Usted puede hacer mucho en su curso. ?Lo intentara?
Perpleja y molesta, y evidentemente sin saber que postura adoptar ante Harriet, la senorita Flaxman contesto de mala gana:
– Por supuesto que me alegro, si no lo hizo ella. Me alegro mucho, y se lo dire a Leo.
– Muchas gracias -dijo Harriet.
El senor Pomfret debio de darse tanta prisa para ir como para volver, porque la receta aparecio en un espacio de tiempo extraordinariamente breve, junto con un gran ramo de rosas. La pocima era muy potente, y no solo permitio a la senorita Cattermole presentarse en el comedor, sino comer. Harriet fue tras ella cuando salio y se la llevo a su habitacion.
– Vamos a ver. Es usted tonta, ?verdad? -le dijo.
Taciturna, la senorita Cattermole le dio la razon.
– ?Que sentido tiene todo esto? -continuo Harriet-. Ha conseguido cometer todas las faltas habidas y por haber y encima no se lo pasado bien, ?no es asi? Asistio a una reunion en la habitacion de un hombre despues de la cena, sin permiso, y no debieron de darle permiso, porque se colo en esa reunion. Es una falta desde el punto de vista social, ademas de una infraccion de las normas. En cualquier caso, salio despues de las nueve, sin poner sus iniciales en el cuaderno. Eso le costaria dos chelines. Volvio al colegio despues de las once y cuarto sin permiso extraordinario. Otros cinco chelines. Es mas; volvio despues de medianoche, lo que significa otros diez chelines, aunque hubiera tenido permiso. Salto el muro, por lo que deberian prohibirle salir, y para colmo, volvio como una cuba, por lo que deberian expulsarla. Por cierto, esa es otra infraccion social. ?Que tiene que decir en su defensa, acusada? ?Hay alguna razon por la que no se la deba condenar? Tome un cigarrillo.
– Gracias -dijo la senorita Cattermole con voz debil.
– Si no fuera porque con esta estupidez ha conseguido quedar libre de la sospecha de ser la loca del college, iria a la decana. Como el incidente ha tenido consecuencias utiles, estoy dispuesta a ser clemente.
La senorita Cattermole levanto la mirada.
– ?Paso algo mientras yo estaba fuera?
– Si.
– ?Oh, no! -exclamo la senorita Cattermole y estallo en llanto.
Harriet se quedo observandola unos momentos; saco un panuelo grande y limpio de un cajon y se lo tendio en silencio.
– Puede olvidarse de todo eso -dijo Harriet cuando los sollozos de la victima empezaron a extinguirse-. Pero dejese de tanta tonteria. Oxford no es el sitio adecuado. Puede correr detras de los hombres cuando quiera… Bien sabe Dios que el mundo esta lleno de hombres, pero desperdiciar tres anos irrepetibles en la vida es absurdo. Y no es justo para con la universidad. No es justo para con las demas mujeres de Oxford. Haga tonterias, si quiere… Yo tambien hice tonterias en mis tiempos, como la mayoria de las personas, pero por lo que mas quiera, hagalas donde no deje en mal lugar a otras personas.
Lo que Harriet logro comprender de las incoherentes frases de la senorita Cattermole fue que detestaba el college, que odiaba Oxford y que no sentia la menor responsabilidad hacia tales instituciones.
– Entonces, ?por que esta aqui? -pregunto Harriet.
– No quiero estar aqui, y nunca lo he querido, pero mis padres se empenaron. Mi madre es una de esas personas que se dedican a que se abran puertas a las mujeres, al trabajo y esas cosas… Y mi padre es profesor de una pequena universidad de provincias. Han hecho tantos sacrificios y todo eso que…
Harriet penso que probablemente la senorita Cattermole era la victima sacrificial.
– No me importo demasiado venir aqui -continuo la senorita Cattermole-, porque estaba prometida a alguien, y el tambien estaba aqui, asi que pense que seria divertido y que no tendria tanta importancia lo de los absurdos examenes para la especialidad, pero ya no estoy prometida a el, asi que ?por que tendria que molestarme por la dichosa historia, que esta mas muerta que nada?
– Pues yo me pregunto por que se molestaron en traerla a Oxford, si no queria venir y estaba prometida.
