resulto tan maravillosa como le anunciaran, pero eran necesarios enormes trabajos y mucha inteligencia para adaptarla a su estilo de vida y hacerla residencia comoda para todo el ano. Ademas, tenia que montar un reloj y no era tarea facil. Y para readaptar la cueva y planear su reloj, habia tambien de desligarse de la conciencia del Pueblo Reloj, porque veintiseis anos entre los indios de la Gran Madriguera le habian condicionado mas de lo que supuso cuando decidio establecerse otra vez por su cuenta.
La mayor parte de los seres humanos tiene cerebros como cera blanda. En cuanto se graba en ellos una impresion, no cambia hasta que tu la cambias por ellos. Son maleables pero no automaleables (circunstancia que politicos y relaciones publicas aprovechan en sus lugubres triunfos). El Chink, sin embargo, era absolutamente capaz de remoldear su bola de sebo: solo que le llevo mas tiempo del que suponia.
Cuatro anos despues hablaba a Sissy del Pueblo Reloj con admiracion, aprecio y zumbona ironia.
En epocas de caos y confusion generalizados, el crear orden ha sido deber de la vanguardia del genero humano (artistas, cientificos, payasos y filosofos). En epocas como la nuestra, sin embargo, en que hay demasiado orden, demasiada direccion, demasiada programacion y control, es deber de los hombres y mujeres superiores tirar su llave inglesa favorita dentro de la maquina. Aliviar la represion del espiritu humano, sembrando duda y caos. El Chink soltaba su infernal y chiflada risa tonta imaginando las dudas y confusiones que provocaria en la sociedad el inevitable descubrimiento del Pueblo Reloj. Reia aunque sospechase que ese descubrimiento destruiria al Pueblo Reloj, y aunque se burlase de la repugnante falacia democratica «mas es mejor», implicita en la idea de que ha de sacrificarse la parte al todo.
– Quiero mucho a esos pieles rojas chiflados -dijo el Chink a Sissy-. Pero no puedo participar de su sueno utopico. Al cabo de un tiempo, pense que la confianza del Pueblo Reloj en la Eternidad del Gozo era practicamente identica a la confianza cristiana en el Segundo Advenimiento. O a la confianza comunista en la revolucion mundial. O a las esperanzas depositadas en los platillos volantes. Todo es lo mismo. Mas mamones invirtiendo su cuota de presente en el futuro, acumulando miserias sin cuento en el banco de un final feliz de la historia. Pues bien, la historia jamas
El viejo pedo andrajoso rodeo con sus brazos a Sissy y… no, un momento, no estaba contandole al doctor Robbins esa parte. Aun.
En una ocasion en el curso de los acontecimientos, aclaro el Chink a Sissy, que, aunque no podia aceptar el sueno del Pueblo Reloj, respetaba la calidad de su sueno. La vision de una era, aunque fuese perdurable, en la que todo ritual fuese personal y propio, hacia que el corazon del Chink deseara levantarse y bailar. Ademas, mientras que parece casi tan imposible el compromiso de una vuelta de Jesus como improbable la revolucion marxista a escala mundial, es inevitable una alteracion general del planeta por fuerzas naturales. El Pueblo Reloj habia achicado el vacio de fe apocaliptico.
– Pero en definitiva -comento el Chink-, pese a toda su profundidad, el Pueblo Reloj era una colectividad de animales humanos unidos con el proposito de prepararse para mejores dias. En suma, solo mas victimas de la enfermedad del tiempo.
?Ay, el tiempo! Vuelta al tiempo. El doctor Robbins procuro erguirse. El vino habia dicho su adios. Estaba algo trompa. Su bigote no podia negarlo. Cada poco, el doctor Goldman se asomaba a la ventana. No le importaba al doctor Robbins. El doctor Goldman nunca tendria el valor de interrumpir, al menos mientras Sissy continuase sus ejercicios. Grandes dedos se ondulaban en el aire del jardin.
