aproximadamente, y aun asi lo hace de un modo superficial. Me hizo notar que el cordon de la ventana estaba muy raido y le conteste que se lo diria a George para que se encargara de cambiarlo. Todavia no he hablado con el.

– ?Y usted no se habia dado cuenta?

– Me temo que no. La ventana llevaba varias semanas abierta. Lo prefiero asi. Supongo que al llegar el frio me habria dado cuenta.

– ?Como calienta la habitacion?

– Con una estufa electrica siempre. De hecho, es de mi propiedad. La prefiero a la estufa de gas. No quiero decir que la estufa de gas me pareciera peligrosa, pero, como no fumo, nunca llevo cerillas encima cuando las necesito. Era mas facil traer la estufa electrica de mi apartamento. Es muy ligera, de modo que al terminar la jornada me la vuelvo a llevar al numero doce o la dejo aqui si tengo intencion de seguir trabajando al dia siguiente. El lunes me la lleve a casa.

– ?Y cerro la puerta con llave al marcharse?

– No, nunca la cierro. La llave esta en la cerradura, generalmente de este lado, pero no la he utilizado nunca.

Dalgliesh observo:

– La cerradura parece relativamente nueva. ?Quien la hizo instalar?

– Henry Peverell. Le gustaba trabajar aqui arriba de vez en cuando. No se por que, pero era un hombre solitario. Supongo que la cerradura debia de proporcionarle una mayor sensacion de seguridad. Pero en realidad no es nueva; mucho mas nueva que la puerta, eso si, pero creo que debe de llevar ahi al menos cinco anos.

– Pero no lleva cinco anos sin ser utilizada -dijo Dalgliesh-. Esta bien engrasada, la llave gira con facilidad.

– ?Ah, si? Yo no la utilizo, asi que no me habia fijado. Pero es curioso que este engrasada. Puede que lo haya hecho la senora Demery, aunque me parece poco probable.

Dalgliesh inquirio:

– ?Le gustaba Gerard Etienne?

– No, pero lo respetaba. No porque tuviera cualidades necesariamente merecedoras de respeto; lo respetaba porque era muy distinto a mi. Su virtud procedia en parte de sus defectos. Y era joven. No podia atribuirse ningun merito ni responsabilidad por serlo, pero eso le conferia un entusiasmo que la mayoria de los demas ya no tenemos y que, en mi opinion, la empresa necesita. Quiza nos quejaramos de lo que hacia o nos disgustara lo que se proponia hacer, pero al menos sabia adonde se dirigia. Sospecho que sin el nos sentiremos a la deriva.

– ?Quien ocupara ahora el cargo de director gerente?

– Oh, su hermana, Claudia Etienne. El cargo le corresponde al poseedor del mayor numero de acciones y, por lo que yo se, Claudia heredara las de el. Eso le proporcionara la mayoria absoluta.

– ?Para hacer que? -quiso saber Dalgliesh.

– No lo se. Tendra que preguntarselo a ella. Dudo que ella misma lo sepa. Acaba de perder a su hermano. No creo que haya dedicado mucho tiempo a pensar en el futuro de la Peverell Press.

A continuacion Dalgliesh le pregunto como habia pasado el dia y la noche anteriores. Dauntsey bajo la vista y esbozo una leve sonrisa burlona. Era demasiado inteligente para no comprender que lo que le estaba pidiendo era su coartada. Permanecio un breve rato en silencio, como si estuviera ordenando sus pensamientos. Al fin respondio.

– Estuve en la reunion de los socios desde las diez hasta las once y media. A Gerard le gustaba acabar en dos horas, pero ayer terminamos antes que de costumbre. Despues de la reunion, mientras bajabamos de la sala de juntas, cambie unas palabras con el acerca del futuro de la coleccion de poesia. Creo que, ademas, intentaba obtener mi apoyo a sus planes de vender Innocent House y trasladar la empresa a Docklands.

– ?Y usted lo consideraba deseable?

– Lo consideraba necesario. -Hizo una pausa y anadio-: Por desgracia.

Tras una nueva pausa siguio hablando de forma lenta y pausada, pero con escaso enfasis, deteniendose de vez en cuando como para elegir una palabra antes que otra, frunciendo la frente de vez en cuando como si el recuerdo fuera doloroso o incierto. Los demas escucharon su monologo en silencio.