– Ah, es que ellos decian que no tiene nada que ver, que toda mujer debe recibir educacion universitaria, aunque se case. Y claro, ahora piensan que es estupendo que siga en la universidad. ?No soy capaz de hacerles comprender que la detesto! No entienden que si te crias oyendo hablar de la educacion por todas partes, no quieres verla ni en pintura. Estoy harta de tanta educacion.
A Harriet no le sorprendio en absoluto.
– ?Que le habria gustado hacer? Quiero decir, en el supuesto de que no se hubiera presentado esa complicacion con su compromiso.
– Pues creo que -empezo a decir la senorita Cattermole, sonandose la nariz con aire decidido y cogiendo otro cigarrillo-, creo que me habria gustado ser cocinera. O quien sabe si enfermera, aunque creo que me habria ido mejor de cocinera, pero es que precisamente son las dos cosas sobre las que mi madre intenta convencer a la gente, que no debe limitarse a las mujeres a esos dos campos.
– La buena cocina reporta mucho dinero -dijo Harriet.
– Si… pero no supone un avance en la educacion. Ademas, en Oxford no hay escuela de cocina, y es que tenia que ser Oxford, o Cambridge, por la oportunidad de hacer amistades como es debido, pero resulta que yo no he hecho amigos. Todo el mundo me detesta. Bueno, a lo mejor ahora no tanto, porque esas cartas horribles…
– Por supuesto que no -la interrumpio Harriet, temerosa de un nuevo arrebato-. ?Y la senorita Briggs? Parece muy buena persona.
– Es realmente amable, pero siempre tengo que estarle agradecida por algo. Eso me deprime, me da ganas de gritar.
– Cuanta razon tiene -dijo Harriet, para quien aquel comentario fue como un punetazo en pleno plexo solar-. Lo se. La gratitud es algo sencillamente nefasto.
– Y encima, ahora tengo que estarle agradecida a usted -anadio la senorita Cattermole con una franqueza apabullante.
– No tiene por que. Lo hice por mis propios intereses tanto como por los suyos, pero voy a decirle lo que yo haria: dejar de hacer cosas para intentar impresionar, porque seguramente la pondran en una situacion en la que tendra que sentirse agradecida. Y dejaria de ir detras de los estudiantes, porque eso los aburre terriblemente e interrumpe su trabajo. Me meteria a fondo con la historia, acabaria la especialidad y despues diria: «Ya he hecho lo que vosotros queriais, y ahora voy a dedicarme a la cocina». Y no me echaria atras.
– ?Usted lo haria?
– Supongo que quiere que todos corran detras de usted, como el Viejo Canguro. Pues todos corren detras de los cocineros. Sin embargo, como ha empezado aqui con historia, mas le valdria dedicarse a ella. Seguro que no se le caen los anillos. Si aprende a estudiar un tema, cualquier tema, habra aprendido a estudiarlos todos.
– Si. Lo intentare -replico la senorita Cattermole sin mucha conviccion.
Harriet se marcho furiosa y abordo a la decana.
– ?Por que traen a esta gente aqui? ?Para que lo pasen fatal y encima ocupen el lugar de otras personas que realmente disfrutarian de estar en Oxford? No tenemos sitio para mujeres que ni son ni nunca seran autenticas universitarias. Los colleges masculinos se pueden permitir el lujo de esos chicos bullangueros que aprueban sin pena ni gloria y aprenden a jugar para seguir jugando en los institutos privados de primaria, pero esa criatura deprimente no es ni siquiera bullanguera. Es una pobre desgraciada.
– Ya lo se -replico la decana, incomoda-. Pero es que las maestras y los padres son tremendos… Hacemos lo que podemos, pero no siempre podemos corregir sus errores. Fijese en mi secretaria… Ausente porque el pesado de su hijo tiene varicela y esta en esa escuela desesperante. ?Ay, por Dios! No deberia hablar asi, porque es un nino muy delicado, y por supuesto, los hijos siempre son lo primero, pero es que resulta agobiante.
– Enseguida me marcho -dijo Harriet-. Es vergonzoso que tenga usted que trabajar por la tarde y vergonzoso que yo tenga que interrumpirla. A proposito, he de decirle que Cattermole tiene una coartada para el incidente de anoche.
– ?Ah, si? ?Muy bien! Algo es algo, aunque supongo que eso significa que recaen mas sospechas sobre nosotras, pobrecitas, pero los hechos son los hechos. ?Que ruido era ese en el patio anoche, senorita Vane? ?Y quien era el joven a quien usted tutelaba? No he querido preguntarle esta manana en la sala de profesoras,