(La cara del doctor Goldman, tan roja e hinchada como una vacuna de viruela, presionaba el cristal. Veia desfilar tiesamente los pulgares en sus trajes de rubores. Luego, empezaron a estremecerse. A lanzar ultrarrapidas y salvajes acometidas, como aranas acuaticas en la superficie de un estanque. Y mientras los observaba, vio formarse alrededor de ellos una especie de radiante ectoplasrna. Sissy sonreia remota. El doctor Robbins yacia, como en adoracion, a sus pies. El doctor Goldman se volvio bruscamente y desaparecio.) En realidad, el doctor Robbins estaba algo mas nervioso de lo que podria parecer. El testimonio de su paciente habia pasado poco a poco a ocupar un lugar secundario frente a su practica del autoestop. Su recorrido de las escalas. Lo que se habia iniciado como flexion casual de musculos habia escalado, al perder ella la propia conciencia, a completo catalogo de los gestos y movimientos extravagantes almacenados en sus gruesos apendices. Habia caido en un silencio absorto entregada al pilotaje de sus pequenos dirigibles. El doctor Robbins seguia ansioso la exhibicion, pero deseaba, como los novelistas anticuados, ir punto por punto, mantener el flujo de la historia. En fin, el doctor Robbins tenia una teoria muy acorde con los relojes y el Chink. Tenia el doctor Robbins la antigua creencia de que el problema basico con que se enfrentaba la especie humana era el Tiempo. En cuanto a definir el tiempo, o especular sobre su naturaleza, mejor olvidarse; ni borracho ni sobrio estaba dispuesto a bailar con los angeles en la cabeza de
Por supuesto, no estaba absolutamente seguro de que
Esto era una posibilidad, desde luego, una posibilidad que el doctor Robbins no habia desechado en absoluto. Por otra parle, si tal enfoque era, como la religion, solo un sistema de camuflaje para justificar la experiencia y hacer mas tolerable la vida (otro ejercicio de escapismo festoneado mistico crepe), entoncas, solo quedaba deducir que la especie humana era una soberbia joda. Pese a nuestro asombroso potencia; a la presencia entre nosotros de los individuos mas extraordinariamente ilustrados, que actuaban con inteligencia, gentileza y estilo; pese a una pletora de triunfos que ninguna otra de las criaturas vivas ha llegado a igualar en un billon de anos luz, estabamos al borde de destruirnos a nosotros mismos, interna y externamente, y de llevarnos por delante todo el planeta, prensado en nuestros apretados punitos, mientras echabamos el paracaidas-mierda al olvido.
Pero, si fuese tal el caso, uno se veria obligado a preguntarse que error hubo; cuando y como se tergiversaron las cosas. La respuesta a esta pregunta suprema resopla en tantos brotes que al pobre cerebro le ataca la fiebre del heno, se le cierran los ojos de golpe, estornuda ramilletes enteros de ocultas y semisospechadas verdades, y probablemente en el fondo no quiera enterarse de nada. Desde su posicion de psiquiatra, sin embargo, una posicion solo ligeramente menos alergica que cualquier otra, podia el doctor Robbins aventurar de momento:
La mayor parte del dano que el hombre causa a su ambiente, a sus semejantes y a si mismo, se debe a la codicia.
La mayor parte de la codicia (sea de poder, de propiedad, de atencion o de afecto) nace de la inseguridad.
La mayor parte de la inseguridad se debe al miedo.
Y casi todo el miedo es, en el fondo, miedo a la muerte.
Con tiempo, todo es posible. Pero el tiempo ha de parar.
?Por que temen asi los seres humanos a la muerte?
Porque inconscientemente entienden, al fin, que sus vidas son meras parodias de lo que habria de ser la vida. Anhelan dejar de jugar a vivir y vivir realmente, pero, ay, lleva tiempo y esfuerzo unir y articular y anudar los cabos sueltos de sus vidas y se ven acosados por la idea de que el tiempo corre y se acaba.
?Era esto, o era el guijarro de la zapatilla de baile la fobia de que el tiempo