importancia de evitar la publicidad. Nada puede perjudicar mas al college en particular y a las universitarias en general que los chismorreos propagados por la prensa, malintencionados y con informacion falsa. De momento, las alumnas parecen leales. Si alguna hubiera sido indiscreta, no cabe duda de que ya nos habriamos enterado.

– ?Y el novio de la senorita Flaxman, que esta en el New College?

– Tanto el como la senorita Flaxman han actuado muy bien. Naturalmente, al principio se considero un asunto estrictamente personal, pero cuando la situacion cambio, hable con la senorita Flaxman, y me aseguro que su prometido y ella guardarian silencio hasta que todo se aclarase.

– Ya -dijo Harriet-. En fin, haremos lo que podamos. Me gustaria proponer una cosa: que se dejen encendidas las luces de los pasillos por la noche. Bastante complicado resulta vigilar una serie de edificios grandes a plena luz del dia, pero en plena oscuridad es imposible.

– Una idea muy sensata -replico la doctora Baring-. Hablare del asunto con la administradora.

Y Harriet tuvo que conformarse con tan insatisfactoria solucion.

Capitulo 7

Cloris bienamada, triste no estes,

que estas Furias no te arredren;

alla esas insensatas con su locura,

de infernal orgullo arrebatadas.

Que tus nobles pensamientos

no desciendan como sus sentimientos,

a quienes ni consejo enmienda

ni aun los dioses castigo imponen.

MICHAEL DRAYTON

En Shrewsbury College desperto cierto interes que la senorita Harriet Vane, la conocida escritora de novelas policiacas, estuviera pasando un par de semanas alli con el fin de investigar sobre la vida y la obra de Sheridan Le Fanu en la Biblioteca Bodleiana. La excusa era estupenda, y Harriet recopilaba material, sin prisas, para un estudio sobre Le Fanu, si bien la Bodleiana no era quiza el lugar mas indicado, pero de alguna manera habia que explicar su presencia, y Oxford siempre esta dispuesto a creer que la Bodleiana es el centro mismo del saber universal. Encontro suficientes referencias en las publicaciones periodicas para justificar respuestas optimistas a las amables preguntas sobre el avance de su trabajo y, si bien sesteaba a menudo en los brazos de la Biblioteca Duque Humphrey, para compensar las horas que pasaba fisgoneando por los pasillos de noche, no era la unica persona en Oxford a quien el ambiente creado por el cuero viejo y la calefaccion central propiciaba el sueno.

Al mismo tiempo dedicaba muchas horas a poner orden en las caoticas pruebas de la senorita Lydgate. Se volvio a escribir la introduccion y se restauraron los parrafos, gracias a la vasta memoria de la autora; se sustituyeron las paginas danadas por nuevas pruebas; se eliminaron cincuenta y nueve errores y puntos oscuros en las remisiones; la replica al senor Elkbottom, mas contundente y concluyente, se incorporo al texto, y los responsables de la Oxford Press empezaron a hablar esperanzados de la fecha de publicacion.

La autora de las cartas anonimas se habia asustado, ya fuera por las rondas nocturnas de Harriet, o quiza simplemente por saber que el circulo de sospechosas se habia reducido, o quiza por alguna otra razon, el caso es que durante los siguientes dias hubo pocos incidentes. Si que se produjo un acontecimiento fastidioso: se atasco por completo el retrete del bano de la sala de profesoras. Descubrieron que se debia a unos jirones de tela que habian metido por la rejilla con la ayuda de una varilla y que, una vez que el fontanero los saco, resultaron ser los restos de unos guantes, manchados de pintura marron y de propietario inidentificable. Se produjo otro incidente con la ruidosa aparicion de las llaves perdidas de la biblioteca, que salieron del interior de un monton de fotografias enrolladas que habia dejado la senorita Pyke media hora en un aula con la intencion de utilizarlas despues a modo de ilustracion de ciertos comentarios sobre los frisos del Partenon. Ninguno de los incidentes llevo a ningun descubrimiento.

