Harriet se quedo esperando y al fin oyo un leve tintineo. Se hizo un silencio y despues oyo el movimiento del marco de una ventana. Otro silencio, mas largo. Volvio a la biblioteca de narrativa y retiro la mesa de la puerta. Al cabo de seis o siete minutos vio que el picaporte se movia y oyo un golpecito al otro lado de la puerta de roble. Se agacho hasta la cerradura y dijo: «?Que pasa?», y a continuacion presto oidos.

– Aqui no hay nadie -dijo la senorita Barton al otro lado-. No esta la llave, y hay un lio espantoso.

– Voy para alla.

Harriet atraveso apresuradamente el comedor y dio la vuelta hasta la fachada de la biblioteca. Alli vio la ventana que habia abierto la senorita Barton, entro por ella y subio a todo correr las escaleras de la biblioteca.

– ?Vaya! -dijo.

La nueva biblioteca era una sala magnifica, de techos altos, con seis cubiculos orientados hacia el sur e iluminados por otras tantas ventanas que llegaban casi desde el suelo hasta el techo. En el lado septentrional, la pared, sin ventanas, estaba revestida de estanterias hasta tres metros de altura. Por encima habia un espacio vacio, donde en un futuro podria construirse otra galeria cuando los libros excedieran la capacidad de las estanterias existentes. La senorita Burrows y su equipo habian adornado ese espacio vacio con una serie de grabados, como los que posee toda comunidad academica, que representaban el Partenon, el Coliseo, la columna de Trajano y otros temas clasicos y topograficos.

Todos los libros de la sala estaban tirados por el suelo; habian vaciado las estanterias por el expeditivo metodo de desencajarlas. Habian arrancado los grabados y habian adornado el espacio vacio con un friso de dibujos, toscamente realizados con pintura marron y con inscripciones de unos treinta centimetros de altura, todo ello sumamente indecoroso. En medio del caos se erguia triunfalmente una escalerilla y un bote de pintura con una brocha dentro, para demostrar como se habia llevado a cabo la transformacion.

– Todo echado a perder -dijo Harriet.

– Si -reconocio la senorita Barton-. Bonito recibimiento para lord Oakapple. -Su voz tenia un tono extrano… casi de satisfaccion. Harriet la miro con dureza-. ?Que va a hacer? ?Que se hace en estos casos? ?Registrarlo todo con lupa o llamar a la policia?

– Ninguna de las dos cosas -contesto Harriet. Se quedo reflexionando unos momentos-. Lo primero es ir a buscar a la decana. Lo segundo, buscar las llaves originales o las copias. Lo tercero, quitar esas inscripciones asquerosas antes de que las vea nadie. Y en cuarto lugar, dejar la habitacion en condiciones antes de las doce. Tenemos tiempo de sobra. ?Tendria la amabilidad de ir a despertar a la decana y traerla aqui? Mientras tanto, echare un vistazo, a ver si encuentro alguna pista. Despues hablaremos sobre quien ha hecho todo esto y como se ha escapado. Dese prisa, por favor.

– ?Vaya! -dijo la profesora-. Asi me gusta: las personas que saben lo que quieren.

Se marcho con una prontitud sorprendente.

– Su bata esta llena de pintura -reflexiono Harriet en voz alta-. Pero a lo mejor se ha manchado al entrar aqui. -Fue al piso de abajo y examino la ventana abierta-. Si, aqui es donde paso por encima del radiador humedo. Supongo que yo tambien me habre manchado. Si, claro, pero no hay nada que demuestre que todo viene de ahi. Pisadas recientes… suyas y mias, sin duda. Vamos a ver…

Siguio las huellas de pisadas hasta el ultimo tramo de la escalera, donde eran apenas visibles y por ultimo desaparecian. No encontro pisadas de una tercera persona, pero probablemente habia dado tiempo a que las de la intrusa se secaran. Quienquiera que fuese, debia de haber empezado su tarea muy poco despues de medianoche, como muy tarde. La pintura habia salpicado mucho; si se pudiera registrar todo el colegio en busca de ropa manchada de pintura, seria estupendo, pero provocaria un terrible alboroto, penso Harriet. La senorita Hudson… ?tenia manchas de pintura en alguna parte? Harriet creia que no.

Volvio a mirar a su alrededor y de repente se dio cuenta de que habia dejado todas las luces encendidas y de que las cortinas estaban descorridas. Si alguien estaba mirando desde alguno de los edificios de enfrente, el interior de la habitacion destacaria como un escenario iluminado. Apago las luces y corrio con cuidado las cortinas antes de volver a encenderlas.

