viernes. Ese dia tenian previsto asistir a un concierto en la orilla sur y, despues, cenar en la Bombay Brasserie, puesto que Lucinda habia expresado su preferencia por la cocina hindu. Gerard penso en el fin de semana sin entusiasmo, pero con tranquila satisfaccion. Una de las virtudes de Lucinda era su capacidad de decision. Si le hubiera preguntado a Frances donde preferia cenar, le habria contestado: «Donde tu quieras, carino», y si la comida resultaba decepcionante y el se quejaba, le diria, inclinandose hacia el y deslizando un brazo bajo el suyo para incitarlo al buen humor: «Era perfectamente comestible; en realidad no ha estado tan mal. Ademas, ?que importancia tiene, carino? Estamos juntos.» Lucinda nunca habia sugerido que su compania pudiera compensar ni excusar una cena mal preparada y mal servida. De vez en cuando el se preguntaba si en realidad seria asi.
12
– Es una reunion privada, senorita Blackett -dijo Etienne-. Tenemos que discutir asuntos confidenciales. Yo mismo tomare mis propias notas. Hay mucho que mecanografiar, de modo que estara ocupada.
Hablo en tono cortante, con una nota de desden. La senorita Blackett se sonrojo y emitio un breve y silencioso jadeo. El cuaderno de notas se le escapo de entre los dedos y ella se agacho, muy envarada, a recogerlo; luego se incorporo y se dirigio hacia la puerta en un patetico intento por salvar la dignidad.
– ?Crees que ha estado bien? -le pregunto James de Witt-. Hace mas de veinte anos que Blackie toma notas en las reuniones de los socios. Siempre ha estado presente.
– Una perdida de tiempo para ella y para nosotros.
Frances Peverell objeto:
– No tenias por que darle a entender que no confiamos en ella.
– No lo he hecho. De todos modos, cuando haya que hablar de los incidentes ocurridos ultimamente, ella es tan sospechosa como los demas y no veo por que se la habria de tratar de un modo distinto que al resto del personal. No tiene coartada para ninguno de ellos y se le han presentado numerosas ocasiones.
Gabriel Dauntsey replico:
– Lo mismo que a mi o a cualquiera de los que estamos aqui. ?No hemos hablado ya bastante de ese bromista anonimo? Nunca ha servido de nada.
– Tal vez. Sea como fuere, eso puede esperar. Primero las noticias importantes. Hector Skolling ha aumentado su oferta por Innocent House en otras trescientas mil libras. Cuatro millones y medio. Es la primera vez en el curso de las negociaciones que ha utilizado las palabras «oferta final», y cuando lo dice hay que creerle. Es un millon mas de lo que yo creia que nos veriamos obligados a aceptar; es mas de lo que vale en terminos puramente comerciales. Pero un inmueble vale lo que alguien este dispuesto a pagar por el, y a Hector Skolling le gusta esta casa. Despues de todo, su imperio esta en Docklands. Existe una clara diferencia entre los edificios que construye para alquilar y el tipo de casa en el que esta dispuesto a vivir. Propongo que aceptemos verbalmente hoy mismo y pongamos a los abogados a trabajar en los detalles para poder cerrar el trato antes de un mes.
– Creia que ya lo habiamos discutido en la ultima reunion sin llegar a ninguna conclusion -observo James de Witt-. Creo que si consultas las actas…
– No me hace falta. No pienso dirigir esta empresa basandome en lo que la senorita Blackett tenga a bien anotar en las actas.
– Que, por cierto, todavia no has firmado.
– Exactamente. Y propongo que en el futuro celebremos estas reuniones mensuales con un programa menos formal. Tu siempre dices que esta es una sociedad de amigos y colegas y que soy yo el que insiste en procedimientos tediosos y burocracias innecesarias. ?A que viene, entonces, tanto formalismo de programas, actas y resoluciones cuando se trata de la reunion mensual de los socios?
De Witt respondio:
– Se ha comprobado que es util. Y yo personalmente no creo haber utilizado nunca la expresion «amigos y colegas».
Frances Peverell estaba sentada completamente rigida y con la cara muy blanca. Intervino de pronto:
– No puedes vender Innocent House.
Etienne no la miro, sino que mantuvo la mirada fija en sus papeles.
