– Ya. «Su senoria se bebio el bano y volvio a acostarse.» Algo, parecido, supongo.
Se acerco a la cama y miro a la senorita Cattermole, que abrio: los ojos con un gemido. Tenia ojos de color avellana, grandes, luminosos, en un rostro regordete que debia de ser de un agradable; tono de petalo rosa. Un monton de cabello castano y sedoso le caia: humedo sobre la frente, contribuyendo a darle el aspecto de un conejo de angora que se hubiera extraviado y se hubiera quedado atonito ante las consecuencias.
– ?Que tal? ?Destrozada? -pregunto Harriet con simpatia.
– Fatal -respondio la senorita Cattermole.
– Merecido se lo tiene -replico Harriet-. Si se empena en beber como un hombre, lo minimo que puede hacer es llevarlo como un caballero. Conocer las propias limitaciones es muy importante.
La senorita Cattermole parecia tan acongojada que Harriet se echo a reir.
– Me da la impresion de que no tiene mucha experiencia en estos asuntos. Mire; voy a traerle algo para que se recupere un poco y despues hablamos.
Salio con paso energico y estuvo a punto de tropezar con el senor Pomfret en la entrada.
– ?Usted por aqui? -dijo-. Le adverti de que no se admiten visitas por la manana. Hacen ruido en el patio y va en contra de las normas.
– Yo no soy una visita -replico el senor Pomfret, sonriendo-. He asistido a la conferencia de la senorita Hillyard sobre evolucion constitucional.
– ?Que Dios lo ayude!
– Y al verla cruzar el patio en esta direccion, me oriente hacia aqui, como la aguja hacia el norte. Oscuro, veraz y tierno es el norte. Es una cita. Practicamente es la unica que conozco, asi que menos mal que encaja.
– No encaja. No soy especialmente tierna.
– Ah… Bueno. ?Como esta la senorita Cattermole?
– Con una resaca tremenda, como era de esperar.
– Ah… Lo siento… Pero espero que no haya habido jaleo…
– No.
– ?Muchisimas gracias! -dijo el senor Pomfret-. Yo tambien tuve suerte. Un amigo mio tiene una ventana fenomenal. Tranquilidad en el frente occidental. En fin, vera… me gustaria poder hacer algo para…
– Puede hacerlo -replico Harriet. Tiro del cuaderno que el senor Pomfret llevaba bajo el brazo y escribio algo en el-. Vaya a la farmacia a que le preparen esto y traigalo. Desde luego, no estoy dispuesta a ir a buscar una receta para un higado maltrecho.
El senor Pomfret la miro con respeto.
– ?Donde aprendio esto? -le pregunto.
– No en Oxford, y puedo asegurarle que nunca he tenido ocasion de probarlo, pero espero que sea repugnante. Y por cierto, cuanto antes se lo puedan preparar, mejor.
– Ya, ya -replico el senor Pomfret, desolado-. No quiere verme ni en pintura, y lo comprendo, pero me gustaria que viniera a verme algun dia para conocer a mi amigo Rogers. Esta terriblemente arrepentido. Venga a tomar te, una copa o algo. Esta tarde, por ejemplo. Para demostrar que no nos guarda rencor.
Harriet estaba a punto de abrir la boca para decir que no cuando, al mirar al senor Pomfret, se ablando. Tenia el encanto de un cachorro muy joven de una raza muy grande, una especie de absurda afabilidad.
– De acuerdo. Ire. Muchas gracias -dijo Harriet.
El senor Pomfret se deshizo en expresiones de jubilo y, aun vociferante, se dejo llevar hasta la verja donde, a punto de poner el pie fuera, tuvo que retroceder para dejar paso a una estudiante alta y morena que iba en bicicleta.
– ?Hola, Reggie! -exclamo la joven-. ?Ibas a buscarme?
– Ah, buenos dias -replico el senor Pomfret, un tanto desconcertado. Despues, al ver aparecer una hermosa cabeza leonina detras del hombro de la estudiante, anadio con mas seguridad-: ?Hola, Farringdon!
– ?Hola, Pomfret! -exclamo el senor Farringdon.
