La mujer se volvio hacia los tres socios, que, con lord Stilgoe, se habian agrupado en silencio como a la espera de instrucciones, y les indico:
– Quiza sea mejor que me esperen en la sala de juntas. Yo ire en cuanto pueda.
Lord Stilgoe objeto, en un tono mas razonable de lo que Kate se esperaba:
– Lo siento, comandante, pero me temo que no puedo esperar mas. Por eso estaba citado con el senor Etienne a hora tan temprana. Queria comentar con el el tema de mis memorias antes de ingresar en el hospital para someterme a una pequena operacion. He de estar alli a las once. No quiero arriesgarme a perder la cama. Le telefoneare a usted mismo o al comisionado del Yard desde el hospital.
Kate se dio cuenta de que De Witt y Dauntsey acogian esta sugerencia con alivio.
El grupito cruzo el umbral del vestibulo. En aquel primer momento de revelacion Kate emitio una silenciosa exclamacion de asombro. Por un instante se le trabo el paso, pero resistio la tentacion de dejar correr demasiado libremente la vista. La policia siempre invadia la intimidad; era ofensivo comportarse como si una fuese una visitante de pago. Pero tenia la sensacion de que en aquel momento unico de revelacion habia percibido simultaneamente todos los detalles de la magnificencia de la habitacion: los intrincados segmentos del suelo de marmol; las seis columnas de marmol jaspeado con sus capiteles de elegante relieve; la riqueza del techo pintado, un panorama de Londres en el siglo xviii: puentes, chapiteles, torres, casas y navios de altos mastiles, todo ello unificado por los confines azules del rio; la elegante escalinata doble; la balaustrada que descendia en curva hasta terminar en bronces de muchachos risuenos montados en delfines, que sostenian en alto los grandes globos de luz. A medida que subian la magnificencia se volvia menos aparente y el detalle decorativo mas contenido, pero era entre dignidad, proporcion y elegancia como ascendian resueltamente hacia la cruda profanacion del asesinato.
En el tercer piso habia una puerta forrada de fieltro verde que se hallaba abierta. Subieron por una escalera estrecha, Claudia Etienne en cabeza con Dalgliesh a su lado y Kate cerrando la marcha. La escalera torcio a la derecha antes de que la ultima media docena de peldanos los condujera a un corredor de unos tres metros de anchura, con las puertas de rejilla de un ascensor a la izquierda de la entrada. La pared de la derecha carecia de puertas, pero habia una cerrada en la de la izquierda y otra justo enfrente de ellos que estaba abierta.
– Esta es la sala de los archivos, donde guardamos los papeles antiguos. Al despachito de los archivos se va por ahi.
Resultaba obvio que la sala de los archivos en otro tiempo habia estado dividida en dos habitaciones, pero al demoler el tabique de separacion habia quedado una camara muy larga que ocupaba casi toda la longitud de la casa. Las hileras de estanterias de madera, perpendiculares a la puerta y casi tan altas como el techo, estaban tan juntas que apenas habia espacio para moverse entre ellas con comodidad. Entre hilera e hilera colgaban varias bombillas sin pantalla. La luz natural la proporcionaban seis ventanas alargadas por las cuales Kate pudo entrever el elaborado relieve en piedra de un barandal. Doblaron a la derecha, por el espacio de poco mas de un metro que quedaba libre entre los extremos de las estanterias y la pared, y llegaron a otra puerta.
Claudia Etienne le entrego la llave a Dalgliesh sin decir nada. Al cogerla, el le pidio:
– Si puede soportar la idea de entrar de nuevo, me gustaria que confirmara que el cuerpo de su hermano y la habitacion se encuentran exactamente igual que estaban la primera vez que entro. Si le parece demasiado angustioso, no se preocupe. Seria conveniente, pero no es esencial.
– No me importa -respondio ella-. Me resulta mas facil ahora que si tuviera que hacerlo manana. Todavia no puedo creer que sea real. En todo esto no hay nada que me parezca real, nada que me de esa sensacion. Supongo que manana habre asumido que lo es y que la realidad es definitiva.
Fueron sus palabras las que Kate encontro irreales. En su cadencia mesurada habia una nota de falsedad, de histrionismo, como si las hubiera preparado de antemano. Pero se dijo que no debia apresurarse a juzgar. Era muy facil interpretar equivocadamente la desorientacion que produce el dolor. Sin duda sabia mejor que la mayoria cuan extrana e inadecuada puede resultar la primera reaccion hablada ante la conmocion o la pena. Se acordo de la esposa de un conductor de autobus que habia muerto apunalado en un pub de Islington: su primera reaccion habia consistido en lamentar que aquella manana no se hubiera cambiado de camisa ni hubiera ido a sellar la quiniela. Y sin embargo la mujer amaba a su marido y lo lloro sinceramente.
