– Es solo otro milagro de la tecnologia moderna.
Habria sido necesario otro milagro mas de la tecnologia para apartar sus ojos de los de Jelly.
Antes de que Sissy estuviese completamente en el suelo, la lengua de Jelly estaba en su boca. Bajo del estribo en un sinuoso abrazo.
– No importa lo que pase -grito Jelly, desembarazandose de uno de sus propios pulgares honorificos-. ?Celebremoslo!
– Por eso tarde tanto en volver a buscarte -explico Heather-. Teniamos que preparar una pequena fiesta de bienvenida.
Tras las barricadas, en el centro de los cimientos de la cupula, se habia dispuesto un despliegue floral. Habia ollas de te, emparedados de queso, bolas de arroz con miel, cigarrillos de marihuana y yogur con cerezas frescas encima. Colocaron un collar de margaritas en el pulgar izquierdo de Sissy y la condujeron a la colchoneta tibetana de meditacion de Debbie, donde se sento. Risas, besos y te.
Enfrentadas con una inminente batalla contra la policia federal, no vacilaron las vaqueras en hacer la fiesta, porque, en fin, Sissy Hankshaw Hitche habia regresado y como no festejar el acontecimiento.
– Muy propio de mujeres -gruno el espectro del general Custer, atisbando a traves de la hierba.
Si, oh si si si, dulce si.
Muy propio de mujeres, realmente.
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LOS ESPECTROS, COMO pueden pasar a traves de las paredes, tienen tendencia a generalizar. Sin embargo, el autor deberia ser mas inteligente. No deberia haber dicho «muy propio de mujeres», sino «muy propio de algunas mujeres», o, mejor, «muy propio del espiritu femenino». No todas las mujeres poseen espiritu femenino.
Algunas de las vaqueras, por ejemplo, se negaron ostentosamente a participar en la fiesta de bienvenida. Se quedaron en las barricadas, como pueden atestiguar las grullas, lanzando hoscas miradas a las que festejaban. ?Que era Sissy para ellas? Una no vaquera. Una chiflada de manos extranas. Una mujer mayor que habia sido estrella de unos anuncios publicitarios en los que se decia que sus conos olian mal. Ademas, ?que pensaria el enemigo si pudiese espiar a traves de los prismaticos aquella escena, si pudiese verlas tomar te, trenzar collares de margaritas y fumar porros? Por supuesto, lo que las vaqueras podian saber era que ningun enemigo las observaba, pues todas las tentativas que habia hecho el FBI para establecer un puesto de observacion en el Cerro Siwash habian desembocado en extranos desastres (?pudo ser responsable de ello la hermandad del Chink y el cerro?). Entre las chicas y sus adversarios habia una sucesion de colinas, y en la otra direccion descendia una pradera abierta que no ofrecia posibilidades de ocultarse y, en consecuencia, no tenia la menor utilidad para el gobierno.
Ignorando el desden que su fiesta provocaba en las barricadas, Jelly tomaba yogur e intercambiaba frases amorosas con Sissy.
– Parece que cada vez que nos encontramos las cosas se estropean -dijo.
– Eso parece -dijo Sissy, un tanto mareada de marihuana y afecto-. Esta vez, sin embargo, parece grave, todas esas armas…
– La mayoria nos la consiguio Billy West. ?No le conociste? Veintidos anos y pesa ciento veinte kilos. Nacido y criado en Mottburg. Durante su ninez tenia la sospecha de que estaban jodiendole. Cuando descubrio por fin que estaban jodiandole, decidio convertirse en forajido. No por venganza, sino por pureza.
– No le conoci -dijo Sissy, balanceando su nuevo y pequeno pulgar rojo sobre el brazo desnudo de Jelly-. Pero esas armas, ?Estais dispuestas de verdad a matar y morir por las grullas chilladoras?
