frutas unas a otras. Oscuro zumo goteaba en los hoyuelos de sus caras. Carne de cereza manchaba sonrisas y narices.
Katty bordaba un arcoiris en la espalda de la camisa de Heather. Inspirada, trazaba Linda un arcoiris todo rojo en la cintura desnuda de Debbie, y Kym, buceando un poco mas abajo del cinturon, anadia la olla de oro. Pintura de cereza.
El azucar del fruto empezo a atraer moscas, asi que las vaqueras, imitando a sus trabados caballos, las espantaron meneando el pelo. Una nube bajo traqueteando. Si no se hubiese ido camino del crepusculo, la habrian pintado, tambien.
La capataz, Delores del Ruby, estaba fuera del rancho en una recogida de peyote. Big Red actuaba como capataz, y estaba permitiendo a las vaqueras un descanso muy amplio. Las cabras que tenian a su cargo estaban desparramadas a su gusto y, en cuanto a las aves, no podian verlas desde el cerezo.
Colocando su Nuevo Testamento otra vez en la alforja, Marie pregunto:
– Companeras, ?os parece honrado vaguear asi?
– No me importa si es honrado o no, con tal de que sea divertido -dijo Big Red.
– No me importa que sea divertido o no, si es real -dijo Kym.
– A mi no me importa siquiera que sea real -dijo Debbie. No todas supieron lo que quiso decir.
30
SI PUDIERAS atar tu reloj de pulsera del Conejo de la Suerte a un rayo de luz, el reloj continuaria tictaqueando pero sus manecillas no se moverian. Eso se debe a que a la velocidad de la luz no hay tiempo. El tiempo es funcion de la velocidad. A elevadas velocidades, el tiempo literalmente se ensancha. Como la luz es el maximo en velocidad, a la velocidad de la luz el tiempo se extiende hasta su absoluto y se hace estatico. Albert Einstein descubrio esto. No hay ninguna necesidad de andar por la fabrica del tiempo y molestar al Chink con eso.
Suponiendo que nuestros cerebros se librasen de sus masas de grasa, para variar, y jugasen con nosotros a la pelota cosmica, permitiendonos abarcar plenamente
Einstein sabia mucho sobre el espacio (determino, por ejemplo, que mas alla del volumen en expansion del universo, el espacio deja de existir, y asi no tenemos
Era una especie de cojera loca lo que aquejaba a Mileva Marik, una excentricidad del pie. Unos dias despues de la ceremonia civil en Zurich, uno de los amigos del joven Einstein confeso: «Yo nunca tendria el valor de casarme con una mujer que no fuese absolutamente normal».
Ay, si hubiese podido saber este amigo que quiza la diaria contemplacion del extrano pie de Mileva llevase a Einstein a percibir las asombrosas leyes de la naturaleza de un modo totalmente distinto al de los demas cientificos.
Pero no importa. Nosotros sabemos con certeza que hizo falta algo mas que una sardina de valor para que el acuarelista Julian Hitche se casase con la «anormal» Sissy Hankshaw. La union altero su vida casi tan drasticamente como la de ella.
Adios a fiestas y banquetes. Sissy era torpe con la cuberteria y, como ya hemos dicho, tendia a derramar el vino. Las invitaciones se rechazaron rutinariamente, y dejaron de hacerse. Julia Child quedo cubierta de polvo. Mascaron barritas de caramelo y hamburguesas en su apartamento, solos. Julian empezo a quejarse del estomago. La grasa le producia ulcera, decia. Sentado a la mesa de la cocina, bajo la pantalla de la lampara Tiffany de imitacion de papel, atisbaba la picante hendidura de un taco y se preguntaba quien estaria cenando aquella noche en Elains's.
