tedioso, sobre todo a final de curso, cuando hay tanto trabajo, pero es culpa mia, por no anotarlo todo como es debido.

– No se si yo podria ayudarla con las pruebas. De buena gana dedicaria unas cuantas noches a esa tarea, si sirviera de algo. Estoy acostumbrada a hacer autenticos malabarismos con las pruebas, y creo que recuerdo lo suficiente de mis tiempos escolares para mostrarme razonablemente preparada con respecto a los anglosajones y los primeros ingleses.

– ?Eso me resultaria de enorme ayuda! -exclamo la senorita Lydgate, y se le ilumino el rostro-. Pero ?no seria abusar demasiado de su tiempo?

Harriet dijo que no, que llevaba bastante adelantado su trabajo y le gustaria dedicar algun tiempo a la Prosodia inglesa. Lo que tenia pensado era que si realmente queria hacer pesquisas en Shrewsbury, las pruebas de la senorita Lydgate proporcionarian una buena excusa para su presencia en el college.

La oferta quedo en el aire de momento. Con respecto a la autora de los desaguisados, la senorita Lydgate no pudo sugerir nada, salvo que, quienquiera que fuese, la pobre debia de tener una enfermedad mental.

Al salir de la habitacion de la senorita Lydgate, Harriet se encontro con la senorita Hillyard, que descendia la escalera desde sus aposentos.

– Bueno, ?como va la investigacion? Ah, claro, no deberia preguntarselo. Se las ha ingeniado para arrojar la manzana de la discordia entre nosotras, y con ganas. Sin embargo, como esta usted tan acostumbrada a ser la destinataria de comunicados anonimos, no cabe duda de que es la persona idonea para encargarse de esta situacion.

– En mi caso, solo he recibido lo que hasta cierto punto me merecia, pero este asunto es completamente distinto. No se trata del mismo problema. El libro de la senorita Lydgate no podria haber sido motivo de ofensa para nadie.

– Excepto para algunos de los hombres cuyas teorias rebate -replico la senorita Hillyard-. Sin embargo, dadas las circunstancias, el sexo masculino parece excluido de la investigacion. En otro caso, este ataque en serie contra un college femenino para mi seria indicio del tipico resentimiento masculino contra las mujeres cultas, pero claro, usted lo consideraria ridiculo.

– En absoluto. Hay multitud de hombres resentidos, pero no creo que haya hombres rondando de noche por el college.

– Yo no estaria tan segura -replico la senorita Hillyard, sonriendo sarcasticamente-. Lo que dice la administradora, que las puertas se cierran con llave, es absurdo. ?Que podria impedirle a un hombre ocultarse en el jardin antes de que se cierren las puertas y escabullirse cuando vuelven a abrirlas por la manana? ?O incluso saltar por los muros, ya puestos?

A Harriet aquella teoria le parecio inverosimil, pero interesante a pesar de todo, como prueba de los prejuicios de su interlocutora, practicamente obsesivos.

– Lo que, en mi opinion, apunta a la autoria de un hombre es la destruccion del libro de la senorita Barton, que es abiertamente feminista. Supongo que no lo habra leido y que probablemente no le interesara, pero ?por que otra razon habrian escogido ese libro? Harriet se despidio de la senorita Hillyard en la esquina del patio y se dirigio al edificio Tudor. No albergaba muchas dudas sobre quien podria oponerse a que ella investigara. Si habia que buscar a alguien de mente calenturienta, saltaba a la vista que la de la senorita Hillyard era un tanto retorcida. Y, pensandolo bien, no podia demostrarse de ninguna manera que las pruebas de la senorita Lydgate hubieran llegado a la biblioteca ni que hubieran salido de las manos de la senorita Hillyard. Ademas, no cabia duda de que la habian visto en el umbral de la sala del profesorado antes de la hora de la capilla el domingo por la manana. Si la senorita Hillyard era tan demente como para propinar semejante golpe a la senorita Lydgate, debia ser internada en un manicomio, y lo mismo era aplicable a cualquier otra persona.

Entro en el Tudor y llamo a la puerta de la habitacion de la senorita Barton. Cuando ella la invito a entrar, le pregunto si podia prestarle un ejemplar de El lugar de la mujer en el Estado moderno.

– ?El sabueso en plena faena? -dijo la senorita Barton-. Aqui tiene, senorita Vane. A proposito: quiero disculparme por algunas cosas que dije la ultima vez que estuvo usted aqui. Me alegraria que usted solucionara este asunto tan desagradable, algo que seguramente no le resultara grato. Admiro mucho a cualquiera que sea capaz de supeditar sus sentimientos al interes comun. Evidentemente, se trata de un caso patologico, como toda conducta antisocial, en mi opinion, pero supongo que no hay ni que plantearse procedimientos judiciales. Eso espero, al menos. No deseo que el asunto se lleve ante los tribunales, y por ese motivo estoy en contra de contratar detectives de ninguna clase. Si logra usted llegar al fondo de la cuestion, estoy dispuesta a prestarle toda la ayuda posible.

Harriet le dio las gracias por haberle dado su opinion y el libro.

– Seguramente es usted la mejor psicologa que hay aqui -dijo-. ?Que piensa de todo esto?

– Pues que seguramente se trata de lo de siempre: un deseo morboso de llamar la atencion y armar revuelo. Las personas mas sospechosas son las adolescentes y las de mediana edad. Dudo mucho que sea algo mas, quiero decir, aparte de que las obscenidades, algo fortuito, apuntan a la existencia de un trastorno sexual, pero eso es lo normal en casos como estos. Ahora bien, no sabria decirle si deberia buscar a una atrapahombres o a una odiahombres -anadio la senorita Barton, con el primer destello de humor que le habia visto Harriet.

Tras haber guardado los recientes hallazgos en su habitacion, Harriet penso que era el momento de ir a ver a la decana. Estaba con ella la senorita Burrows, muy cansada y cubierta de polvo tras el trabajo en la biblioteca, reconfortandose con un vaso de leche caliente al que la senorita Martin habia insistido en anadir un chorrito de whisky para favorecer el sueno.

– Hay que ver lo que cambia la idea que se tiene sobre las costumbres del claustro cuando se es antigua alumna -dijo Harriet-. Yo pensaba que solo habia una botella de alcohol fuerte en el college, y que la administradora la guardaba bajo llave y candado para emergencias de vida o muerte.

– Antes si que era asi -dijo la decana-, pero con la edad me estoy volviendo frivola. Incluso a la senorita Lydgate le gusta tener su pequena reserva de aguardiente de cerezas para los dias especiales y las vacaciones. Y la administradora esta pensando en una pequena bodega de oporto para el college.

– ?Dios santo! -exclamo Harriet.

– En teoria, las alumnas no deben ingerir alcohol -dijo la decana-, pero yo no saldria fiadora por lo que contienen los armarios del college.

– Al fin y al cabo, sus aburridos padres las acostumbran a tomar cocteles y esas cosas en casa, asi que seguramente les parecera absurdo no hacer lo mismo aqui -dijo la senorita Burrows.

– ?Y que se puede hacer? ?Una investigacion policial de sus cosas? Yo me niego en redondo. No podemos convertir el college en una prision.

– El problema es que todo el mundo se burla de las restricciones y reclama libertad hasta que pasa algo engorroso -tercio la bibliotecaria-. Entonces preguntan airadas que ocurre con la disciplina.

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