de que hubiera abandonado el Tudor; era esa clase de persona.

La tesorera se habia quedado trabajando en la contabilidad del trimestre. Las luces de su edificio fueron las ultimas en apagarse, y sus ventanas daban a la carretera y no al patio, de modo que no se entero de nada hasta que el incidente ya estaba muy avanzado. Cuando la envolvio la oscuridad, fue a las habitaciones de la administradora (o eso dijo), que estaban enfrente, ya que las piezas de repuesto para la electricidad estaban alli. La administradora no estaba ni en su dormitorio ni en su despacho, pero cuando la senorita Allison salia de donde la habia estado buscando, ella aparecio en el sitio donde estaban los fusibles, salio a su vez y anuncio que el cajetin habia desaparecido. Entonces la tesorera y la administradora habian ido al patio y se habian mezclado con las demas.

La explicacion que dio la senorita Pyke de sus movimientos era la mas increible. Vivia una planta mas arriba que la tesorera y estaba trabajando en un articulo para los anales de una sociedad academica. Cuando se fue la luz dijo: «?Vaya, hombre!», encendio un par de velas de las que guardaba para tales situaciones de emergencia y siguio trabajando tranquilamente.

La senorita Burrows afirmaba que estaba banandose cuando fallaron las luces del edificio Burleigh y que, por una extraordinaria coincidencia, al salir precipitadamente de la banera se dio cuenta de que se habia dejado la toalla en el dormitorio. Como no tenia cuarto de bano propio, se vio obligada a ir a tientas por el pasillo, con la bata pegada al cuerpo chorreante, hasta su dormitorio, donde se seco y se vistio en medio de la oscuridad. Tardo un rato sorprendentemente largo y cuando se reunio con el resto del grupo, ya habia acabado la diversion. Ninguna prueba, salvo la innegable presencia de agua jabonosa en un cuarto de bano de la planta en la que vivia.

Las habitaciones de la senorita Shaw estaban encima de las de la administradora, y su dormitorio daba a Saint Cross Road. Se acosto y se quedo dormida enseguida, porque estaba muy cansada, y no se entero de nada hasta que todo hubo acabado. Lo mismo conto la senora Goodwin, que habia regresado al college aquel mismo dia, agotada tras ejercer de enfermera. Con respecto a la senorita Hillyard y la senorita De Vine, que vivian encima de la senorita Lydgate, no se les habia apagado la luz y, como sus ventanas daban a la carretera, no se habian enterado de nada y atribuyeron un leve ruido en el patio al natural deseo de fastidiar de las alumnas.

Hasta despues de que Padgett llevara unos cinco minutos esperando en vano junto a la ratonera, Harriet no hizo lo que deberia haber hecho antes: un recuento completo del claustro. Las encontro en los sitios en los que, segun lo que contaron posteriormente sobre sus movimientos, deberian haber estado, pero reunirlas a todas en una habitacion con luz y mantenerlas alli no resulto tarea facil. Localizo a la senorita Lydgate en su habitacion y fue a buscar a las demas; les pidio que fueran a la habitacion de la senorita Lydgate y que se quedaran alli. Entretanto llego la rectora, que hablo con las alumnas y les rogo que se quedaran tranquilamente donde estaban. Por desgracia, justo cuando se pensaba que podia comprobarse el paradero de todo el mundo, aparecio una persona demasiado curiosa que se separo del resto del grupo y se puso a dar vueltas por el patio viejo anunciando con voz entrecortada lo que habia pasado en el comedor. De inmediato volvio el caos. Las profesoras que iban mansamente como corderitos al redil perdieron la cabeza y se precipitaron hacia la oscuridad con las alumnas. La senorita Burrows grito: «?La biblioteca!», Y salio disparada, mientras que la administradora, gritando angustiada por las pertenencias del colegio, corrio tras ella. La decana ordeno: «?Detenganlas!», y aplicandose la orden, la senorita Pyke y la senorita Hillyard salieron a toda prisa y desaparecieron. En medio de la confusion, todo el mundo se perdio como unas veinte veces, y cuando se volvieron a instalar los fusibles y por fin se reunio todo el grupo y se contaron sus integrantes, ya se habia perpetrado el desaguisado.

