encontraba perfectamente y que lo que mas necesitaba era un bano. Despues de banarme volvi a llamar y bajo al momento.
Dalgliesh pregunto:
– ?Y no insistio en bajar a su apartamento en cuanto usted llego?
– No. Frances nunca se entromete si cree que alguien desea estar a solas, y lo cierto es que yo deseaba estar a solas, siquiera por un rato. No me sentia con animos para dar explicaciones ni escuchar expresiones de condolencia. Lo que necesitaba era una copa y un bano. Bebi, me bane y luego la llame por telefono. Sabia que estaba inquieta y no queria hacerla esperar hasta la manana siguiente para saber que habia ocurrido. Crei que el whisky me sentaria bien, pero en realidad me dejo bastante mareado. Supongo que sufri una especie de conmocion tardia. Cuando llamo a la puerta, no me encontraba demasiado bien. Estuvimos un ratito hablando y enseguida insistio en que debia acostarme. Dijo que se quedaria en mi apartamento por si acaso yo necesitaba algo durante la noche. Creo que temia que estuviera mucho peor de lo que le aseguraba y queria estar a mi lado para llamar a un medico si mi estado empeoraba. No intente disuadirla, aunque sabia que lo unico que me hacia falta era una noche de reposo. Pense que se acostaria en la habitacion libre, pero creo que se envolvio en una manta y paso toda la noche en la sala, junto a mi puerta. Cuando desperte por la manana estaba vestida y me habia preparado una taza de te. Trato de convencerme para que me quedara en casa, pero cuando termine de vestirme me encontraba mucho mejor y decidi ir a Innocent House. Llegamos juntos a recepcion justo cuando acababa de llegar la primera lancha del dia. Fue entonces cuando nos dijeron que Gerard habia desaparecido.
– ?Y esa fue la primera noticia que tuvo del asunto? -quiso saber Dalgliesh.
– Si. Gerard tenia la costumbre de quedarse a trabajar hasta mas tarde que la mayoria de nosotros, en especial los jueves. Tambien solia llegar mas tarde por la manana, excepto los dias en que teniamos reunion de socios, pues le gustaba que empezaran a las diez en punto. Naturalmente, cuando sali para dar la lectura suponia que ya se habia marchado a casa.
– Entonces, ?no lo vio cuando salio hacia el Connaught Arms?
– No, no lo vi.
– ?Ni vio entrar a nadie en Innocent House?
– A nadie. No vi a nadie.
– Y cuando les dijeron que lo habian encontrado muerto, ?subieron los tres al despachito de los archivos?
– Si, subimos juntos Stilgoe, De Witt y yo. Fue una reaccion natural a la noticia, supongo, la necesidad de comprobarlo por uno mismo. James llego el primero. Stilgoe y yo no podiamos seguir su paso. Cuando llegamos, Claudia todavia estaba arrodillada junto al cuerpo de su hermano. Al vernos, se levanto y extendio un brazo hacia nosotros. Fue un ademan curioso, como si quisiera exponer aquella atrocidad a la vista publica.
– ?Y cuanto tiempo permanecieron en el cuarto?
– No pudo llegar a un minuto. Pero me parecio mas. Estabamos agrupados justo en la puerta, mirando sin creer lo que veiamos, consternados. Creo que no hablo nadie.
Se que yo no lo hice. Todo lo de la habitacion era sumamente vivido. Fue como si la conmocion hubiera prestado a mis ojos una extraordinaria nitidez de percepcion. Vi todos los detalles del cuerpo de Gerard y de la habitacion en si con una claridad extraordinaria. Entonces hablo lord Stilgoe. Dijo: «Voy a llamar a la policia. Aqui no podemos hacer nada. Esta habitacion debe cerrarse inmediatamente y yo guardare la llave.» Se hizo cargo de la situacion. Salimos todos juntos y Claudia cerro la puerta. Stilgoe se quedo la llave. El resto ya lo conoce.