– Puedo. Podemos. Tenemos que venderla si queremos que sobreviva el negocio. No se puede dirigir una editorial de manera eficaz desde un palacio veneciano en el Tamesis.
– Mi familia lo ha hecho durante ciento sesenta anos.
– He hablado de eficacia. Tu familia no necesitaba que la editorial fuera rentable; estaban protegidos por sus rentas privadas. En tiempos de tu abuelo, la edicion ni siquiera era una profesion de caballeros; era una aficion de caballeros. Hoy en dia el editor debe ganar dinero y ganarlo de un modo eficiente; de lo contrario va a la quiebra. ?Es eso lo que quereis? Yo no tengo ninguna intencion de ir a la quiebra. Pretendo hacer rentable la Peverell Press y, cuando lo haya conseguido, ampliarla.
Gabriel Dauntsey hablo con voz pausada.
– ?Para poder venderla? ?Para hacer unos millones y abandonarla?
Etienne hizo caso omiso.
– Voy a deshacerme de Sydney Bartrum, para empezar. Es un contable competente, sin duda, pero necesitamos a alguien que ofrezca mucho mas. Me propongo contratar a un director financiero con la mision de que encuentre dinero para desarrollarnos y establezca un sistema financiero adecuado.
– Ya tenemos un sistema financiero perfectamente adecuado -protesto De Witt-. Los auditores nunca se han quejado. Sydney lleva diecinueve anos con nosotros. Es un contable honrado, concienzudo y laborioso.
– Exactamente. Eso es lo que es, y nada mas que eso. Como ya he dicho, necesitamos algo mas. Por ejemplo, necesito conocer el margen de beneficio sobre el coste bruto de cada libro que publicamos. Otras empresas disponen de esta informacion. ?Como podemos ir eliminando a los autores improductivos si no sabemos cuales son? Necesitamos a alguien que gane dinero para nosotros, no que se limite a decirnos cada ano como lo hemos gastado. Yo ya se como lo hemos gastado. Si nos bastara un contable competente, yo mismo podria ocupar el cargo. No me extrana que lo defiendas, James. Es patetico, gris y no especialmente eficiente. Naturalmente, eso le confiere un atractivo inmediato. Reconoces lo mas bajo en cuanto lo ves. Tendrias que hacer algo con ese sindrome de corazon sangrante.
James enrojecio, pero respondio con gran calma.
– Ni siquiera me cae bien ese hombre. Me horrorizo cada vez que me llama «senor De Witt». Le sugeri que me llamara De Witt o James, pero me miro como si le hubiera propuesto una indecencia. Aun asi, es un contable absolutamente capaz y lleva diecinueve anos aqui. Conoce la empresa, nos conoce a nosotros y sabe como trabajamos.
– Trabajabamos, James, trabajabamos.
Frances anadio:
– Y se caso el ano pasado. Su mujer y el acaban de tener un hijo.
– ?Y que tiene eso que ver con que sea o no el hombre adecuado para el puesto?
– ?Has pensado en alguien? -pregunto De Witt.
– Le he pedido a Patterson Macintosh, de la agencia de contratacion que proponga algunos nombres.
– Eso nos costara unas cuantas libras. Las agencias de contratacion no trabajan barato. Es curioso que hoy no se pueda contratar personal sin estas agencias, que no se pueda mejorar la eficiencia sin especialistas en estudios de tiempos y desplazamientos y que haya que llamar a asesores de direccion para que nos digan como hemos de dirigirnos. La mitad de las veces, esos supuestos especialistas no son mas que hombres de paja a los que se recurre para que reduzcan la plantilla cuando los directores no se atreven a hacerlo ellos mismos. ?Has conocido a algun asesor de direccion que no recomendara despedir a parte del personal? Les pagan por decir eso y la verdad es que saben sacarle un buen provecho.
– Todo esto se nos habria debido consultar -protesto Frances.
– Se os esta consultando.
– En tal caso, ya podemos dejar de hablar del asunto. No va a ocurrir. Innocent House no se vende.
– Se vende, si uno solo de vosotros esta de acuerdo en ello. No hace falta mas. ?Has olvidado cuantas acciones poseo? La casa no es tuya, Fran. Tu familia se la vendio a la empresa en 1940, recuerdalo. Cierto, la