Dalgliesh introdujo la llave en la cerradura y la hizo girar con facilidad. Abrio la puerta. Del interior broto como un miasma un acre olor gaseoso. El cadaver semidesnudo parecio saltar hacia ellos con la cruda teatralidad de la muerte y por un instante quedo suspendido en la irrealidad, una imagen extraordinaria y poderosa que tenia la quieta atmosfera.
El cuerpo se hallaba tendido de espaldas, con los pies hacia la puerta. Llevaba pantalon y calcetines grises. Los zapatos de fina piel negra parecian nuevos, pues las suelas estaban casi libres de aranazos. Era curioso, penso Kate, como se fijaba una en esos detalles. De la cintura hacia arriba iba desnudo; y tenia una camisa blanca hecha una pelota en la mano derecha extendida. La serpiente de terciopelo le daba dos vueltas al cuello, la cola apoyada sobre el pecho, la cabeza embutida en la boca muy abierta. Sobre esta, los ojos abiertos y vidriosos, inequivocamente los ojos de la muerte, en los que Kate por un instante creyo advertir una mirada de ofendida sorpresa. Todos los colores eran muy vivos, de un brillo poco natural. El intenso castano oscuro del cabello, el artificial tono rojizo que tenia la cara y el pecho, la cruda blancura de la camisa, el verde enfermizo de la serpiente. La sensacion de una fuerza fisica que emanaba del cuerpo fue tan poderosa que Kate retrocedio instintivamente y noto el blando impacto de su hombro contra el de Claudia.
– Lo siento -se disculpo, y la disculpa convencional se le antojo inadecuada aunque solo se refiriese a ese breve contacto fisico.
Entonces la imagen se desvanecio y volvio a afirmarse la realidad. El cadaver se transformo en lo que era, carne muerta al desnudo, adornada grotescamente, expuesta como en un escenario.
Y entonces, de una mirada rapida desde el umbral, capto los detalles de la habitacion. Era pequena, de apenas dos metros y medio por poco mas de tres y medio, y deprimente como un barracon de ejecucion, el suelo de madera al descubierto, las paredes desnudas. Habia una ventana estrecha y bastante alta, perfectamente cerrada, y una sola bombilla blanca con pantalla colgada en mitad del techo. Del marco de la ventana pendia un cordon roto de unos siete u ocho centimetros de longitud. A la izquierda de la ventana habia una pequena chimenea victoriana recubierta de azulejos de colores con frutas y flores. En algun momento se habia desmontado la reja para sustituirla por una anticuada estufa de gas. Pegada a la pared de enfrente habia una mesita de madera con un flexo moderno de color negro y dos bandejas metalicas, cada una de las cuales contenia unos cuantos sobres de papel marron muy usados. Kate, con la sensacion de que habia algun detalle incongruente, busco el trozo restante del cordon de la ventana y lo descubrio debajo de la mesa, como si alguien lo hubiera desplazado inadvertidamente con el pie o hubiera querido quitarlo de en medio. Claudia Etienne seguia de pie a su lado. Kate se fijo en su inmovilidad, en su respiracion superficial y controlada.
– ?Estaba asi la habitacion? ?Le llama la atencion algo que antes no se la llamara? -pregunto Dalgliesh.
– Esta todo igual -respondio ella-. ?Como iba ser de otro modo? Al salir cerre la puerta con llave. No me fije mucho en la habitacion cuando…, cuando lo encontre.
– ?Toco el cuerpo?
– Me arrodille junto a el y le toque la cara. Estaba muy frio, pero antes de tocarlo ya sabia que estaba muerto. Permaneci arrodillada cuando las otras se fueron, creo… -Hizo una pausa y prosiguio con voz resuelta-: Apoye brevemente mi mejilla en la suya.
– ?Y el cuarto?
– Ahora lo encuentro extrano. No subo con frecuencia; la ultima vez fue cuando encontre el cuerpo de Sonia Clements, pero lo veo distinto, mas vacio, mas limpio. Y falta una cosa: la grabadora. Gabriel, el senor Dauntsey, le dicta al aparato y suele dejarlo sobre la mesa. Ademas, la primera vez que entre no vi que el cordon de la ventana estuviera roto. ?Donde esta el trozo que falta? ?Esta Gerard acostado encima?
– Esta debajo de la mesa -contesto Kate.
Claudia Etienne lo miro y comento:
– Que curioso. Seria mas logico que estuviera debajo de la ventana.
Se tambaleo y Kate alargo el brazo para ayudarla, pero la joven se rehizo y la contuvo con un gesto.
– Gracias por subir con nosotros, senorita Etienne -dijo Dalgliesh-. Se que no ha sido facil. Eso es todo lo que queria preguntarle, por el momento. Kate, por favor…
Pero antes de que Kate pudiera moverse, Claudia Etienne se adelanto.
– No me toque. Soy perfectamente capaz de bajar la escalera yo sola. Estare con los demas en la sala de