preguntas sobre el rio y se sorprendio al comprobar sus conocimientos. No habia ningun edificio que no fuera capaz de identificar, ninguna historia que desconociera, ningun companero de oficio al que no reconociera y pocas embarcaciones cuyo nombre no supiera.

Por el supo Mandy que el obelisco de Cleopatra fue construido ante el templo de Isis en Heliopolis hacia el ano 1450 a. de C., y transportado por mar a Inglaterra para ser instalado a orillas del rio en 1878. Formaba parte de una pareja, y el otro estaba en el Central Park de Nueva York. Mandy se imagino el gran recipiente, con su nucleo de piedra, agitandose en las aguas turbulentas del golfo de Vizcaya como un inmenso pez. El barquero le senalo la taberna de Doggett’s Coat and Badge, junto al puente de Blackfriars, y le hablo de la regata de remo Doggett’s Coat and Badge que viene disputandose desde 1722 entre la Old Swan Inn del puente de Londres y la Old Swan Inn de Chelsea, la primera carrera para embarcaciones de remo que se celebro en el mundo. Su sobrino habia tomado parte en ella. Mientras cabeceaban bajo los grandes pilares del puente de la Torre, fue capaz de decirle la longitud de cada tramo, anadiendo que el paso elevado quedaba a 43 metros de la superficie del agua durante la marea alta. Cuando llegaron a Wapping le hablo de James Lee, un agricultor de Fulham que cultivaba legumbres para el mercado y que en 1789 vio en la ventana de una casita una hermosa flor traida por un marinero desde Brasil. James Lee compro la flor por ocho libras, planto esquejes y al ano siguiente amaso una fortuna al vender trescientas plantas por una guinea cada una.

– ?Y que flor dirias tu que era?

– No lo se, senor Bowling, no entiendo de plantas.

– Vamos, Mandy, a ver si lo adivinas.

– ?Podria ser una rosa?

– ?Una rosa? ?Claro que no era una rosa! Rosas las ha habido siempre en Inglaterra. No, era una fucsia.

Mandy alzo la vista hacia el y vio que su rostro atezado y arrugado, todavia vuelto hacia el frente, sonreia en silencio. Que extrana era la gente, penso. Nada de lo que le habia contado sobre los esplendores y los horrores del rio era para el tan dulcemente notable como el descubrimiento de aquella simple flor.

Al acercarse a Innocent House Mandy diviso las figuras de los dos ultimos pasajeros, James de Witt y Emma Wainwright, dispuestos a embarcar. Habia oscurecido y el rio se habia vuelto tan denso y liso como el aceite, una marea negra que al paso de la lancha se abria formando una cola de pez de espuma blanca. Mandy cruzo la terraza hacia su motocicleta. No se entretuvo. No era supersticiosa ni especialmente miedosa, pero despues de oscurecer Innocent House se volvia mas misteriosa y hasta un poco siniestra, aun con los dos globos que proyectaban sobre el marmol su luz calida y suave. Mandy avanzo mirando al frente, evitando bajar la vista por si encontraba la legendaria mancha de sangre, y evitando alzarla para no ver el balcon desde el cual aquella esposa trastornada se habia arrojado a la muerte muchos anos atras.

Y asi iban pasando los dias. Siempre de despacho en despacho, voluntariosa, concienzuda, rapidamente aceptada. No habia nada que escapara a la mirada penetrante y experimentada de Mandy: la infelicidad de la senorita Blackett y el indiferente desden con que la trataba el senor Gerard; el rostro palido y tenso de la senorita Frances, estoica en su desdicha; la mirada nerviosa con que George seguia al senor Gerard cada vez que este pasaba por recepcion; las conversaciones oidas a medias que se interrumpian cuando llegaba ella. Mandy sabia que los empleados estaban preocupados por el futuro. Toda Innocent House se hallaba envuelta en una atmosfera de inquietud, casi de presagio, que Mandy podia percibir e incluso en ocasiones casi paladear, puesto que se consideraba, como siempre, meramente una espectadora privilegiada, una extrana sobre la que no pendia ninguna amenaza personal, que cobraba al finalizar la semana, no debia fidelidad a nadie y podia marcharse cuando quisiera. A veces, al terminar el dia, cuando la luz empezaba a menguar, el rio se convertia en una marea negra y los pasos resonaban de un modo espectral sobre el marmol del vestibulo, pensaba en las horas que preceden a una fuerte tempestad; ahi estaban la creciente oscuridad, la pesadez y el intenso olor metalico del aire, el saber que esa tension no podia romperla mas que el primer estallido del trueno y un violento desgarramiento del cielo.

