mi tio, no me perdonara jamas, y entonces me cortare el cuello. Acabo de darme cuenta de que he dicho todo lo que no debia decir.
– Ha sido por mi culpa -repuso Harriet al ver que parecia realmente asustado-. Deberia haberselo advertido.
– La verdad es que no tendria por que contarle cosas asi a nadie. Mucho me temo que he heredado la lengua de mi tio y la falta de tacto de mi madre. Mire, olvide esas tonterias, por lo que mas quiera. El tio Peter es un tipo estupendo, y tan buena persona como el que mas.
– Tengo motivos para saberlo -dijo Harriet.
– Si, supongo que si. Por cierto… ?Caray! Me da la impresion de que estoy metiendo la pata a fondo, pero tengo que contarle que nunca le he oido hablar de usted. Quiero decir, no es esa clase de Persona. Es mi madre, que habla de todo. Lo siento, estoy empeorando las cosas.
– No se preocupe -dijo Harriet-. Al fin y al cabo, conozco su tio… bastante bien, al menos lo suficiente para saber que clase de persona es. Y desde luego, no voy a dejarlo a usted en evidencia.
– ?No, por lo que mas quiera! No es solo que no volveria a sacarle nada (y estoy metido en una buena), sino que te hace sentir como un gusano despreciable. Supongo que no habra tenido que soportar la lengua larga de mi tio… No claro, pero yo preferiria que me desollaran.
– Estamos en la misma situacion. Tampoco tendria yo por que prestar oidos. Adios… y muchas gracias por los merengues.
Harriet subia por Saint Aldate cuando la alcanzo el vizconde.
– Oiga… acabo de acordarme de una cosa, esa vieja historia que acabo de desenterrar, porque soy un imbecil…
– ?La de la bailarina vienesa?
– No, la cantante… A mi tio le chifla la musica. Olvidelo, por favor. O sea, es del ano de la nana… hace seis anos. Yo era un crio, y supongo que son bobadas.
Harriet se echo a reir y le dio su palabra de olvidar lo de la cantante vienesa.
Capitulo 9
Ven aqui, amigo. Me averguenza oir lo que oigo de ti… Casi has alcanzado la edad de nueve anos, o al menos ocho y medio, y en vista de que conoces tu obligacion, si no cumples con ella mereces mayor castigo que aquel que por ignorancia la desconoce. No pienses que la nobleza de tus antepasados te permite obrar a tu antojo; por el contrario, te obliga aun mas a seguir el camino de la virtud.
PIERRE ERONDELL
– De modo que Jukes ha vuelto a las andadas… -dijo la administradora dirigiendose briosamente al estrado de la mesa de autoridades el jueves siguiente.
– ?Que ha vuelto a robar? -pregunto la senorita Lydgate-. ?Dios mio, que decepcion!
– Annie me ha contado que lo sospechaba desde hace tiempo, Y como ayer tenia medio dia libre fue a decirle a la senora Jukes que tenia que llevarse las ninas a otro sitio, cuando, quien lo iba a decir, aparecio la policia y descubrio un monton de cosas que habian desaparecido hace dos semanas de la habitacion de una estudiante de Holywell. Fue de lo mas desagradable, para Annie, quiero decir. Le hicieron un monton de preguntas.
– A mi siempre me ha parecido un error que las ninas estuvieran en esa casa -dijo la decana.
– Asi que a eso se dedicaba Jukes por la noche -dijo Harriet-. Habia oido decir que lo habian visto rondando por el college. La verdad es que yo puse al tanto a Annie. Lastima que no se hubiera llevado antes a las ninas.
– Yo pensaba que se estaba portando bien -intervino la senorita Lydgate-. Tenia trabajo, y ademas, se que criaba gallinas y que recibia dinero por las Wilson, las hijas de Annie, o sea… ?que necesidad tenia de robar, el pobre? A lo mejor es que la senora Jukes no se administra bien.
– Jukes es mala persona -dijo Harriet-. Es un asunto muy desagradable. Mas vale que se quite de en medio.
– ?Se habia llevado mucho? -pregunto la decana.
– Segun tengo entendido por Annie, han descubierto numerosos hurtos atribuibles a Jukes -contesto la administradora-. Supongo que es cuestion de averiguar si ha vendido los objetos.
– Supongo que los pondria en manos de un perista, un prestamista o alguien de esa calana -dijo Harriet-. ?Ya habia estado dentro… o sea, en la carcel?
– No que yo sepa -repuso la decana-. Pero deberia haber estado.
– Entonces supongo que saldra pronto, al no tener antecedentes.
– La senorita Barton debe de estar al tanto de esas cosas. Le preguntaremos. Espero que la pobre senora Jukes no este metida en el asunto -dijo la administradora.
– ?Seguro que no! ?Una mujer tan buena! -exclamo la senorita Lydgate.
– Tenia que saberlo, a menos que sea imbecil -replico Harriet.
– ?Debe de ser terrible, saber que tu marido es un ladron!
– Si -convino la decana-. Debe de resultar muy incomodo tener que vivir del producto de los robos.
– Espantoso -dijo la senorita Lydgate-. No puedo imaginarme nada peor para los sentimientos de una persona honrada.
– Entonces, por el bien de la senora Jukes, esperemos que sea tan culpable como el.
– ?Como puede decir algo tan espantoso? -replico la senorita Lydgate.
– Bueno, o es culpable o se sentira muy desgraciada -contesto Harriet, pasandole el pan a la decana con un centelleo en los ojos.
– No puedo por menos que disentir -dijo la senorita Lydgate-. O es inocente y desgraciada o culpable y desgraciada… No veo como podria ser feliz, la pobrecilla.
– Preguntemosle a la rectora la proxima vez que la veamos, si es posible que una persona culpable sea feliz -dijo la senorita Martin-. Y en tal caso, si es mejor ser feliz u honrada.
– Vamos, decana, no podemos consentir estas cosas -dijo la administradora-. Por favor, senorita Vane, un tazon de cicuta para la decana. Volviendo al tema que nos ocupa: como de momento la policia no se ha llevado a la senora Jukes, supongo que no hay nada contra ella.
– Me alegro mucho -dijo la senorita Lydgate, y con la llegada de la senorita Shaw, muy afligida por una de sus alumnas, que padecia un dolor de cabeza constante y no era capaz de trabajar, la conversacion se desvio por otros derroteros.
El trimestre tocaba a su fin y la investigacion no parecia haber progresado mucho, pero lo que si parecia posible era que las peripateticas actividades nocturnas de Harriet y el chasco ante los incidentes de la biblioteca y la capilla hubieran contribuido a frenar al
– Pienso lo mismo que usted sobre la dificultad de conciliar los intereses intelectuales con los emocionales - dijo la senorita De Vine-. Y no creo que afecte unicamente a las mujeres; tambien a los hombres, pero cuando un hombre antepone su vida publica a su vida privada, produce menos indignacion que cuando una mujer hace otro tanto, porque las mujeres, por la educacion que han recibido, estan mas acostumbradas que los hombres a ser relegadas.