El adjetivo «byroniano» le iba como anillo al dedo, penso Harriet. Tenia un perfil altivo, cabellera de apretados rizos castanos, ardientes ojos marrones y boca de expresion malhumorada, y parecia menos contento de ver al senor Pomfret que el senor Pomfret de verlo a el.
El senor Pomfret presento a Harriet al senor Farringdon, estudiante del New College, y anadio en un murmullo que, por supuesto, conocia a la senorita Flaxman. La senorita Flaxman miro friamente a Harriet y dijo que le habia encantado su charla detectivesca de la tarde anterior.
– Damos una fiesta a la seis -anadio la senorita Flaxman dirigiendose al senor Pomfret. Se quito la toga y la metio sin miramientos en la cesta de la bicicleta-. ?Te apetece venir? Es en la habitacion de Leo, a las seis. Tenemos sitio para Reggie, ?no, Leo?
– Supongo que si. De todos modos, va a haber muchisima gente -respondio el senor Farringdon con no poca descortesia.
– Entonces podemos hacer hueco para uno mas -dijo la senorita Flaxman-. No hagas caso a Leo, Reggie. No se donde se ha dejado los buenos modales esta manana.
El senor Pomfret debio de pensar que alguien mas habia olvidado los buenos modales, porque contesto con mas brio del que esperaba Harriet en el:
– Lo siento, pero es que tengo un compromiso. La senorita Vane va a venir a tomar el te.
– Podemos dejarlo para otra ocasion -tercio Harriet.
– No, no -dijo el senor Pomfret.
– ?Y por que no vienen los dos despues? -pregunto el senor Farringdon-. Como dice Catherine, siempre se puede hacer hueco para uno mas. -Se volvio hacia Harriet-. Espero que venga usted, senorita Vane. Nos alegrariamos mucho.
– Pues… -dijo Harriet.
En esta ocasion fue la senorita Flaxman quien adopto una expresion de mal humor.
– Un momento… ?Es usted la senorita Vane, la novelista…? -dijo el senor Farringdon, atando cabos-. ?Claro! Entonces tiene que venir. ?Como me van a envidiar en New College! Todos somos aficionados a la novela policiaca.
– ?Que le parece? -pregunto Harriet, dirigiendose al senor Pomfret.
Era tan evidente que la senorita Flaxman no queria saber nada de Harriet, que el senor Farringdon no queria saber nada del senor Pomfret y que el senor Pomfret no queria ir, que Harriet experimento el malvado placer del novelista por la situacion absurda. Como ninguno de los alli presentes podia librarse de la situacion sin incurrir en flagrante groseria, acabaron por aceptar la invitacion. El senor Pomfret salio a la calle para acompanar al senor Farringdon, y a la senorita Flaxman no le quedo mas remedio que acompanar a la senorita Vane al cruzar el patio.
– No sabia que conociera a Reggie Pomfret -dijo la senorita Flaxman.
– Si, nos conocemos -replico Harriet-. ?Por que no llevo anoche a casa a la senorita Cattermole? Sobre todo viendo que no se encontraba bien.
La senorita Flaxman parecio sobresaltarse.
– No tiene nada que ver conmigo -dijo-. ?Hubo algun lio?
– No, pero ?hizo usted algo para evitarlo? Podria haberlo hecho, ?no cree?
– No soy el angel de la guarda de Violet Cattermole.
– De todos modos, quiza le alegre saber que de toda esta estupidez ha salido algo bueno -dijo Harriet-. La senorita Cattermole esta definitivamente libre de toda sospecha respecto a los anonimos y los demas incidentes, de modo que no seria mala idea mostrarse amable con ella, ?no le parece?
– Se lo aseguro: a mi me da exactamente igual -replico la senorita Flaxman.
– Si, pero usted empezo a propagar los rumores sobre ella, y ahora que sabe la verdad, de usted depende que se acaben. Creo que es simplemente una cuestion de justicia contarselo al senor Farringdon, y si no lo hace usted, lo hare yo.
– Parece usted muy interesada en mis asuntos, senorita Vane.
– Parece que han despertado mucho interes en todo el mundo -replico Harriet, sin rodeos-. No la culpo a usted por el malentendido que se produjo al principio, pero ahora que esta aclarado, y puede usted creerme que esta aclarado, estoy segura de que comprendera que es injusto que la senorita Cattermole sea el chivo expiatorio.