Parroco de Fenchurch St Paul
Antiguo Erudito de Caius Coll: Camb:
Autor de
MCMII
La tipografia era soporifera, asi como el estofado de rabo de buey; la habitacion estaba caldeada, habia sido un dia muy largo, las lineas empezaron a ondularse delante de los ojos de lord Peter. Se quedo dormido, salto una chispa de la chimenea y se desperto sobresaltado; empezo a leer: «… si la quinta sigue a la septima, dice Shipway, y la septima sigue a la sexta, estan bien, siempre que las campanas pequenas, la segunda, la tercera y la cuarta se tanan igual que en el carrillon anterior; sin embargo, si la sexta y la septima van seguidas, sin la quinta, esta tiene que aparecer enseguida…».
Lord Peter cerro los ojos y se perdio en sus suenos.
Se desperto con el repique de las campanas.
Por un momento, no sabia donde estaba; luego se dio media vuelta y se sento en la cama, alterado y enfadado, y descubrio a Bunter sentado a su lado.
– ?Dios mio! ?Me he quedado dormido! ?Por que no me has despertado? Habran empezado sin mi.
– La senora Venables dio ordenes, milord, para que 110 lo molestaran hasta las once y media, y el parroco me indico que le dijera que se conformarian con tocar seis campanas como preludio a la misa.
– ?Que hora es?
– Las once menos cinco, milord.
Mientras decia estas palabras, las campanas dejaron de sonar y
– ?Demonios! -exclamo Wimsey-. Esto no va a salir bien. Tengo que ir a la iglesia a escuchar el sermon del parroco. Peiname. ?Sigue nevando?
– Mas fuerte que antes, milord.
Wimsey se aseo rapidamente y bajo la escalera corriendo con Bunter siguiendolo de cerca. Salieron por la puerta delantera e, iluminando el camino con la linterna del criado, anduvieron entre los arbustos y entraron en la iglesia justo cuando el organo hacia sonar las ultimas notas. El coro y el parroco estaban en su sitio y Wimsey, parpadeando por la luz amarillenta de la iglesia, vislumbro a lo lejos a sus siete companeros campaneros sentados en una fila de sillas debajo de la torre. Empezo a caminar hacia ellos con mucho cuidado por encima de las esteras de coco, mientras Bunter, que al parecer se habia encargado de informarse correctamente de antemano, se dirigia hacia un banco en el pasillo norte y se sentaba junto a Emily, la sirvienta del parroco. El viejo Hezekiah Lavender le dio la bienvenida a Wimsey con una acogedora sonrisa y escondio la cara detras de un libro de oracion mientras se arrodillaba para rezar.
– Queridos hermanos…
Wimsey se puso de pie y miro a su alrededor.
A primera vista se quedo asombrado y sobrecogido por las proporciones de la iglesia, en cuyos amplios espacios la congregacion, numerosa para una parroquia tan pequena en una fria noche de invierno, parecia casi desperdigada. La gran nave principal, los oscuros pasillos laterales, la majestuosa luz del arco del cancel, atravesada por la delicada ornamentacion, que no tapaba la iluminacion, y el molde de greca del arco, el encanto intimo y enclaustrado del cancel, con sus arcos de punto, su boveda ribeteada y sus cinco finas lancetas a la derecha llamaron su atencion, y luego se centro en el remoto brillo del santuario. Despues, volviendo a la nave principal, su mirada siguio las robustas aunque delgadas columnas que nacian en la base de los pilares y se ramificaban, como una fuente, cuando llegaban al techo formando los amplios arcos que soportaban las ventanas de la nave principal. Y alli, en el punto mas alto del techo, la mirada se le lleno de admiracion y deleite. Increiblemente distantes, oscuros y brillantes, y con las alas extendidas, se alzaban los querubines y los serafines, por encima de los coros, debajo de cada cartela, frente a tollos los ojos que miraban al cielo.
– ?Dios mio! -murmuro Wimsey no sin admiracion.
Y, tranquilamente, se dijo: «Se levanto sobre los querubines y volo; llego volando con las alas del viento».
El senor Hezekiah Lavender le dio un codazo a su nuevo companero en las costillas y Wimsey se dio cuenta de que la congregacion habia enmudecido para la confesion general y que el se habia quedado solo de pie y con la boca abierta. Rapidamente empezo a pasar las hojas del libro de oraciones y se concentro en dar las respuestas correspondientes. El senor Lavender que, obviamente, habia decidido que debia ser tonto o pagano, lo ayudo a encontrar los salmos y le susurraba todos los versos al oido.
Alaba al Senor con los cimbalos y las danzas; alabalo a traves de las cuerdas y los tubos; alabalo a traves de los cimbalos afinados; alabalo con los cimbalos sonoros. Deja que todo lo que suena alabe al Senor.
Los minutos avanzaban hacia la medianoche. El parroco, caminando por la escalera del cancel, ofrecio, con su voz dulce y docta, un pequeno sermon muy conmovedor en el que hablo de alabar a Dios, no solo con las cuerdas y los tubos, sino con las preciosas campanas de su querida iglesia e hizo alusion, con su piadosa forma de ser, a la presencia del extranjero que habia llegado al pueblo («por favor, no os gireis a mirarlo; no seria cortes ni reverente»), que habia sido enviado «por lo que los hombres llaman suerte» para ayudarlos en esa obra de devocion. Lord Peter se sonrojo, el parroco dio la bendicion, el organo empezo a tocar las notas de un himno y Hezekiah Lavender exclamo:
– ?Vamos, muchachos!
Los campaneros, haciendo ruido al levantarse, empezaron a subir la escalera del campanario. Se sacaron los abrigos y los colgaron en unos clavos que habia en la pared. Wimsey, cuando vio una enorme jarra marron y nueve vasos en un banco cerca de la puerta, entendio que el dueno del Red Cow habia cumplido su promesa de traer «lo basico» para el refrigerio de los campaneros.
Los ocho hombres se colocaron en sus puestos, y Hezekiah consulto su reloj.
– ?Ya es la hora! -dijo.
Se escupio en las manos, agarro el asidero de
Toll-toll-toll y una pausa, toll-toll-toll y una pausa, toll-toll-toll: las nueve campanadas del repique de difuntos. El ano habia muerto. Doce campanadas mas, una por cada mes. Luego silencio. Despues, desde lo alto del campanario, sonaron las campanadas del reloj: los cuatro cuartos y las doce que marcaban la medianoche. Los campaneros agarraron sus cuerdas.
– ?Ahora!
Las campanas empezaron a hablar: