a todo correr. Se oian voces estridentes. Despues, cuando las primeras cinco o seis perseguidoras se recortaron contra las brillantes ventanas bajas del Burleigh, tambien aquellas luces se extinguieron.

Harriet corrio con todas sus fuerzas, no hacia el Burleigh, donde se repetia la barahunda, sino hacia el Queen Elizabeth, que a su juicio seria el siguiente punto de ataque. Sabia que las puertas laterales estarian cerradas con llave. Pasando junto a la escalera del vestibulo, llego al portico y se abalanzo sobre la puerta. Tambien estaba cerrada con llave. Retrocedio y grito por la ventana mas proxima:

– ?Cuidado! Hay alguien gastando bromas. Voy a entrar. -Una estudiante saco la despeinada cabeza-. Dejeme pasar -dijo Harriet levantando la ventana de guillotina y encaramandose al alfeizar-. Estan apagando todas las luces del colegio. ?Donde esta el cajetin?

– Pues no lo se -contesto la estudiante, mientras Harriet atravesaba la habitacion.

– ?Claro! ?Como iba a saberlo! -exclamo Harriet, sin razon alguna.

Abrio la puerta y salio bruscamente… a una oscuridad infernal. En aquel momento el revuelo ya habia llegado al Queen Elizabeth. Alguien encontro la puerta y la abrio, y aumento el tumulto: quienes estaban dentro salieron en tromba y quienes estaban fuera entraron en tromba. Se oyo decir: «Alguien ha pasado por mi habitacion y ha salido por la ventana justo despues de que se apagaran las luces». Aparecieron varias linternas. Aqui y alla se ilumino momentaneamente una cara, la mayoria desconocidas. Entonces empezaron a apagarse tambien las luces del patio nuevo, empezando por el extremo meridional. Todo el mundo corria de un lado a otro. Harriet salio de estampida pegada al estrado, se dio de manos a boca con alguien y le enfoco la cara con la linterna. Era la decana.

– ?Gracias a Dios! -exclamo Harriet-. ?Por fin alguien donde de debe estar!

Se agarro a ella.

– ?Que ocurre? -pregunto la decana.

– Quedese quieta -dijo Harriet-. Tendre una coartada para usted aunque muera en el empeno. -Mientras pronunciaba estas palabras, se apagaron las luces del noreste-. ?Esta bien? ?Entonces, venga! Vamos a la escalera del oeste y la pillaremos.

Por lo visto a varias personas se les habia ocurrido la misma idea, porque la entrada a la escalera del oeste estaba bloqueada por una multitud de estudiantes, incrementada por la multitud de criadas a las que Carrie habia liberado del ala que ocupaban. Harriet y la decana lograron abrirse paso y encontraron a la senorita Lydgate desconcertada, estrechando sus pruebas contra el pecho, decidida a que en aquella ocasion no les ocurriera nada. Se la llevaron entre las dos (casi en volandas, penso Harriet) y se dirigieron hada los cajetines que habia bajo la escalera. Alli estaba Padgett, montando guardia con expresion grave; se habia puesto los pantalones sobre el pijama apresuradamente y llevaba un rodillo de amasar en la mano

– Este no se lo llevan -dijo-. Ya me encargo yo, senora decana, senorita. A punto estaba yo de meterme en la cama, porque ya habian vuelto todas las senoritas con permiso de salida nocturno. Mi mujer esta llamando por telefono a Jackson para que nos traiga fusibles nuevos. ?Ha visto los cajetines, senorita? Los han arrancado con un escoplo o algo por estilo. Que bonito. Pero este no se lo llevan.

Y no lo hicieron. En el lado oeste del patio nuevo, en la casa de la rectora, la enfermeria y el ala del servicio, atrincheradas tras la verja que se habia vuelto a cerrar, las luces brillaban con normalidad, pero cuando llego Jackson con los fusibles, los edificios que habian quedado a oscuras mostraban las huellas del desaguisado. Mientras Padgett esperaba en la ratonera al raton que no aparecio, Poltergeist habia pasado por todo el colegio rompiendo tinteros, tirando papeles a las chimeneas, destrozando lamparas y vajilla y arrojando libros por las ventanas. Tambien habia desaparecido el cajetin del comedor, y habian lanzado las tazas de plata de la mesa de autoridades contra los retratos, cuyos cristales se habian roto, y el busto de escayola de un benefactor victoriano, tras ser arrojado por la escalera de piedra, habia acabado en un reguero de patillas desprendidas y facciones desintegradas.

