– Muy poco convincente -observo Claudia-. Es la unica autora de la serie.
James prosiguio, dirigiendose directamente a Gerard.
– El libro necesita una revision rigurosa, pero ella lo aceptara si se lo decimos con tacto. Hay que reforzar el argumento y la parte central es floja. Pero la descripcion de la isla es buena, y el modo en que crea una atmosfera de amenaza es excelente. Ademas, ha mejorado en la caracterizacion de los personajes. No perderemos dinero. Hace treinta anos que la editamos. Es una relacion muy larga. Me gustaria concluirla con generosidad y buena voluntad, eso es todo.
– Ya ha concluido -sentencio Gerard Etienne-. Somos una editorial, no una casa de beneficencia. Lo siento, James, tiene que saltar.
– Habrias podido esperar a que se reuniera el comite de edicion.
– Seguramente habria esperado si no hubiera llamado su agente. Carling insistia en saber si habiamos fijado la fecha de publicacion y que nos proponiamos organizar como fiesta de presentacion. ?Una fiesta! Un velatorio seria mas apropiado. No tenia sentido mentirle. Le dije que el libro no alcanzaba el nivel exigible y que no ibamos a publicarlo. Ayer se lo confirme por escrito.
– Le sentara mal.
– ?Claro que le sentara mal! Alos autores siempre les sienta mal el rechazo. Lo equiparan al infanticidio.
– ?Y los libros anteriores que tenemos en catalogo?
– Bueno, eso puede que todavia nos de algun dinero.
Frances Peverell intervino repentinamente.
– James tiene razon. Quedamos en que volveriamos a discutirlo. No tenias absolutamente ninguna autoridad para hablar con Esme Carling ni con Velma Pitt-Cowley. Podriamos muy bien publicar esta novela y decirle con delicadeza que tenia que ser la ultima. Estas de acuerdo, ?verdad, Gabriel? ?Crees que deberiamos haber aceptado
Los cuatro socios miraron a Dauntsey y esperaron como si fuera un tribunal supremo. El anciano estaba examinando unos papeles, pero al oir esto alzo la mirada hacia Frances y sonrio suavemente.
– No creo que eso hubiera amortiguado el golpe, ?verdad? No se puede rechazar a un autor; lo que se rechaza es el libro. Si publicamos su ultima novela, luego nos traera otra y volveremos a vernos ante el mismo dilema. Gerard ha actuado de un modo prematuro y supongo que no especialmente diplomatico, pero creo que la decision era correcta. Una novela es digna de ser publicada o no lo es.
– Me alegro de que hayamos zanjado algo.
Etienne comenzo a reunir sus papeles.
– Siempre y cuando seas consciente de que es lo unico que hemos zanjado -le recordo De Witt-. No habra mas negociaciones sobre la venta de Innocent House hasta que hayamos vuelto a reunimos y nos hayas proporcionado las cifras y un plan comercial completo.
– Ya teneis un plan comercial. Os lo di el mes pasado.
– Uno que podamos entender. Volveremos a reunirnos dentro de una semana. Seria conveniente que pudieras distribuir los informes un dia antes. Y necesitamos alternativas: un plan comercial basado en el supuesto de que vendemos Innocent House y otro basado en el supuesto de que no la vendemos.
– El segundo puedo presentartelo ahora mismo -replico Etienne-. O llegamos a un acuerdo con Skolling o vamos a la quiebra. Y Skolling no es un hombre paciente.
– Apacigualo con una promesa -sugirio Claudia-. Dile que si decidimos vender tendra una primera opcion.
Etienne sonrio.
– Ah, no; no creo que pueda hacerle una promesa asi. Cuando su interes por la casa se haga publico, podriamos atraer cincuenta mil libras mas. No me parece probable, pero nunca se sabe. Dicen que el museo de Greyfriars anda buscando un lugar para albergar su coleccion de pintura maritima.
– No vamos a vender Innocent House -dijo Frances Peverell-, ni a Hector Skolling ni a nadie. Para vender esta casa habra que pasar por encima de mi cadaver. O del tuyo.