– Ahora lo entiendo -dijo-. Esa era la idea. Las cortinas estaban corridas mientras hacia la faenita. Despues apago las luces y descorrio las cortinas. La pintora huyo y cerro la puerta con llave. Por la manana todo habria parecido normal desde fuera. ?Quien habria sido la primera persona en intentar entrar? ?Una criada, para dar una ultima pasada? Se habria encontrado con la puerta cerrada, habria pensado que la senorita Burrows la habia dejado asi y probablemente no habria hecho nada. Probablemente habria subido primero la senorita Burrows. ?Cuando? Poco despues de ir a la capilla, o un poco antes. No habria podido entrar. Habrian perdido mucho tiempo buscando las llaves, y cuando alguien hubiera logrado entrar, habria sido demasiado tarde para arreglar las cosas, con todo el mundo ya por alli. ?Y el rector…?

La senorita Burrows habria sido la primera en llegar, penso. Tambien habia sido la ultima en marcharse, y quien mejor sabia donde habian dejado los botes de pintura. ?Habria destrozado su propio trabajo, y habria destrozado sus propias pruebas la senorita Lydgate? ?Hasta que punto era solida semejante premisa psicologica? Se puede ser capaz de destruir cualquier cosa en el mundo, salvo tu propia obra pero, por otra parte, si eres lo suficientemente astuto, comprendes que es lo que la gente va a pensar, e inmediatamente tomas las medidas necesarias para que tu obra sufra danos.

Harriet recorrio lentamente la biblioteca. Habia una gran salpicadura de pintura en el parquet, y en el borde… ?Ah, si! Resultaria muy util registrar el college para buscar ropa manchada de pintura, pero era evidente que la culpable no llevaba zapatillas ?Para que ponerse nada? Los radiadores de aquella planta estaban funcionando al maximo y la ausencia de ropa no solo habria sido una buena tactica, sino una comodidad.

?Y como habria escapado aquella persona? Ni la senorita Hudson (si es que se le podia dar credito) ni Harriet se habian encontrado con nadie al subir, pero habia mediado suficiente tiempo para huir despues de que se apagaran las luces. Desde el fondo del antiguo patio no se habria visto una figura atravesando furtivamente el pasadizo abovedado del comedor. O, ya puestos, podria haber sido alguien que estuviera al acecho en el comedor mientras Harriet y la senorita Hudson hablaban en el pasillo.

– He metido un poco la pata -dijo Harriet-. Deberia haber encendido las luces del comedor para asegurarme.

Volvio a entrar la senorita Barton, con la decana, que miro a su alrededor y exclamo: «?Dios mio!». Parecia un mandarin pequenito pero robusto, con la larga coleta pelirroja y la bata azul acolchada salpicada de dragones escarlatas y verdes.

– ?Que tontas hemos sido! Deberiamos haberlo previsto. ?Pero si era lo mas evidente! Si se nos hubiera ocurrido, la senorita Burrows podria haber cerrado la puerta con llave antes de marcharse. ?Y ahora que hacemos?

– Lo primero que se me ocurre es aguarras -dijo Harriet-. Y en segundo lugar, Padgett.

– Pero cuanta razon tiene. Padgett sabra arreglarselas, como siempre. Es como la beneficencia: nunca falla. Gracias a Dios que ustedes han descubierto lo que pasaba. En cuanto limpien estas repugnantes inscripciones podremos dar una mano de temple de secado rapido o algo parecido, o empapelar la pared y… ?Dios mio! ?De donde vamos a sacar el aguarras, a menos que los pintores hayan dejado suficiente cantidad? Vamos a necesitar una cubeta. Pero seguro que Padgett lo solucionara.

– Voy ahora mismo a buscarlo y aprovechare para coger por banda a la senorita Burrows -dijo Harriet-. Tendremos que volver a colocar los libros. ?Que hora es? Las cuatro menos cinco… Creo que podemos hacerlo. ?Puede montar guardia hasta que yo vuelva?

– Si. Ah, bueno, ahora encontrara la puerta abierta. Por suerte, yo tenia otra llave. Una llave preciosa, encobrada… Era para lord Oakapple, pero tendremos que llamar a un cerrajero para la otra puerta, a menos que los albaniles tengan una copia.

Lo mas extraordinario de aquella extraordinaria manana fue la imperturbabilidad de Padgett. Atendio a Harriet ataviado con un bonito pijama de rayas y recibio instrucciones absolutamente impasible.

– Padgett, la decana lamenta comunicar que alguien ha estado cometiendo grandes desaguisados en la biblioteca nueva.

– ?De veras, senorita?

– Esta todo patas arriba y han pintarrajeado palabras y dibujos de lo mas ordinario en la pared.

– Lamentable, senorita.

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