– ?Bueno! -exclamo la decana contemplando el destrozo-, Al menos tenemos que agradecer una cosa: que no volveremos a ver al reverendo Melchisedek Entwistle, pero ?Dios mio!

Capitulo 10

Unos dicen que es la juventud tu falta,

otros que la licencia.

Unos dicen que es la juventud tu gracia,

y el gentil galanteo.

Unos y otros gracia y faltas aman,

pues tus faltas en gracias mudas.

WILLIAM SHAKESPEARE

A primera vista podria parecer que, en un acontecimiento presenciado por tantas personas y que habia durado casi una hora (es decir, contando desde la primera alarma en el Tudor hasta la reinstalacion del ultimo fusible), resultaria facil encontrar coartada para todas las personas inocentes. No fue asi en la practica, debido sobre todo a que los seres humanos se niegan tercamente a quedarse donde los ponen. Fue precisamente el exceso de testigos lo que creo la dificultad, porque parecia muy probable que la culpable se hubiera mezclado con la multitud una y otra vez al amparo de la oscuridad. Pudieron establecerse algunas coartadas sin dejar lugar a dudas: Harriet y la decana estaban juntas cuando se apagaron las luces en el angulo noreste del patio nuevo; la rectora no habia abandonado su casa hasta despues de que empezara el alboroto, como podia atestiguar su personal de servicio; de los dos conserjes podian responder sus respectivas esposas, y en realidad jamas se habia sospechado de ellos, puesto que se habian producido incidentes en anteriores ocasiones mientras se encontraban en sus puesto, y tambien la enfermera y su ayudante habian estado juntas todo el tiempo. La senorita Hudson, la alumna a la que se habia considerado una «posible», estaba en una reunion tomando cafe cuando comenzaron los problemas y quedaba libre de sospecha; para gran alivio de Harriet, la senorita Lydgate tambien estaba en el Queen Elizabeth, disfrutando de la hospitalidad de una fiesta de las de tercer curso y acababa de levantarse para despedirse, comentando que se le habia hecho mas tarde de lo habitual, cuando se apagaron las luces. Quedo atrapada entre la muchedumbre y, en cuanto pudo liberarse, fue precipitadamente a su habitacion a rescatar las pruebas.

Otros miembros del claustro se encontraban en una posicion menos afortunada. El caso de la senorita Barton era interesante y misterioso. Segun conto ella misma, estaba trabajando cuando arrancaron los fusibles del Tudor. Tras intentar encender el interruptor de la pared, miro por la ventana, vio una figura que corria por el patio y salio inmediatamente tras ella. La figura la esquivo en dos ocasiones al rodear el Burleigh, y de repente se abalanzo sobre ella por detras; la lanzo contra la pared «con una fuerza extraordinaria» y le tiro la linterna que llevaba en la mano. Sin darle tiempo a recobrarse, quien la habia atacado apago las luces del Burleigh y desaparecio. La senorita Barton no pudo dar una descripcion de la persona en cuestion, salvo que llevaba «algo oscuro» y que corria muy deprisa. No le habia visto la cara. La unica prueba de esta historia era que, efectivamente, la senorita Barton presentaba una gran magullara en un lado de la cara, que segun ella, se habia hecho cuando la lanzaron contra una esquina del edificio. Se quedo tumbada unos momentos tras recibir el golpe, y mientras tanto la algarabia habia llegado al patio nuevo. Efectivamente, alli se la habia visto unos segundos con un par de alumnas. Despues corrio a buscar a la decana, encontro su habitacion vacia, volvio a salir a todo correr y se quedo con Harriet y las demas en la escalera oeste.

La historia de la senorita Chilperic era igualmente dificil de probar. Cuando en el Tudor se oyo el grito de «?Ahi va!», ella fue una de las primeras en salir corriendo, pero, al no tener linterna y estar demasiado excitada para darse cuenta de por donde iba, tropezo, se cayo por las escaleras de la terraza y se torcio ligeramente un pie. Por eso se habia retrasado en llegar al lugar de los hechos. Estaba entre la multitud del Queen Elizabeth, que la arrastro por el portico y entro directamente en los edificios del patio nuevo. Creyo oir pasos a su derecha, y habia empezado a seguirlos cuando se apagaron las luces y, como no conocia bien el edificio, dio vueltas, confusa, hasta que al fin encontro la salida al patio. Al parecer, nadie recordaba haber visto a la senorita Chilperic despues

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