cualquier mujer: «… ni el peligro ni la incomodidad te echaran atras, y quiera Dios que no sea asi». Eso equivalia a admitir la igualdad, algo que Harriet no se esperaba de el. Si Peter concebia el matrimonio en esos terminos, habria que revisar el problema a una nueva luz, pero parecia bastante improbable. Para adoptar semejante postura y mantenerla, Peter no tendria que ser un hombre, sino un milagro, pero habia que aclarar inmediatamente el asunto de Saint-George. Harriet escribio con rapidez, sin pararse a pensar demasiado.

Querido Peter:

No, no lo veo posible, pero gracias de todos modos. Sobre el asunto de Oxford… Deberia habertelo contado hace tiempo, pero no es mi secreto. No deberia haberselo contado a tu sobrino, pero se habia enterado de algo y tuve que confiarle el resto para evitar que metiera la pata sin querer. Ojala pudiera contartelo a ti. Me alegraria que me ayudaras, y si me dan permiso para ello, lo hare. Es bastante desagradable, pero no peligroso, o eso espero. Gracias por no decirme que salga corriendo. Es el mejor cumplido que me has hecho.

Espero que tu caso, o lo que sea, vaya bien. Debe de ser dificil para que te lleve tanto tiempo.

HARRIET

Lord Peter Wimsey leyo esta carta sentado en la terraza de un hotel que daba a los Jardines Pincianos, que estaban banados por un sol radiante. Le dejo tan estupefacto que estaba leyendola por cuarta vez cuando se dio cuenta de que la persona que estaba de pie a su lado no era el camarero.

– ?Mi querido conde! Perdoneme. ?Que modales! Estaba en las nubes. Haga el favor de sentarse conmigo. Servitore!

– Le ruego que no se disculpe. Es culpa mia, por haberle interrumpido, pero temiendo que anoche pudiera haber complicado la situacion…

– Es una tonteria hablar tanto y hasta tan tarde. Los adultos actuan como ninos cansados a quienes se les ha permitido quedarse despiertos hasta medianoche. Reconozco que estabamos todos muy quisquillosos, sobre todo yo.

– Usted es siempre la gentileza personificada. Por eso he pensado que unas palabras con usted a solas… Los dos somos personas razonables.

– Conde, conde, espero que no haya venido para convencerme de nada. Me resultaria muy dificil negarme. -Wimsey doblo la carta y la guardo en su cartera-. Hace un sol radiante y estoy de humor para cometer errores por exceso de confianza.

– Entonces aprovechare el buen momento.

El conde apoyo los codos sobre la mesa y se inclino hacia delante, con las yemas de los pulgares juntas, las yemas de los meniques juntas, sonriente, irresistible. Se despidio al cabo de cuarenta minutos, aun sonriente, habiendo cedido, sin darse cuenta, bastante mas de lo que habia obtenido, y habiendo contado con diez palabras mas de lo que le habian contado a el con mil.

Pero, naturalmente, Harriet no sabia nada de este parentesis. Aquel mismo dia, por la noche, estaba cenando sola y un poco deprimida en Romano's. Estaba a punto de terminar cuando vio a un hombre que, mientras salia del restaurante, le dirigia un vago gesto, como si la hubiera reconocido. Era cuarenton, con calvicie incipiente, de rostro terso, expresion ausente y bigote oscuro. Harriet no pudo situarlo durante unos momentos; despues, sus andares indolentes y su impecable traje le recordaron una tarde en Lord's. Le sonrio, y el se acerco a su mesa.

– ?Hola, buenas! Espero no incordiar. ?Como va el trabajo?

– Muy bien, gracias.

– Estupendo. Habia pensado en venir a pasar el rato, pero me daba miedo que no se acordara de mi o que me considerase un pesado.

– Por supuesto que me acuerdo de usted. Es el senor Arbuthnot, el honorable Frederick Arbuthnot, y es amigo de Peter Wimsey. Lo conoci en el partido entre Eton y Harrow hace dos anos, esta usted casado y tiene dos hijos. ?Como estan?

– Tirando, gracias. ?Que cabeza tiene usted! Si, menuda tarde de calor. No entiendo por que tienen que arrastrar a unas mujeres indefensas hasta esos sitios para que se aburran mortalmente mientras un punado de chicos juegan el partido de desempate con sus antiguas corbatas. Es una broma. Usted se porto divinamente, lo recuerdo.