Resulta sorprendente lo mucho que se puede hacer en pocos minutos. Harriet conjeturo que probablemente fuera el comedor el primero en sufrir los destrozos, al encontrarse en un ala independiente, donde los ruidos no habrian llamado demasiado la atencion; todo lo ocurrido podria haberse hecho en un par de minutos. Desde que se extinguieron las primeras luces en el Tudor hasta las ultimas en el patio nuevo transcurrieron menos de diez minutos. La tercera parte del incidente, la mas larga, cuando se produjeron los destrozos en las habitaciones de los edificios a oscuras, habia durado entre quince y treinta minutos.

La rectora pronuncio un discurso ante todo el college despues de la capilla: volvio a pedir discrecion encarecidamente, rogo a la culpable que se diese a conocer y prometio que se tomarian todas las medidas posibles para identificarla en caso de que no confesara.

– No tengo intencion de imponer restriccion ni castigo algunos sobre el college en conjunto por los actos de una sola persona irresponsable -dijo la doctora Baring-. Ruego a cualquiera que tenga alguna sugerencia o que pueda presentar alguna prueba respecto a la identidad de esta estupida bromista que venga a vernos a la decana o a mi y nos lo comunique con absoluta confidencialidad.

Anadio unas palabras sobre la solidaridad del college y salio con gesto grave, con la toga revoloteando a su espalda.

Los cristaleros ya estaban reparando los cristales de las ventanas afectadas. En el comedor, la administradora colocaba tarjetas nuevas en lugar de los retratos cuyo cristal estaba roto: «Retrato de la senorita Matheson. Directora, 1899-1912. Retirado para limpieza». Estaban barriendo el patio viejo para deshacerse de las piezas de vajilla destrozada. El college estaba empenado en presentar un rostro sereno al mundo.

El descubrimiento de un escrito consistente en «?JA! ?JA!» y un epiteto grosero pegado en el espejo de la sala del profesorado poco antes del almuerzo no contribuyo a levantar los animos. Al parecer, la sala habia estado vacia desde las nueve de la manana. Al entrar a la hora del almuerzo con las tazas de cafe, la doncella fue la primera en verlo, y ya se habia secado por completo. La administradora, que habia echado en falta su bote de pegamento tras los acontecimientos de la noche anterior, lo encontro perfectamente colocado en el centro de la repisa de la chimenea.

El ambiente en el claustro tras este suceso sufrio un sutil cambio. Se afilaron las lenguas; empezo a desgastarse el barniz de imparcialidad y a notarse la desazon de la sospecha; solo la senorita Lydgate y la decana, al haber probado su inocencia, permanecieron impasibles.

– Parece que la suerte se le vuelve en contra otra vez, senorita Barton -observo la senorita Pyke con mordacidad-. Tanto en el asunto de la biblioteca como en este ultimo incidente, usted fue la primera en llegar, pero por desgracia algo le impidio atrapar a la culpable.

– Si, es lamentable -replico la senorita Barton-. Si la proxima vez tambien se llevan mi toga, el sabueso del colegio empezara a oler a gato encerrado.

– Senora Goodwin, debe de resultarle muy duro volver aqui, con tantos disgustos como hemos tenido, precisamente cuando necesitaba descansar -dijo la senorita Hillyard-. Espero que su hijito este mejor. Es una verdadera lastima, porque durante todo el tiempo que ha estado fuera no se ha producido ni un solo incidente.

– Si, un verdadero fastidio -replico la senora Goodwin-. La Pobre desgraciada que hace estas cosas debe de ser una demente. Por supuesto, este tipo de problemas suelen producirse en comunidades celibes o practicamente celibes. Supongo que es una especie de compensacion, a falta de otras emociones.

– Por supuesto, el gran error consistio en no permanecer todas juntas -dijo la senorita Burrows-. Como es natural, yo queria comprobar si habia ocurrido algo en la biblioteca… pero si no hubieran salido tantas personas disparadas detras de mi…

– Lo que a mi me preocupaba era el comedor -intervino la administradora.

– Ah, pero ?llego al comedor? Yo la perdi de vista en el patio.

– Esa era precisamente la catastrofe que intentaba evitar cuando sali detras de usted -dijo la senorita Hillyard-. Le grite que se detuviera. Tuvo que oirme.

– Habia demasiado ruido para oir nada -replico la senorita Stevens.

– Yo fui a la habitacion de la senorita Lydgate en cuanto pude vestirme, al comprender que todo el mundo debia de estar alli -dijo la senorita Shaw-. Pero es que no habia nadie. Pense que me habia equivocado e intente buscar a la senorita Vane, pero era como si se la hubiese tragado la tierra.

– Pues debio de tardar usted una eternidad en vestirse -replico la senorita Burrows-. Cualquiera podria haber

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