no puedo anadir nada mas. Perdone… El senor Danvers esta cruzando el patio. Ire a averiguarlo.

Salio de la garita de cristal y fue en pos del senor Danvers, que llego a todo correr hasta la conserjeria.

– ?Es usted la senorita Vane? -pregunto-. Es que el pobre Saint-George acaba de acordarse de usted. Lo siente muchisimo, y Yo tenia que venir a buscarla y darle algo de comer. Ninguna molestia; sera un placer. Tendriamos que haberla avisado, pero el pobrecillo ha estado fuera de combate. Y encima, con la familia dando la lata… ?Conoce a la duquesa? ?No? Ah, pues se ha marchado esta manana, y despues he podido acercarme a recibir instrucciones. En fin, que le pide mil perdones.

– ?Como ocurrio?

– Es un autentico peligro publico conduciendo un coche de carreras -respondio el senor Danvers con una mueca-. Intentaba pasar antes de que cerrasen las puertas, y como dio la casualidad de que no habia policia por alli, pues no sabemos exactamente que paso. Por suerte, no hay muertos. Al parecer, Saint-George se llevo un poste de telegrafos por delante, salio disparado de cabeza y aterrizo sobre un hombro. La suerte es que llevaba el parabrisas bajado, porque si no, tendria una cara nueva. El coche esta completamente destrozado, y no se como no lo esta el tambien, pero es que esos Wimsey tienen mas vidas que un gato. Venga, entre. Estas son mis habitaciones. Espero que no le importe tomar las tipicas chuletas de cordero, porque no he tenido tiempo para pensar en nada especial, pero me encargaron que buscara el Niersteiner del 23 de Saint-George y que dijera que era de parte del tio Peter. No se si el tio Peter lo compro, lo recomendo o se lo bebio, y ni siquiera se que tiene que ver con el, pero eso es lo que me han dicho que dijera.

Harriet se echo a reir.

– Si ha hecho cualquiera de esas cosas, estara muy bien.

El Niersteiner era excelente; Harriet disfruto sin preocupaciones de la comida, y el senor Danvers le parecio un anfitrion muy agradable.

– Vaya a ver al enfermo -dijo el senor Danvers mientras acompanaba a Harriet hasta la puerta-. Esta en condiciones de recibir visitas, y lo animara lo indecible. Esta en una habitacion privada, o sea que puede entrar cuando quiera.

– Voy ahora mismo -replico Harriet.

– Estupendo -dijo el senor Danvers-. ?Que es eso? -anadio, volviendose hacia el conserje, que llevaba una carta en la mano-. Ah, algo para Saint-George. Muy bien. Espero que se lo lleve la senorita, si va a verlo ahora. Si no, que se lo lleve el recadero.

Harriet miro la direccion. «Vizconde Saint-George, Christ Church, Oxford, Inghilterra.» Incluso sin el sello italiano, no cabia duda de donde procedia.

– Ya se la llevo yo… Puede que sea urgente -dijo.

Con el brazo derecho en cabestrillo, la frente y un ojo ocultos por vendas y el otro ojo morado e inyectado en sangre, lord Saint-George se deshizo en saludos y excusas.

– Espero que Danvers se haya ocupado de usted como es debido. Y es usted de lo mas amable por venir a verme.

Harriet le pregunto si era grave.

– Podria ser peor. Supongo que el tio Peter ha estado a punto de verle las orejas al lobo en esta ocasion, pero todo ha quedado en una brecha en la cabeza y un hombro dislocado. Y bueno, estado de shock, magulladuras y demas. Mucho menos de lo que me tengo merecido. Venga, quedese un ratito y hable conmigo. Es espantosamente aburrido estar aqui a solas, y encima con un solo ojo no veo nada.

– Si hablamos, a lo mejor le duele la cabeza.

– Es imposible que me duela mas, y usted tiene una voz preciosa. Por favor, quedese aqui un rato.

– Le he traido una carta que ha llegado al college.

– Un acreedor o algo, como si lo viera.

– No. Es de Roma.

– El tio Peter. ?Dios mio! En fin. Supongo que tendre que prepararme para lo peor.

Harriet le puso la carta en la mano izquierda y vio como manoseaba torpemente el ancho sello rojo.

– ?Puaj! Lacre y el sello de la familia. Se lo que significa: el tio Peter mas estirado que nunca.

Lucho impaciente con el grueso sobre.

– ?Quiere que lo abra yo?

– Si, por favor… Y otra cosa: sea buena y leamelo. Incluso con los dos ojos en buen estado, algo de su puno y letra pone nervioso.

Harriet saco la carta y echo un vistazo a las primeras palabras.

– Parece de caracter privado.

– Mejor usted que la enfermera. Ademas, lo soportare mejor con un poquito de comprension femenina. Por cierto, ?lleva algun documento anexo?

– No. Ninguno.

El enfermo emitio un gemido.

– El tio Peter se revuelve. Se acabo lo que se daba. ?Como empieza? Si es con «Pepinillo», «Jerry» o incluso «Gerald», aun queda esperanza.

– Empieza con «Mi querido Saint-George».

– ?Santo Dios! Eso quiere decir que esta hecho una furia. Y habra firmado con todas las iniciales que haya podido sacar a relucir, ?no?

Harriet le dio la vuelta a la carta.

– Ha firmado con los nombres y apellidos completos.

– ?Monstruo implacable! Ya me daba a mi la impresion de que no se lo iba a tomar demasiado bien. No se que demonios voy a hacer.

Parecia tan enfermo que Harriet pregunto preocupada:

– ?No seria mejor que lo dejaramos para manana?

– No. Tengo que saber en que situacion me encuentro. Continue, pero hable con dulzura a esta criaturita. Cantelo. Lo voy a necesitar.

Querido Saint-George:

Si he comprendido correctamente el estado de tus asuntos, que tan incoherentemente presentas, has contraido una deuda de honor que asciende a una suma de la que no dispones. La has satisfecho con un cheque por una cantidad de la que no disponias. Para cubrirlo, le has pedido prestado dinero a un amigo, a quien le has dado un cheque con fecha posterior por una cantidad de la que tampoco tienes razon alguna para pensar que dispondras. Me propones que avale tu cuenta a seis meses, y que en caso de no poder responder, a) «lo intentare otra vez con Levy» o b) te volaras la tapa de los sesos. Como tu mismo reconoces, la primera alternativa aumentara tu pasivo; la segunda, como me atreveria a senalar, no compensaria a tu amigo; meramente contribuiria a anadir la ignominia a la insolvencia.

Lord Saint-George cambio de postura, incomodo, entre las almohadas.

– Vaya forma tan lucida y desagradable de poner las cosas.

Tienes la decencia de decir que acudes a mi en lugar de a tu padre porque, en tu opinion, es probable que yo sea mas comprensivo con tu turbia situacion economica. No puedo decir que tal opinion me halague.

– Yo no queria decir eso exactamente -gimio el vizconde-. El sabe muy bien a que me refiero. El jefe perderia los estribos. ?Maldita sea, es culpa suya! No tendria que ser tan tacano. ?Que es lo que espera? Teniendo en cuenta lo que despilfarro durante su loca juventud, podria saber algo del asunto. Y el tio Peter esta forrado… No le pasaria nada por soltar un poco.

– No creo que sea tanto por el dinero como por los cheques sin fondos, ?no?

– Ese es el problema. Pero ?por que demonios tiene que largarse a Roma precisamente cuando se le necesita? Sabe que no habria dado un cheque sin fondos si tuviera con que cubrirlo, pero no podia hablar con el si no estaba aqui. En fin, continue leyendo. Oigamos lo peor.

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