sonando que habia encontrado cantidad de dinero en el suelo, a su alrededor. Linda se sonaba en la cama con Kym. Desperto y descubrio que era cierto. Volvio a su litera a toda prisa. Justo a tiempo. El saco de brotes de peyote que habia bajo la cabeza de Delores la cantaba despierta, como cada manana. La capataz se estiro y se froto los ojos. Pronto recorreria a zancadas el pasillo chasqueando su latigo. No hacian falta despertadores en el Rosa de Goma. Ademas, una radio despertador no habria tocado mas que polcas.

Del edificio principal llego flotando el magico aroma del cafe. Donna, a quien correspondia el turno, habia empezado ya el desayuno. Arriba, socias, arriba. Tenian que ordenar cabras y habia aves que… vigilar.

Plap. Plap plap plap. Descalzos pies de vaqueras empezaron a golpear el linoleo. Pies de unas pintadas y pies con ampollas, pies que olian a limpio y pies fermentando en mermelada de pelotillas, tiernos pies, despellejados pies, pies que habian atisbado indecisos en zapaterias y pies que se habian enamorado del suelo del gimnasio en el baile de fin de curso, pies a gogo, pies de lecciones de ballet la manana del sabado, pies rosados, pies amarillentos, pies arqueados, pies planos, pies masajeados, pies olvidados, pies playa, pies culebra, pies cosquilleados por papa, pies enrojecidos por botas demasiado prietas, pies que atraian fragmentos de cristal y astillas y pies que se imaginaban nubes. Plap plap. Pies descalzos que pisaban el linoleo y se alineaban juvenilmente ante las mesitas (en las que no habia ni un pie libre), ante las ventanas (que tiempo hacia al pie) o salian hacia el cagadero (a exactamente noventa y dos pies del barracon).

Plap. Plap. Escucha. Podian oirse mas plaps en aquel amanecer estival. Sonaron plaps en pueblos y ciudades donde no caminaban vaqueras descalzas. El autor habla ahora del plap y plap de periodicos matutinos, enrollados y apretados, plapeando contra los porches mientras los repartidores demostraban su incierta punteria.

Innumerables periodicos aterrizaban con innumerables plaps en innumerables porches, llevando a innumerables lectores noticias deportivas, historietas y horoscopos y, aquella manana concreta, la primera notificacion publica de lo que muchos considerarian un desastre ecologico estremecedor. Los distintos periodicos presentaban la noticia de formas diversas. Quizas el titular del Post-Dispatch de San Luis, sucinto como era, lo explicaba mejor. Decia: NUESTRAS GRULLAS CHILLADORAS ESTAN DESAPARECIENDO.

78

HACE UNOS quinientos mil anos, el continente norteamericano consiguio por fin acumular suficiente valor para barrer el ultimo de los glaciales de su vestibulo. Desaparecido el hielo, llamo el continente norteamericano a los decoradores y les mando crear un medio digno de una nueva vida salvaje y elegante. «La hierba esta de moda», proclamaron los decoradores, y empezaron a montar un paisaje de inmensas praderas, mares interiores y humedas sabanas. Un ave de los pantanos, primitiva, prepleistocenica, fijo un ojo amarillo en los interminables acres de vegetacion marismenados, ondulante hierba y aguas sin profundidad y decidio que le gustaba la nueva decoracion lo suficiente como para un traslado. De hecho, a este ave le gusto tanto la nueva decoracion que lanzo un chillido. Asi, inspirada por su entorno, evoluciono hasta convertirse en la grulla chilladora.

El chillido era de primera calidad, desde luego. Combinaba gran dimension y belleza majestuosa en una especie de timida arrogancia, produciendo un efecto total que no ha igualado jamas ave alguna ni antes ni despues. Las senales negrosatinadas de su cuerpo deslumbradoramente blanco estaban economica y perfectamente emplazadas; su corona rubi y las manchas de su buche (que en realidad era piel roja sin pluma alguna) le proporcionaban cierto efecto especial sin ser pulgares. Su ahusada silueta y sus graciosas curvas habian de inspirar a artistas y disenadores aun por nacer. Su voz poderosa podia alzar escalofrios por la columna vertebral de un predador a un kilometro de distancia; el sordo orgullo con que realizaba sus tareas diarias inventaba la palabra dignidad para los diccionarios zoologicos. De costa a costa y del Artico al centro de Mexico, la grulla chilladora fue sin duda el Bardo Supremo de Norteamerica durante la edad de oro de la hierba.