13
En el despacho de las secretarias, Mandy alzo la vista al ver entrar a Blackie, quien se dirigio a su escritorio con andares majestuosos y el rostro enrojecido, se sento ante el ordenador y empezo a teclear. Al cabo de un minuto, la curiosidad vencio a la discrecion y Mandy pregunto:
– ?Que pasa? Creia que usted siempre tomaba notas en las reuniones de los socios.
Blackie respondio con una voz extrana, aspera, pero al mismo tiempo con una leve nota de vindicacion triunfante.
– Se ve que ya no.
«Pobre infeliz, la han echado», penso Mandy. Lo que dijo fue:
– ?A que viene tanto secreto? ?Que hacen alli encerrados?
– ?Que hacen? -Las manos de Blackie interrumpieron su desasosegado tejer sobre el teclado-. Estan hundiendo la empresa, eso hacen. Estan destruyendo todo aquello por lo que el senor Peverell trabajo, todo lo que construyo y defendio durante mas de treinta anos. Piensan vender Innocent House. El senor Peverell amaba esta casa. Ha pertenecido a su familia desde hace mas de ciento sesenta anos. Innocent House es la Peverell Press. Si se acaba una, se acaba la otra. El senor Gerard esta decidido a venderla desde que el senor Etienne se retiro, y ahora que se ha puesto al frente no hay nadie que pueda impedirselo. Ademas, tampoco les importa. A la senorita Frances no va a gustarle, pero esta enamorada de el; ademas, nadie le hace mucho caso a la senorita Frances. La senorita Claudia es su hermana y el senor De Witt no tiene agallas para pararle los pies. Nadie las tiene. Quizas el senor Dauntsey, pero es demasiado viejo y ya no le importa nada. Ninguno de ellos puede plantarle cara al senor Gerard. Pero el ya sabe lo que pienso. Por eso no quiere que este alli con ellos. Sabe que no estoy de acuerdo. Sabe que si pudiera se lo impediria.
Mandy vio que estaba al borde de las lagrimas, pero eran lagrimas de colera. Cohibida, deseosa de consolarla pero incomodamente consciente de que mas tarde Blackie lamentaria esta confidencia desacostumbrada, comento:
– Puede llegar a ser un estupido, desde luego. Ya he visto como la trata a veces. ?Por que no se va e intenta trabajar como interina una temporada? Pidale los papeles y digale donde puede meterse su empleo.
Blackie, que luchaba por dominarse, trato de recobrar al menos la dignidad.
– No seas absurda, Mandy. No tengo ninguna intencion de irme. Soy una secretaria de direccion, no una interina. No lo he sido nunca y nunca lo sere.
– Hay cosas peores. ?Que tal un cafe, entonces? Podria hacerlo ahora mismo, no vale la pena esperar. Con un par de galletas de chocolate.
– Esta bien, pero no pierdas el tiempo charlando con la senora Demery. Tienes que pasar a limpio unas cosas cuando termines con esas cartas. Y, Mandy, lo que te he dicho es confidencial. He hablado con mayor libertad de la debida y no quiero que salga de estas paredes.
«A buenas horas», penso Mandy. ?Acaso la senorita Blackett no se daba cuenta de que no se hablaba de otra cosa en todo el edificio? Respondio:
– Se tener la boca cerrada. A fin de cuentas, a mi no me va ni me viene. Antes de que dejen esta casa yo ya me habre marchado.
Acababa de levantarse cuando sono el telefono de su escritorio y, al descolgarlo, oyo la voz preocupada de George hablando en tales susurros de conspirador que apenas lograba entenderle.
– ?Sabes donde esta la senorita FitzGerald, Mandy? No puedo avisar a Blackie porque esta en la reunion de los socios y tengo aqui a la senora Carling. Quiere ver al senor Gerard y no creo que pueda retenerla mucho mas.
– No se preocupe, la senorita Blackett esta aqui. -Mandy le paso el auricular-. Es George. La senora Carling esta en recepcion pidiendo a gritos ver al senor Gerard.
– Pues no va a poder.
Blackie cogio el aparato, pero antes de que pudiera decir nada se abrio la puerta de golpe e irrumpio la