– Luego sali de Innocent House y me dirigi a mi apartamento para arreglarme, pues debia salir. Cuando digo arreglarme, me refiero sencillamente a pasarme un peine por el cabello y lavarme las manos. No estuve mucho tiempo en casa. Habia invitado a un poeta joven, Damien Smith, a almorzar en el Ivy. Gerard solia decir que James de Witt y yo gastabamos el dinero agasajando a autores en proporcion inversa a su importancia para la empresa. Me parecio que al muchacho le gustaria ir al Ivy. Estabamos citados alli a la una. Fui en lancha hasta el puente de Londres y una vez alli tome un taxi hasta el restaurante. El almuerzo duro en total unas dos horas; a las tres y media estaba de vuelta a mi apartamento. Me prepare un te y a las cuatro volvi a mi despacho. Estuve trabajando alrededor de una hora y media.

»La ultima vez que vi a Gerard fue en el aseo de la planta baja. Esta en la parte de atras de la casa, al lado de las duchas. Las mujeres suelen utilizar el aseo del primer piso. Al entrar me cruce con Gerard. No nos dijimos nada, pero creo que me hizo un gesto con la cabeza o sonrio. Hubo una especie de saludo fugaz, nada mas. No volvi a verlo. Regrese a mi apartamento y me pase las dos horas siguientes leyendo los poemas que habia elegido para la reunion de la noche, pensando en ellos, tomando cafe. Escuche las noticias de las seis en la BBC. Poco despues me llamo Frances Peverell para desearme buena suerte. Se habia ofrecido a ir conmigo. Creo que consideraba que debia acompanarme alguien de la editorial. Hablamos de ello un par de dias antes y consegui disuadirla. Una de las poetisas que iba a leer era Marigold Riley. No es mala, pero gran parte de su obra es escatologica. Sabia que a Frances no le gustarian ni los poemas, ni la compania, ni el ambiente. Le dije que preferia ir solo, que tenerla a mi lado me pondria nervioso, y no era del todo mentira. Hacia quince anos que no leia mis versos. La mayoria de los asistentes debian de suponer que ya habia muerto. Ya empezaba a desear no haber aceptado. La presencia de Frances haria que me preguntara si se encontraba a disgusto, hasta que punto le desagradaba todo aquello, y solo incrementaria mi desasosiego. Pedi un taxi por telefono y me fui pasadas las siete y media.

Dalgliesh le interrumpio.

– ?A que hora, exactamente?

– Pedi que el taxi estuviera en el callejon a las ocho menos cuarto y supongo que lo hice esperar irnos minutos, no mas. -Se detuvo otra vez y luego prosiguio-: Lo que ocurrio en el Connaught Arms no puede interesarle mucho. Habia el numero suficiente de personas para justificar mi presencia. Supongo que la lectura fue bastante mejor de lo que me figuraba, pero habia demasiada gente y demasiado ruido. No era consciente de que la poesia se hubiera convertido en un deporte de masas. Se bebia y se fumaba mucho, y algunos de los poetas eran mas bien dados al exceso. La cosa se prolongo en demasia. Queria pedirle al patron que llamara un taxi por telefono, pero estaba hablando con un grupo de gente y me marche sin que nadie me prestara demasiada atencion. Esperaba encontrar un taxi al final de la calle, pero me asaltaron antes de llegar. Eran tres, me parece, dos negros y un blanco, pero no podria identificarlos. Solo percibi unas figuras que arremetian contra mi, un fuerte empujon en la espalda, unas manos que me registraban los bolsillos. Fue un ataque gratuito. Si me hubieran pedido la cartera, se la habria dado. ?Que otra cosa podia hacer?

– ?Se la llevaron?

– Si, se la llevaron. Por lo menos ya no la tenia cuando mire. La caida me aturdio por irnos instantes. Cuando recobre la lucidez vi a un hombre y una mujer agachados junto a mi. Habian estado en la lectura y querian darme alcance. Al caer me di un golpe en la cabeza y estaba sangrando un poco. Saque el panuelo y lo aprete contra la herida. Les pedi que me llevaran a casa, pero dijeron que tenian que pasar por delante del hospital St. Thomas e insistieron en dejarme alli. Decian que debia hacerme una radiografia. Naturalmente, no pude empecinarme en que me llevaran a casa o me buscaran un taxi. Fueron muy amables, pero no creo que quisieran tomarse demasiadas molestias. En el hospital me hicieron esperar un buen rato. Habia casos mas urgentes que atender. Finalmente, una enfermera me vendo la herida y me anuncio que debia quedarme a que me hicieran una radiografia. Otra espera. El resultado fue satisfactorio, pero querian tenerme toda la noche en observacion. Les asegure que en casa estaria bien atendido y les rogue que llamaran a Frances para explicarle lo ocurrido y que me pidieran un taxi. Pense que seguramente estaria pendiente de mi llegada para saber que tal habia ido la lectura y que se preocuparia si a las once aun no habia regresado. Debia de ser la una y media cuando llegue a casa, y enseguida la llame por telefono. Frances queria que subiera a su apartamento, pero le dije que me

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