Las cosas cambian. Hasta la hierba pasa de moda. Al final del pleistoceno, la moda paso a los arboles. El bosque fue penetrando gradualmente en las praderas y se hundio el agua. El habitat de la grulla, no sanforizado, empezo a experimentar un implacable encogimiento. La grulla de los arenales, prima hermana mas simple y mas pequena que la chilladora, realizo los ajustes necesarios adaptandose complaciente a un mundo menos herboso y acuatico. Pero no nuestra ave. La grulla chilladora practico la ciencia de lo particular; estimulo lo singular frente a lo general; encarno la excepcion y no la regla. ?Al diablo el compromiso! Sabia lo que queria y eso le bastaba. A diferencia de los grupos de escasa integridad, incluido el hombre, opto la chilladora por calidad en vez de cantidad, rechazando la idea de que cualquier cosa sea mejor que nada. Sobreviviria segun sus propias condiciones, o no sobreviviria. Y de hecho, disminuyo en numero y alcance, aferrandose desafiante a confines en eterno achicamiento. El numero de grullas chilladoras se habia reducido a menos de dos mil antes incluso de que la civilizacion asentara sus duros y pulidos zapatos sobre nuestras costas.

Aun asi, dos mil chilladoras eran dos mil chilladoras (suficiente fuerza plumosa para eclipsar cualquier espectaculo del distrito nocturno del pais de los pajaros) y el censo de grullas podria haberse mantenido aproximadamente en esa cifra si la civilizacion no hubiese decidido hacerle a America del Norte el favor de invitarse a cenar. Entre la civilizacion y las grullas chilladoras hubo un inmediato y perdurable choque de personalidad. En el equipaje del proceso civilizador llegaban la agricultura, el deporte del tiro con arma de fuego, la recoleccion de huevos, la industrializacion, la expansion urbana, la contaminacion, la aviacion, los sondeos petroliferos, las operaciones militares, los incendios y el cuerpo de ingenieros del ejercito, cuyos infatigables castorcillos caqui habrian de transformar las corrientes de agua naturales de Norteamerica en alcantarillas industriales. Esto, con los predadores, los cambios climaticos y los huracanes, era demasiado para la superinocente chilladora. Despues de 1918, en que un labrador de Louisiana llamado Alcie Daigle mato dos grullas que estaban comiendo el arroz desparramado junto a su majadora (?Que afilados picos tijereteen tus testiculos dia tras dia, Alcie Daigle, en los ardientes campos de arroz de los infiernos!) quedaron solo dos bandadas de grullas chilladoras en el mundo. Pronto quedo solo una. En septiembre de 1941, esta bandada, acosada sin tregua tenia solo quince ejemplares. Quince, date cuenta, quince. Se alzo musica de extincion al fondo.

Desde su fundacion en 1905, la Sociedad Audubon, sociedad conservacionista, habia dedicado un interes especial a las chilladoras. La Sociedad identificaba a un ave extraordinaria cuando la veia. Las ancianitas y los suaves caballeros de chanclos de la Audubon acosaron tan obstinadamente al gobierno que al fin los politicos, para librarse de ellos, decretaron en 1937 que los terrenos de invernacion de la ultima bandada de chilladoras que quedaba fuesen a partir de entonces reserva y refugio. Como la mayoria de las actitudes del gobierno en defensa de la vida, la reserva de vida salvaje nacional de Aransas, en la costa tejana del golfo de Mexico, fue poco mas que un simbolo. Aransas ofrecia a las grullas cobijo invernal y proteccion contra los cazadores y coleccionistas de huevos, es cierto. Pero se permitia que las fuerzas aereas de los Estados Unidos siguiesen utilizando un sector de la costa para bombardeos de prueba, y las principales companias petroliferas seguian perforando y traqueteando alrededor de la reserva. Ademas, la bandada, aunque caza ilegal, no disponia de ningun sistema de proteccion eficaz en sus largos vuelos migratorios entre Aransas y sus terrenos estivales de anidaje y cria, al norte de las soledades canadienses, y todos los anos caian varias grullas por obra de alegres pandillas de cazadores borrachos. La bandada se asia a la vida con las unas de los pies, pero aun asi mantenia su aplomo.

A principios de los cincuenta, sin embargo, aparecio un heroe, un batman, un hombre murcielago (o un hombre grulla), que salio al ruedo con una capa de plumas blancas, dispuesto a asediar al gobierno y a detener la extincion. Este heroe se llamaba Robert Porter Alien, director de investigacion de la Sociedad Audubon. No era ningun viejecillo de esos que echan miguitas a los pajaros. A Alien le gustaban las grullas chilladoras mas que los estadistas o las estrellas de cine o el Padre nuestro que estas en los cielos. Era inteligente, concienzudo, firme, persuasivo y, mas importante aun, tenia influencia en la prensa. Cuando en octubre de 1951 solo volvieron diecinueve chilladoras a Aransas, logro interesar a los medios de comunicacion. Y tras la radiacion y publicacion de numerosas noticias y editoriales, el gobierno empezo magicamente a hacer un esfuerzo mas concienzudo en favor de aquellos monstruos indomitos a los que habia declarado sus protegidos oficiales.

El gobierno incorporo a su maquinaria burocratica el apartado grullas y, tras unos cuantos anos, la civilizacion

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