El claustro actuo con Harriet con el respeto tan puntilloso como impersonal por la mision en la vida de una persona que impone la tradicion academica. Tenian muy claro que, una vez reconocida como investigadora oficial, habia que permitirle que investigara sin obstaculos. Y no corrian a ella para proclamar su inocencia ni expresar su indignacion. Afrontaron la situacion con delicada imparcialidad, haciendo pocas alusiones al asunto y limitando la conversacion en la sala de profesoras a cuestiones de interes general y de la universidad. Con un orden solemne y ritual la invitaron a tomar jerez con galletas en sus habitaciones y se abstuvieron de hacer comentarios las unas sobre las otras. La senorita Barton incluso se desvivio por conocer las opiniones de Harriet sobre Las mujeres en el Estado moderno y por consultarle sobre la situacion en Alemania. Cierto que rechazaba de plano muchas de las opiniones expresadas, pero con objetividad y sin el menor rencor personal, y el controvertido tema del derecho del aficionado a investigar crimenes quedo cortesmente archivado. Dejando a un lado su animadversion, tambien la senorita Hillyard se esforzo por hablar con Harriet sobre los aspectos tecnicos de crimenes historicos como el asesinato de sir Edmund Berry Godfrey y el presunto envenenamiento de sir Thomas Overbury por la condesa de Essex. Naturalmente, tales tentativas de acercamiento podian ser simple tactica, pero Harriet preferia atribuirlas a la prudencia y a un decoro instintivo.

Con la senorita De Vine mantuvo muchas conversaciones interesantes. La personalidad de la investigadora la atraia y la confundia enormemente. Mas que con ninguna otra profesora, con la senorita De Vine tenia la sensacion de que la dedicacion a la vida intelectual no era el resultado de haber seguido apaciblemente una inclinacion natural o adquirida, sino de una poderosa llamada espiritual que anulaba cualquier otro deseo o tendencia. Sin necesidad de estimulos, se desperto su curiosidad por la vida pasada de la senorita De Vine, pero indagar en ella resultaba complicado, y tras cada encuentro salia con la sensacion de haber contado mas de lo que habia averiguado. Podia entrever una historia de conflictos, pero le costaba trabajo creer que la senorita De Vine no fuera consciente de sus represiones o incapaz de dominarlas.

Con el fin de establecer una relacion amistosa con las alumnas, Harriet tambien se armo de valor para preparar y dar una «charla» titulada «La investigacion en la realidad y la ficcion» para una sociedad literaria del colegio. La tarea comportaba riesgos. Por supuesto, no hizo alusion alguna al triste caso en el que ella habia sido considerada sospechosa, ni en el debate que siguio a la disertacion tuvo nadie la falta de tacto de mencionarlo. El asesinato de Wilvercombe era un asunto distinto. No existia razon alguna para que no hablara a las alumnas sobre ese tema, y le parecia injusto privarlas de una emocion licita por el motivo, puramente personal, de que fuera una pesadez tener que mencionar a Peter Wimsey cada dos por tres. La exposicion, si bien peco ligeramente de arida y academica, fue acogida con sinceros aplausos, y al final del acto la invito a cafe la delegada, una tal senorita Millbanks.

La senorita Millbanks tenia su habitacion en el Queen Elizabeth y la habia amueblado con mucho gusto. Era una muchacha alta, elegante, a todas luces pudiente, vestia mucho mejor que la mayoria de las alumnas y llevaba sus logros academicos con naturalidad. Disfrutaba de una pequena beca sin emolumentos, y declaraba publicamente que era becaria solo porque preferia estar muerta a llevar la ridicula toga corta de las estudiantes de pago. Como alternativas al cafe, le ofrecio a Harriet madeira o un coctel, disculpandose cortesmente por no disponer de hielo para la coctelera, dada la deficiencia de las instalaciones del college. Harriet, a quien no le gustaban los cocteles despues de cenar y habia consumido madeira y jerez en tantas ocasiones desde su llegada a Oxford que ya se habia cansado, acepto el cafe y se echo a reir mientras llenaban tazas y vasos. La senorita Millbanks le pregunto educadamente a que venia la risa.

– Nada, es que el otro dia lei un articulo en The Morning Star, y segun la desagradable frase de cierto periodista, las «estudiantas» viven a base de cacao -dijo Harriet.

– Los periodistas siempre llevan treinta anos de retraso -replico la senorita Millbanks con cierta indulgencia-. ?Usted ha visto cacao en el colegio, senorita Fowler?

– Ah, si -contesto la senorita Fowler. Era una muchacha morena, robusta, de tercero, con un jersey

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