Harriet replico pausadamente que disfrutaba con un buen partido de criquet.

– ?En serio? Yo pensaba que era por cortesia. Para mi gusto es demasiado lento, pero la verdad es que nunca se me ha dado muy bien, al contrario que a Peter, que es capaz de ponerse atacado de los nervios pensando en que el podria haberlo hecho mucho mejor.

Harriet le ofrecio cafe.

– No sabia yo que a nadie le diera un ataque nervios en Lord's. Pensaba que eso no se hacia.

– Bueno, el ambiente no recuerda precisamente a la final de copa, pero hasta los ancianitos mas afables pueden ponerse a veces un poco criticones. ?Le apetece un brandy? Camarero, dos copas de brandy. ?Esta escribiendo mas libros?

Conteniendo la rabia que siempre desata esta pregunta en el escritor profesional, Harriet reconocio que si.

– Debe de ser maravilloso saber escribir -dijo el senor Arbuthnot-. A veces pienso que yo podria inventar una buena historia, si tuviera cabeza para ello. Sobre las cosas tan extranas que ocurren, ya me entiende. Tratos raros y esas cosas.

Un borroso recuerdo de algo que habia dicho Wimsey en una ocasion ilumino el laberinto mental de Harriet. El dinero. En eso consistia la relacion entre ambos. Por lerdo que fuera en otros aspectos, el senor Arbuthnot tenia olfato para el dinero. Sabia siempre que iba a hacer ese misterioso producto; era de lo unico que sabia, y era por instinto. Cuando las cosas estaban a punto de subir o bajar, sonaba una campanilla en lo que Freddy Arbuthnot llamaba su cabeza y el actuaba obedeciendo a la senal sin poder explicar por que. Peter tenia dinero, y Freddy comprendia el dinero; ese debia de ser el interes y el vinculo de confianza reciprocos que explicaban una amistad por lo demas inexplicable. Harriet admiraba la extrana red de intereses que une a la mitad masculina de la humanidad formando un apretado panal, cada una de cuyas celdas solo esta en contacto por uno de sus lados con la siguiente pero, aun asi, constituye un tejido consistente y adherente.

– El otro dia aparecio una historia curiosa -anadio el senor Arbuthnot-. Un asunto de lo mas misterioso. Para mi no tiene ni pies ni cabeza, y al bueno de Peter le habria encantado. Por cierto, ?que tal esta Peter?

– Hace tiempo que no lo veo. Esta en Roma. No se que hace alli, pero supongo que lleva algun caso.

– No. Supongo que ha abandonado su pais por el bien de su pais. Normalmente es por eso. Espero que consigan dejar las cosas tranquilas. Las divisas andan un poco inquietas.

El senor Arbuthnot parecia casi inteligente.

– ?Y que tiene que ver Peter con las divisas?

– Nada, pero si algo estalla, afectara a las divisas.

– Me suena a chino. ?Cual es el trabajo de Peter en todo esto?

– El Ministerio de Asuntos Exteriores. ?No lo sabia?

– No tenia ni idea. No es un destino permanente, ?no?

– ?Quiere decir en Roma?

– En el Ministerio de Asuntos Exteriores.

– No, pero a veces se lo llevan cuando creen que lo necesitan. Se lleva bien con la gente.

– Comprendo. Me pregunto por que nunca lo habra mencionado.

– Pero si no es ningun secreto. Lo sabe todo el mundo. Probablemente penso que a usted no le interesaria. - El senor Arbuthnot dejo en equilibrio la cucharilla sobre la taza con expresion abstraida-. Yo le tengo un enorme carino al bueno de Peter -fue su siguiente contribucion, un tanto irrelevante-. Es de muy buena pasta. La ultima vez que lo vi me dio la impresion de que no andaba muy bien… En fin, tengo que marcharme.

Se levanto con cierta brusquedad y se despidio.

Harriet penso en lo humillante que resulta dejar en evidencia la propia ignorancia.

Diez dias antes del comienzo del trimestre, Harriet ya no soportaba Londres. El toque final se lo dio ver asqueada un avance de La muerte entre viento y agua que incluia una nota publicitaria

Вы читаете Los secretos de Oxford
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату