– Hemos dado una fiesta en la habitacion de mi amigo -explico el senor Pomfret-. Bueno, empezo como una reunion, pero acabo en fiesta. Pero no paso nada malo. La senorita Cattermole vino de broma. Todo muy sano. Lo que pasa es que eramos muchos, y entre unas cosas y otras bebimos demasiado y cuando vimos que la senorita Cattermole estaba bastante mal la recogimos y Rogers y yo.
– Comprendo -lo interrumpio Harriet-. No muy encomiable, ?no?
– No; horrible -admitio el senor Pomfret.
– ?Tenia permiso Cattermole para asistir a la reunion? ?Y para volver tarde?
– No lo se -contesto el senor Pomfret, inquieto-. Me temo que… Vera, es muy complicado, quiero decir, no pertenece a la sociedad…
– ?Que sociedad?
– La sociedad que celebraba la reunion. Creo que entro alli para divertirse.
– ?Que se colo? Hum. Eso probablemente significa que no tenia permiso para volver tarde.
– Parece grave -dijo el senor Pomfret.
– Es grave para ella -replico Harriet-. Ustedes se libraran con una multa o la prohibicion de salir, supongo, pero nosotras tenemos que ser mas exigentes. Vivimos en un mundo de malpensados, y nuestras normas deben tenerlo en cuenta.
– Lo se -convino el senor Pomfret-. La verdad es que estabamos terriblemente preocupados. ?Menuda historia para traerla hasta aqui! -exclamo con tono confidencial-. Por suerte, solo ha sido desde este extremo de Long Wall. ?Puf! -Saco un panuelo y se enjugo la frente-. De todos modos, se agradece que no sea usted profesora.
– Me parece muy bien, pero soy miembro del college y debo sentirme responsable -replico Harriet con severidad-. No queremos que pasen estas cosas.
Dirigio una fria mirada a la pobre senorita Cattermole, a quien le estaba ocurriendo lo peor.
– Tenga por seguro que nosotros tampoco lo queriamos -dijo el senor Pomfret desviando la mirada-, pero ?que podiamos hacer? No sirve de nada intentar sobornar a su portero. Ya se ha intentado -anadio con candidez.
– ?De veras? -dijo Harriet-. No, de Padgett no se puede esperar mucho. ?Habia alguien mas de Shrewsbury?
– Si… La senorita Flaxman y la senorita Blake, pero tenian permiso para venir y se marcharon alrededor de las once, o sea que ellas no tienen problema.
– Deberian haber traido a la senorita Cattermole.
– Desde luego -dijo el senor Pomfret.
Parecia mas pesimista que antes. Evidentemente, a la senorita Flaxman no le importaria lo mas minimo que la senorita Cattermole estuviera en apuros, penso Harriet. Los motivos de la senorita Blake eran mas oscuros, pero probablemente se trataba tan solo de estupidez. Harriet tomo la decision, no muy escrupulosa, de que la senorita Cattermole no se metiera en lios si ella podia evitarlo. Se acerco a la joven desplomada y la obligo a ponerse en pie. La senorita Cattermole gimio lugubremente.
– Se pondra bien -dijo Harriet-. Me pregunto donde estara la habitacion de esta insensata. ?Usted lo sabe?
– Pues la verdad es que si -contesto Pomfret-. Suena fatal, pero es que… la gente te ensena sus habitaciones, a pesar de todas las normas y demas. Esta por ahi, pasando por ese arco.
Senalo vagamente hacia el patio nuevo.
– ?Por Dios! Ahi tenia que ser -dijo Harriet-. Creo que va a tener que echarme una mano. Pesa demasiado para mi, y no puede quedarse aqui con tanta humedad. Si nos ve alguien, tendra usted que aguantarse. ?Que tal el tobillo?
– Mejor, gracias -respondio el senor Pomfret-. Creo que podre arreglarmelas aunque cojee un poco. Oiga, es usted muy amable.
– Continue y no pierda el tiempo con discursos -replico Harriet con gravedad.
La senorita Cattermole era una joven robusta, con un peso nada desdenable. Ademas, se encontraba en un estado de absoluta inercia. Para Harriet, obstaculizada por los zapatos de tacon, y el senor Pomfret, aquejado de un tobillo torcido, el avance por los patios fue cualquier cosa menos triunfal, ademas de bastante ruidoso, entre el crujido de la piedra y la gravilla al pisar y los gemidos del ser inerte que arrastraban. Harriet esperaba a cada momento oir una ventana abrirse de golpe o ver la silueta de una profesora alarmada salir corriendo para exigir explicaciones por la presencia del senor Pomfret a semejantes horas de la madrugada. Finalmente, y con gran alivio, encontro la puerta que buscaba y empujo el cuerpo indefenso de la senorita Cattermole hasta el interior.
– ?Y ahora? -pregunto el senor Pomfret con un ronco susurro.
– Tiene que marcharse. No se donde esta su habitacion, pero no puedo consentir que usted deambule por todo el colegio. Un momento. Vamos a meterla en el primer bano que veamos. Ahi mismo, a la vuelta de esa esquina. Con calma.
El senor Pomfret volvio a aplicarse a la tarea diligentemente. -?Ya esta! -dijo Harriet. Tendio boca arriba a la senorita Cattermole en el suelo del cuarto de bano, quito la llave de la cerradura y salio, tras haber cerrado la puerta-. De momento debe quedarse ahi. Ahora tenemos que librarnos de usted. No creo que nos haya visto nadie. Si se topa con alguien al salir, usted ha estado en el baile de la senora Heman y me ha acompanado a casa. ?Entendido? No resultara muy convincente, porque no deberia haber hecho ninguna de las dos cosas, pero es mejor que la verdad.
– Ojala hubiera estado en el baile de la senora Heman -dijo agradecido el senor Pomfret-. Habria bailado con usted todas las piezas y los bises. ?Le importaria decirme quien es usted?
– Me llamo Vane. Y mas le vale no hacerse demasiadas ilusiones. No me interesa especialmente su bienestar. ?Conoce bien a la senorita Cattermole?
– Bastante bien. Bueno, naturalmente, o sea, tenemos conocidos comunes y esas cosas. La verdad es que estaba prometida a un antiguo companero de mi clase (esta en el New College), pero aquello quedo en nada. No es asunto mio, pero ya sabe como son las cosas. Conoces a alguien y despues lo conoces mas…Y eso es todo.
– Si, comprendo. En fin, senor Pomfret, no tengo el menor interes en meterlos a usted o a la senorita Cattermole en un lio…
– ?Ya sabia yo que era usted comprensiva! grito el senor Pomfret.
– No grite… pero esto no puede volver a ocurrir. Se acabaron las fiestas nocturnas y escalar muros. Entiendalo: con nadie. No es justo. Si le voy con el cuento a la decana, a usted no le pasara practicamente nada, pero la senorita Cattermole tendra suerte si no la expulsan. Por Dios, deje de hacer el imbecil. Hay otras maneras, mucho mejores, de disfrutar de Oxford que andar enredando a medianoche con las alumnas.
– Ya lo se. Si, es una bobada.
– Entonces, ?por que lo hace?
– No lo se. ?Por que se cometen estupideces?
– ?Que por que? -replico Harriet. Pasaban junto al extremo de la capilla, y se detuvo para dar mayor enfasis a lo que decia-. Se lo voy a explicar, senor Pomfret. Porque no tienes agallas para decir no cuando alguien te pide que seas comprensivo. Esas absurdas palabras han creado problemas a mas personas que todas las del diccionario juntas. Si ser comprensivo consiste en animar a las chicas a incumplir las normas, beber mas de lo que pueden aguantar y meterse en lios por su culpa, yo dejaria de ser comprensivo e intentaria ser un caballero.
– Ah, ya -replico dolido el senor Pomfret.
– En serio -insistio Harriet.
– Si, comprendo lo que quiere decir -replico el senor Pomfret, moviendo los pies, molesto-. Hare lo que pueda. Ha sido usted realmente com… quiero decir, se ha portado como un autentico caballero… -Sonrio-. Y voy a intentar… ?Dios! Viene alguien.
Unos pies enfundados en zapatillas se aproximaban apresuradamente por el corredor entre el comedor y el Queen Elizabeth. Harriet retrocedio sin pensarselo y abrio la puerta de la capilla.
– Entre -dijo.
El senor Pomfret se escurrio rapidamente tras ella. Harriet cerro la puerta y se quedo en silencio ante ella Las