– No, ni mucho menos -contesto Jellybean-. Las grullas son maravillosas, desde luego, pero yo no estoy en esto por las grullas. Estoy por las vaqueras. Es una cochina verguenza que las cosas puedan llegar al punto de que matar y morir sean alternativas aceptables, pero a veces resulta asi el guion. En fin, Sissy, miro a mi alrededor y por todas partes veo gente, individuos y grupos, gente conservadora, gente liberal, gente radical que ha quedado lisiada y contaminada en su interior por los anos que han estado rindiendose y sometiendose a la autoridad. Si nosotras las vaqueras cedemos a la autoridad en este caso de las grullas, nos convertiremos simplemente en otro compromiso. Y yo quiero un destino mejor que ese… para mi y para las demas vaqueras. Es mejor que no haya vaqueras que las vaqueras acepten el compromiso.
– ?Uf! -exclamo Linda, que se habia acercado para llenar de nuevo la taza de te de Jelly-. Es un poco duro, pero reconozco que asi ha de ser.
Sissy miro suplicante a Linda y a Jellybean.
– Pero no podreis matar a este dragon.
Con el mayor de sus pulgares, senalo al otro lado de las colinas, aunque lo mismo podria haber senalado en cualquier otra direccion.
– Jelly lo sabe -dijo Debbie, que se habia acercado para reponer el emparedado de Sissy-. Lo que no parece saber es que nuestro trabajo no es liquidar al dragon. Ese ha sido tradicionalmente el trabajo del heroe. La tarea de la doncella es transformar al heroe y… al dragon. Y yo creo que no es demasiado tarde para lograr esa transformacion.
Jelly parecia haberse unido a las nubes en un voto de silencio.
– Mierda, Debbie -dijo al fin (las nubes mantuvieron
Advirtiendo que tanto Jelly como Debbie agrupaban lagrimas en sus ojos, Sissy pregunto:
– ?Pero como empezo todo esto? ?Como os liasteis con la bandada de grullas?
Debbie se sono con su panuelo bordado.
– Ya sabias que estabamos alimentandolas, ?no? Les dimos arroz moreno el otono pasado y se quedaron un par de dias mas. Esta primavera decidimos probar algo distinto. Mezclamos el arroz con harina de pescado… a las chilladoras les encanta el pescado (los peces pequenos y los langostinos y los cangrejos azules), y la harina de pescado es barata. Luego Delores sugirio otro ingrediente, y pensamos que resultaria.
– ?Quereis decir…?
– ?Peyote! -dijeron a la vez Debbie y Jelly.
– Entonces la profesora tenia razon.
– Oh, vamos, Sissy -dijo Jelly-. ?Que quieres decir con eso de «drogadas»? Todo ser vivo es una composicion quimica y cualquier cosa que se le anada altera esa composicion. Si comes una hamburguesa o un caramelo, se altera la quimica de tu organismo. El tipo de alimentos que comas, el tipo de aire que respires, pueden cambiar tu estado mental. ?Significa eso que estas «drogada»? «Drogada» es una palabra estupida.
– Has estado fumando hierba -dijo Linda-. Estas drogada. ?Como te sientes? ?Podriamos obligarte a hacer algo que no quisieses hacer?
Debbie se unio tambien.
– Miralas, Sissy. ?Parecen drogadas? Cazan, comen, cagan, se atusan, descansan; ponen huevos, los incuban y cuidan de sus crias. Bailan y chillan de cuando en cuando, y de cuando en cuando vuelan. Lo unico que no hacen y que antes hacian es emigrar. ?Te parece un cambio tan drastico?
Enmarcando la bandada en un agujero de su emparedado de queso, Sissy hubo de decir:
– No. Supongo que no. Una de las mayores bandadas de grullas chilladoras de que sabemos, la que vivia en la zona de hierba amarilla de Lousiana, nunca emigraba. Asi que no debe ser una condicion general de la especie. -Bajo el emparedado-. Pero el peyote, evidentemente, afecta a sus cerebros. Les ha hecho interrumpir una norma migratoria que se remonta a miles de anos. Y las ha hecho menos esquivas con la gente. Ni siquiera yo habria podido acercarme tanto a ellas antes, y yo tengo…
– ?Algo especial con las aves! -canturrearon al unisono Jelly y Debbie-. ?Un algo especial con las aves, un algo especial con las aves!
Su sonsonete patino suavemente sobre el lago, no recordando ni a las aves ni a los observadores de pajaros,