11

Era el martes 14 de octubre. La reunion de los socios de Innocent House debia empezar a las diez en la sala de juntas, y a las diez menos cuarto, como tenia por costumbre, Gerard ya habia ocupado su asiento ante la mesa de caoba ovalada; en el centro del lado que quedaba frente a la ventana y el rio. A las diez, su hermana Claudia estaria sentada a su derecha y Frances Peverell a su izquierda. James de Witt estaria frente a el, con Gabriel Dauntsey a su derecha. Este orden no se habia modificado desde el dia, nueve meses antes, en que asumiera formalmente el cargo de presidente y director gerente de la Peverell Press. Aquel jueves sus cuatro colegas se habian quedado dando vueltas ante la sala de juntas, como si a ninguno le gustara la idea de entrar solo. Gerard fue hacia ellos, abrio sin vacilar la doble puerta de caoba, entro confiadamente a grandes pasos y se instalo en el antiguo asiento de Henry Peverell. Tras el entraron juntos los otros cuatro socios y se sentaron en silencio, como obedeciendo a un plan preestablecido que instituia y reafirmaba al mismo tiempo su posicion en la empresa. Gerard habia ocupado el asiento de Henry Peverell como por derecho propio, y por derecho propio le correspondia. Frances, recordo, habia permanecido muy palida y casi muda durante aquella breve reunion; luego, llevandolo aparte, James de Witt le habia dicho: «?Era necesario que ocuparas el asiento de su padre? Solo lleva diez dias muerto.»

Volvio a sentir la mezcla de sorpresa y ligera irritacion que la pregunta le habia producido en su momento. ?Que asiento querian que ocupara? ?Que hubiera querido James, perder el tiempo mientras los cinco se cedian cortesmente el paso unos a otros y discutian en quien debia recaer el honor de tener vistas al rio y en quien no, dando vueltas a la mesa como si jugaran a una especie de juego de sillas musicales sin acompanamiento? El sillon de brazos le correspondia al director gerente, y el, Gerard Etienne, era el director gerente. ?Que relevancia tenia el tiempo que llevara muerto el viejo Peverell? En vida, Henry habia ocupado aquel asiento y aquel lugar en la mesa, y desde alli dirigia ocasionalmente la mirada hacia el rio en sus irritantes momentos de contemplacion privada, mientras los demas esperaban con paciencia a que se reanudara la reunion. Pero ahora estaba muerto. Sin duda James no habia pretendido sugerir que dejaran el sillon siempre vacante como una especie de reliquia, que colocaran una placa conmemorativa en el asiento.

Para el, la pregunta era propia de la sensibilidad exacerbada y autocomplaciente de James, asi como de otra cosa que le resultaba mas desconcertante e interesante, puesto que se referia a su propia persona. A veces le parecia que los procesos mentales de los demas eran tan radicalmente distintos de los suyos que, en la practica, habitaban una dimension distinta de la razon. Hechos que para el eran evidentes de por si exigian a sus cuatro socios prolongadas reflexiones y discusiones antes de ser aceptados con renuencia, y las discusiones se complicaban con emociones confusas y consideraciones personales que a el se le antojaban tan irrelevantes como irracionales. Se decia a menudo que, para ellos, tomar una decision era como alcanzar el orgasmo con una mujer frigida, algo que exigia una tediosa estimulacion previa y un gasto desproporcionado de energia. En ocasiones se sentia tentado de exponerles esta analogia, pero siempre decidia, sonriendo interiormente, que era preferible guardarse para si la ocurrencia. Frances, sin ir mas lejos, no la encontraria divertida. Pero esta manana volveria a ocurrir. Las alternativas que se les presentaban eran crudas e ineludibles. Podian vender Innocent House y utilizar el capital para consolidar y expandir la empresa, podian negociar un acuerdo con otra editorial en el que al menos se conservara el nombre de la Peverell Press y podian cerrar la empresa. La segunda opcion solo era una ruta mas larga y tediosa que llevaria hacia la tercera, una ruta que comenzaba invariablemente con optimismo publico y terminaba en una extincion ignominiosa. Y el no tenia ninguna intencion de seguir ese camino trillado. Habia que vender la casa. Frances tenia que darse cuenta, todos tenian que darse cuenta de que no podian conservar Innocent House y mantenerse a la vez como editorial independiente.

Se levanto de la mesa y se acerco a la ventana. Mientras miraba, un buque de linea obstruyo repentina y silenciosamente su campo de vision, tan cerca que por un instante distinguio con claridad un ojo de buey iluminado y, en el semicirculo de claridad, la cabeza de una mujer, delicada como un camafeo, que con los blancos brazos en alto deslizaba los dedos por entre una aureola de cabello, e imagino que sus ojos se encontraban en una sorprendida y fugaz intimidad. Se pregunto brevemente, sin verdadera curiosidad, con quien compartiria la cabina -?marido, amante, amiga?- y que planes tendrian para la noche. El no tenia ninguno. Segun una arraigada costumbre en el, se quedaba todos los jueves a trabajar hasta tarde. No veria a Lucinda hasta el

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