Mientras su marido pintaba, Sissy contemplaba el trafico desde las ventanas. O pasaba las hojas de las revistas de coches que colocaba regularmente en el revistero, aunque Julian, que no conducia, afirmaba que nunca compraria un coche. Le dolian los pulgares y, para aliviarlos, se dedico al autoestop mental, el juego que jugaba de nina. Su pulgar hacia senales a los bajos de los visillos que se ondulaban sobre los alfeizares. Hacia senas su pulgar a la sombra negra del blanco piano. Al encender la luz del bano corrian las cucarachas: ella les hacia senas. Su regreso a la infancia la divertia, la tranquilizaba. Julian era lo bastante sensible como para reconocer el valor que tenia para su relacion, aunque su extravagancia hacia que toses nerviosas aporrearan los sacos de sus pulmones.
Era una pesima ama de casa. No tenia experiencia ni aptitud. Si Julian, ademas de su pintura, sus conferencias con marchantes, coleccionistas y publicistas, tenia que atender las tareas domesticas; cuando lavaba los platos, Sissy se retiraba desazonada al dormitorio a charlar con los pajaros. Sissy y los pajaros tenian mucha relacion, ?Seria el interes por la «libertad de movimiento» lo que tenian en comun?
El domingo, los recien casados fueron al Museo del Indio Norteamericano que hay en la calle 155. Fue idea de Sissy. No habia nada de los siwash, ni siquiera una cuenta. De regreso, se pelearon.
Por lo menos una vez a la semana, se dejaban caer por alli Howard y Marie (Rupert y Carla se habian separado) a interpretar a Botticelli y a discutir la situacion internacional, que era desesperada, como siempre. En ocasiones, uno u otro, Howard o Marie, agarraban a Sissy sola (era muy dada a apartarse del grupo) e intentaban besarla o hurgar bajo su ropa. No era correcto, pero para ella, esto tenia mas sentido que la politica o Botticelli.
Rodeaba tambien a la pareja un rumor de maliciosas murmuraciones: el elegante e inteligente mohawk, la encantadora y deforme chica Yoni Yum/Rocio (?al fin se sabia!). Sissy era inmune, pero las historias fastidiaban mucho a Julian. Cuando le preguntaban por el pasado de su esposa, mentia diciendo que el escaso autoestop que habia hecho formaba parte de un montaje publicitario ideado por La Condesa. Mas tarde, se sentia culpable por negarla, y ella tomaba su culpabilidad por descontento.
Noches en la cama, y mananas tambien, bajo mantas que ningun indio habia hilado; las extranas tensiones de su relacion se disolvian en pasion y ternura. Se acariciaban reciprocamente hasta que les brillaba la piel. Se abrazaban hasta que sus doscientos seis huesos gemian como ratones. Su cama era un barco en un mar agitado.
Si espacio es amor, profesor, ?es amor espacio? ?O es amor algo que utilizamos para
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HABIA ALGUIEN en la puerta. Sonaba el timbre como una araca enamorada de una melolonta. Debe ser La Condesa.
Como si los Hitche no estuviesen sometidos a bastantes presiones, estaba el incordio de La Condesa.
Nadie reconocia con mayor lucidez que La Condesa el heroismo de Sissy al intentar una feminidad normal. Nadie podia enumerar con mas justeza que La Condesa los sacrificios que habia hecho Julian por su matrimonio. (El pintor habia llegado a deshacerse de su perro.) Aun asi, La Condesa no podia resistir la tentacion de fastidiarles, burlandose de sus motivaciones. Quiza sufriese la verguenza secreta de los hombres que represan rios y doman caballos. La Condesa, despues de todo, habia iniciado el matrimonio que habia «domado» a Sissy Hankshaw… y lo unico que podia mostrar como fruto de su intromision en la libertad ajena era el hueco premio del propio matrimonio, y otra triunfal campana publicitaria: las acuarelas de Julian eran al fin la sensacion que habian sido las fotos de Sissy.
Mediados de septiembre. Llevaban ya nueve meses de matrimonio. La noche anterior habia estallado una trifulca que tardaron la mayor parte de la noche en resolver. Aquella manana gozaban de una fragil y vulnerable