espero, que los primitivos colonizadores norteamericanos hacian flautas con los huesos de las alas de las grullas.

Sissy enrojecio.

Jelly la beso.

– Segun mi opinion -dijo Debbie, balanceando sus bucles castano-rojizos del lago a la colina-, el peyote las suaviza. Las hace menos estrictas. Antes temian el mal tiempo, temian a los humanos. Por eso emigraban y se apartaban. Pero el peyote las ha iluminado. Les ha ensenado que no hay nada que temer, solo al miedo mismo. Ahora comprenden la vida y dejan pasar las malas vibraciones. No hay que preocuparse, hay que ser feliz. Hay que estar, aqui, ahora.

?Acepto Sissy eso? En absoluto.

– El miedo de los animales salvajes es completamente distinto de la paranoia de la gente -argumento-. En el ecosistema libre y natural, el miedo es natural y necesario. Es en realidad un mecanismo para conservar la vida. Si las grullas no hubiesen tenido capacidad de sentir miedo, habrian desaparecido hace mucho y ahora no tendriamos mas que sabaneros y patos silvestres comunes y corrientes.

– Esta discusion parece destinada a convertirse en disquisicion academica -dijo Jelly- porque nos queda menos de medio saco de peyote y el cargamento de Delores acabo en la carcel de Mottburg. Asi que cualquier dia tendremos que correr el riesgo de ver como se comportan las chilladoras en la bajada, ver si la experiencia del peyote las ha cambiado realmente o no. Pero, entretanto, quiero decir esto sobre el miedo…

Cuando Jelly pronuncio la palabra miedo, este se materializo subitamente alrededor de ellas:

Una ruidosa e incontenible rueda giratoria de miedo que surcaba las alturas como el neumatico deshinchado del Cadillac de Dios; un batir incesante que llenaba los oidos y tensaba el estomago de miedo huevo-muerte, que habia envenenado los suenos de los ninos del sureste de Asia.

El helicoptero llegaba de los cerros del sur, macheteando el cielo azul de septiembre en belica carne. Se dirigia en linea recta a la fiesta.

108

– ?NO DISPAREIS! -GRITO Bonanza Jellybean-. ?Alto el fuego!

Por fortuna, su grito se oyo por encima de los machetazos picaoxigeno de las helices del helicoptero, por encima de la fusileria que resonaba entre las asustadas vaqueras de las barricadas. Los disparos cesaron tan bruscamente como habia empezado. La unica victima fue un caballo al que alcanzo en la sien una bala perdida. El caballo murio con hierba fresca en la boca.

Jelly habia detectado en las toscas fajas de negro y rojo que llevaba pintadas el helicoptero, no la mano de la ley sino del fuera de la ley. Habia acertado. Cuando el aparato, tras desmoronar el despliegue floral, se asento en la hierba unos metros al norte de los cimientos de la cupula, salio de el Billy West. Vestido completamente de negro, como Delores, hizo cuanto pudo por doblar su circunferencia lo bastante para poder pasar bajo las cuchillas giratorias sin que le decapitasen (El copiloto, un joven de pelo hasta la cintura, se quedo en los mandos).

Jelly se alzo del suelo en un abrazo elefantino. Sostenida en el aire en brazos de Billy, su seis tiros choco contra el seis tiros de el.

– Que vengan unas cuantas y me ayuden a descargar -dijo Billy-. Te traje unas cajas mas de municiones. Y algo de pan de molde. Y unas cuantas judias. ?Que te parece mi pajaro girador? Lo consegui en un trato en Montana. Mierda. Tus muchachas, con su afan de darle al gatillo me han fastidiado la pintura nueva. -Gordos dedos senalaron una cinta de metal desnudo donde una bala habia rozado el helicoptero-. Bueno, adelante, hay que descargar; tengo que soltar esto y largarme. Seguro que los federales me siguen la pista.

Cajas de municiones, cestos de pan y cajas de judias salieron del helicoptero y pasaron de chica en chica rapidamente hasta quedar al fin amontonados junto al carro. Luego, lanzando un mofletudo beso, Bill West volvio a meterse en el helicoptero y alla se fue, hacia Dios sabe donde, agitando las colinas con su temible batir.

La tranquilidad que siguio fue sobrecogedora. El mana del cielo nunca fue como aquello. Salvo unas cuantas nubes trapenses, el cielo estaba vacio. De nada servia mirar hacia alli. Era mejor mirar las nuevas provisiones. El caballo muerto. Las caras angustiadas y asombradas. La radio era la unica que tenia el valor de violar la atmosfera contemplativa del momento.

Coincidiendo con el girar de la tierra en que el «tiempo» era las seis en punto, la radio extraia noticias del eter. Mas de una vaquera silenciosa oyo al locutor que daba las noticias decir que el juez Fulano, a peticion de la Asociacion Norteamericana de Libertades Civiles, habia concedido cuarenta y ocho horas mas de plazo a las vaqueras del Rosa de Goma para cumplir su orden. Se esperaba que siguiesen negociaciones entre vaqueras y gobierno.

En fin, esta evolucion de los acontecimientos no era del todo inesperada. La siguiente lo fue, sin embargo. El locutor informo a sus oyentes que la capataz del Rosa de Goma, Delores del Ruby, habia salido en libertad bajo fianza, por haber pagado esta al propietario del rancho asediado, Productos Condesa Inc. La sorprendente y desconcertante noticia de que La Condesa pagaba la fianza de la senorita Del Ruby, la dio el asesor personal del ricacho, un tal doctor Robbins de Nueva York.

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AQUELLA NOCHE SISSY y Jelly yacieron bajo las mismas estrellas, bajo las mismas nubes, bajo las mismas mantas, bajo el mismo hechizo: Como los candidatos politicos, cambiaron con frecuenica de posiciones. En la campana del 69, los escrutinios no terminaron hasta el amanecer.

Cuando los famosos rosados dedos de la aurora atenazaron el preservador vital del horizonte, las madrugadoras grullas oyeron decir a Jelly:

– Cada vez que te digo que te amo, retrocedes. Pero ese es un problema tuyo.

Sissy contesto:

– Si retrocedo cuando dices que me amas, es un problema de ambas. Mi confusion se convierte en tu confusion. Los estudiantes confunden a los profesores. Los pacientes confunden a los psiquiatras. Los amantes de corazon confuso, confunden a los amantes de corazon claro. -Rio entre dientes ante su asombroso aforismo-. Creo que necesito ver al Chink -anadio quedamente.

– Eso mismo pienso yo -dijo Jellybean-. Ahora las vaqueras nos pasaremos dos dias haciendo solo juegos de palabras con los abogados. ?Por que no te acercas al cerro?

– Lo hare -dijo Sissy. Y cuando el nuevo dia se situo en el techo de la pradera, lo hizo.

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ELLO NO LO habia imaginado asi. En su pensamiento habia sido muy distinto. En su pensamiento, habia habido un cordial abrazo, un cazo de agua fresca para domar la sed despues de la aspera subida, un reposo tranquilo a la sombra de una roca y sabias palabras filtradas a traves de una barba de escuela dominical, palabras que ladraban y mordisqueaban los fugitivos talones de la confusion.

En el pensamiento de Sissy, el llevaba puesto ropa, al menos hasta la hora de acostarse. No habia habido en el pensamiento de Sissy mano en sus bragas, ni accion inmediata. Y, desde luego, el habia tenido algo mas que decir que «ja ja jo jo y ji ji».

Expectativas frente a realizaciones. Todos recordamos ese viejo caso. Ciertamente, el habia dicho algo mas que el ja ja jo jo y ji ji. Nada mas

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