26
En el curso de las innumerables conversaciones sobre la tragedia que ocuparian las semanas y los meses siguientes, el personal de la Peverell Press generalmente coincidia en que la experiencia de Marjorie Spenlove habia sido singular. La senorita Spenlove, la correctora de textos mas antigua de la editorial, llego a las nueve y cuarto en punto, su hora de costumbre. Le murmuro un «Buenos dias» a George, quien, anonadado ante su centralita, no se fijo en ella. Lord Stilgoe, Dauntsey y De Witt estaban en el despachito de los archivos con el cadaver, la senora Demery atendia a Blackie en el guardarropa rodeada por el resto del personal y el vestibulo se hallaba momentaneamente vacio. La senorita Spenlove subio directamente a su despacho, se quito la chaqueta y se sento a trabajar. Cuando trabajaba, permanecia ajena a todo lo que no fuera el texto que tenia delante. La Peverell Press aseguraba que ninguna obra revisada por ella contenia jamas un error sin detectar. La senorita Spenlove rayaba la perfeccion cuando trabajaba con obras de ensayo, ya que con los jovenes novelistas modernos a veces le resultaba dificil distinguir entre los errores gramaticales y su cultivado y muy elogiado estilo natural. Su pericia iba mas alla de las cuestiones de lenguaje; ninguna imprecision geografica o historica pasaba inadvertida, ninguna incongruencia de clima, topografia o vestuario quedaba sin comprobar. Los autores apreciaban su colaboracion, aunque la reunion que tenian con ella para aprobar el texto definitivo a menudo les dejaba la sensacion de haberse sometido a una sesion particularmente traumatica con una intimidante directora de escuela a la vieja usanza.
El sargento Robbins y un agente de paisano habian registrado el edificio poco despues de llegar. El registro fue mas bien superficial; nadie podia suponer en serio que el asesino estuviese todavia en el lugar, a no ser que fuera un miembro del personal. Pero al sargento Robbins le paso por alto el pequeno cuarto de aseo de la segunda planta, un error seguramente comprensible. Luego, cuando bajaba para ir a llamar a Gabriel Dauntsey, su fino oido detecto el ruido de una tos en el despacho contiguo y, al abrir la puerta, se encontro cara a cara con una senora mayor que trabajaba ante un escritorio. La mujer lo miro con severidad por encima de sus gafas de media luna e inquirio:
– ?Y quien es usted, si se puede saber?
– Soy el sargento Robbins de la policia metropolitana, senora. ?Como ha entrado usted?
– Por la puerta. Trabajo aqui. Este es mi despacho. Soy correctora de textos de la Peverell Press y, como tal, tengo derecho a estar aqui. Dudo muchisimo que pueda decirse lo mismo de usted.
– Estoy de servicio, senora. Se ha encontrado muerto al senor Gerard Etienne en circunstancias sospechosas.
– ?Quiere decir que lo han asesinado?
– Todavia no estamos seguros.
– ?Cuando murio?
– Lo sabremos mejor cuando recibamos el informe del patologo forense.
– ?Como murio?
– Todavia no conocemos la causa de la muerte.
– Me parece, joven, que es muy poco lo que sabe. Quiza sea mejor que vuelva cuando este mejor informado.
El sargento Robbins abrio la boca y volvio a cerrarla con firmeza, conteniendose justo a tiempo para no decir: «Si, senorita. Muy bien, senorita.» Se retiro, cerro la puerta a sus espaldas y siguio bajando. Estaba a mitad de la escalera cuando se dio cuenta de que no le habia preguntado el nombre. Acabaria sabiendolo, naturalmente. Era una pequena omision en un breve encuentro que, debia reconocerlo, no habia sido de los mejores. Como era un hombre sincero y moderadamente propenso a conjeturas, reconocio tambien que ello se debia en parte al asombroso parecido fisico y de voz que la senora del despacho presentaba con la senorita Addison, la primera maestra del sargento despues de salir del parvulario, quien creia que los ninos se portan mejor y son mas felices cuando saben desde el primer momento quien es el que manda.
La senorita Spenlove quedo mas afectada por la noticia de lo que habia dejado traslucir. Tras terminar la pagina en que estaba trabajando, llamo a la centralita.
– ?Podria localizarme a la senora Demery, George? -Cuando buscaba informacion, la senorita Spenlove creia en la conveniencia de acudir a un experto-. ?Senora Demery? Hay un joven vagando por la casa que dice ser sargento de la policia metroplitana. Me ha asegurado que el senor Etienne esta muerto, posiblemente asesinado. Si sabe usted algo al respecto, le agradeceria que subiera a instruirme. ?Ah!, y ya estoy a punto para el cafe.
La senora Demery, abandonando a Blackie a los cuidados de Mandy, tuvo mucho gusto en complacerla.