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Dalgliesh, acompanado por Kate, se entrevisto con los restantes socios en el despacho de Gerard Etienne. Daniel estaba ocupado en el despachito de los archivos, donde el tecnico del gas ya habia empezado a desmontar la estufa; una vez realizada esta tarea y enviadas al laboratorio las muestras de escombros de la chimenea, iria a la comisaria de Wapping para preparar el centro de operaciones. Dalgliesh ya habia hablado con el comisario, que se habia resignado filosoficamente a la intrusion y a ceder temporalmente uno de sus despachos. Dalgliesh tenia la esperanza de que no fuese por mucho tiempo. Si aquello era un asesinato, y en su fuero interno ya no albergaba la menor duda de que lo era, no era probable que el numero de sospechosos fuese muy elevado.
No sentia ningun deseo de sentarse ante el escritorio de Etienne, en parte por consideracion a los sentimientos de los socios, pero sobre todo porque una confrontacion mediada por un metro veinte de roble claro investia cualquier entrevista de una formalidad mas apropiada para inhibir al sospechoso o provocar su hostilidad que para sonsacar informacion util. Cerca de la ventana, en cambio, habia una pequena mesa de conferencias de la misma madera, con seis sillas, de modo que se acomodaron alli. La larga caminata desde la puerta resultaria intimidante para todos los convocados salvo los mas seguros de si, pero Dalgliesh dudaba que incomodara a Claudia o a James de Witt.
Se advertia que la habitacion habia sido en tiempos un comedor, pero se habia profanado su elegancia con el tabique del extremo, que cruzaba los adornos de estuco del techo y bisecaba una de las cuatro altas ventanas que se abrian sobre Innocent Passage. La magnifica chimenea de marmol con sus elegantes relieves quedaba en el despacho de la senorita Blackett. Y ahi, en el despacho de Etienne, los muebles -escritorio, sillas, mesa de conferencias y archivadores- eran casi agresivamente modernos. Quizas incluso habian sido elegidos deliberadamente para que contrastaran con las columnas de marmol y el cornisamento de porfido, las dos esplendidas aranas, una de las cuales casi tocaba el tabique, y el dorado de los marcos sobre el verde claro de las paredes. Los cuadros eran de escenas rurales convencionales, casi con certeza de la epoca victoriana. Estaban bien, pero quiza demasiado repintados, demasiado sentimentales para su gusto. No creia que aquellos fueran los cuadros que habian colgado en esa sala los primeros moradores de la casa, y se pregunto que retratos de los Peverell habian adornado en otro tiempo las paredes. Quedaba todavia uno de los muebles originales: una mesita para vino en bronce y marmol, de evidente estilo Regencia. De modo que un recordatorio de pasados esplendores, por lo menos, aun se mantenia en uso. Dalgliesh sintio curiosidad por saber que pensaba Frances Peverell de la profanacion de la sala y si ahora, muerto Gerard Etienne, se suprimiria el tabique. Se preguntaba tambien si Gerard Etienne era insensible a toda la arquitectura o si solo desdenaba la de esa casa en particular. ?Acaso el tabique y el discordante mobiliario moderno eran una manera de senalar la inconveniencia de la habitacion para sus propositos, un rechazo deliberado de un pasado dominado por el apellido Peverell y no el apellido Etienne?
Claudia Etienne cruzo los diez metros que separaban la puerta de la mesa de conferencias con soltura y confianza y se sento como si estuviera otorgando un favor. Estaba muy palida, pero guardaba bien la compostura, aunque el sospechaba que sus manos, hundidas en los bolsillos del cardigan, habrian resultado mas reveladoras que el rostro tenso y grave. Dalgliesh le expreso su condolencia con sencillez y, esperaba, con sinceridad, pero ella lo interrumpio en seco.
– ?Ha venido por lord Stilgoe?
– No. He venido por la muerte de su hermano. Lord Stilgoe se puso indirectamente en contacto conmigo por mediacion de un amigo mutuo. Habia recibido un anonimo que causo un gran trastorno a su esposa; ella lo interpretaba como una amenaza contra su vida. Lord Stilgoe queria garantias oficiales de que la policia no sospechaba nada impropio en las tres muertes relacionadas con Innocent House, las de dos autores y la de Sonia Clements.
– Garantias que usted, naturalmente, pudo darle.
– Que los pertinentes departamentos de la policia pudieron darle. Debio de recibirlas hace unos tres dias.
– Espero que quedara satisfecho. El egocentrismo de lord Stilgoe raya en la paranoia. Pero aun asi, dificilmente puede suponer que la muerte de Gerard constituye un intento deliberado de sabotear sus preciosas memorias. Todavia me sorprende, comandante, que haya venido usted en persona, y con tan impresionante despliegue de fuerzas. ?Trata usted la muerte de mi hermano como un asesinato?
– Como una muerte inexplicada y sospechosa. Por eso tengo que molestarla en estos momentos. Le quedaria reconocido si colaborara, no solo conmigo personalmente, sino explicandole al personal que la invasion de su intimidad y la perturbacion de su trabajo son hasta cierto punto inevitables.
– Creo que lo comprenderan.
– Tendremos que tomar huellas digitales con fines de exclusion. Las que no sean necesarias como prueba se destruiran cuando el caso se de por resuelto.
– Para nosotros sera una experiencia nueva. Si es necesario, desde luego, debemos aceptarlo. Supongo que nos pedira a todos, y en particular a los socios, que le presentemos una coartada.
– Necesito saber que hizo anoche, senorita Etienne, y con quien estuvo a partir de las seis.
Ella replico:
– Tiene usted la poco envidiable tarea, comandante, de darme el pesame por la muerte de mi hermano al mismo tiempo que me pide una coartada que demuestre que no lo mate yo. Y lo hace con cierta elegancia. Le felicito; aunque, claro, tiene usted mucha practica. Anoche estuve en el rio con un amigo, Declan Cartwright. Cuando hable con el seguramente le dira que soy su novia. Yo prefiero la palabra «amante». Salimos poco despues de las seis y media, cuando la lancha regreso de transportar a algunos miembros del personal al muelle de Charing Cross. Estuvimos en el rio hasta las diez y media aproximadamente, quizas un poco mas; despues volvimos aqui y fui con Declan en mi coche a su piso de Westbourne Grove. Vive encima de una tienda de antiguedades que el mismo lleva para su propietario. Le dare la direccion, por supuesto. Estuve con el hasta las dos de la madrugada y luego regrese al Barbican. Tengo un piso alli, debajo del de mi hermano.
– Mucho tiempo para pasarlo en el rio una noche de octubre.
– Una hermosa noche de octubre. Navegamos rio abajo para ver la barrera del Tamesis y luego volvimos atras y amarramos en el muelle de Greenwich. Cenamos en Le Papillon, en la calle de Greenwich Church. Habiamos reservado mesa para las ocho y calculo que permanecimos alli mas o menos una hora y media. Luego remontamos el rio hasta pasado el puente de Battersea y volvimos aqui, como le he dicho, poco despues de las diez y media.
– ?Les vio alguien, aparte, naturalmente, del personal del restaurante y los demas clientes?
– No habia mucho trafico en el rio. Aun asi, debio de vernos mucha gente, pero eso no quiere decir que se acuerden de nosotros. Yo estaba en el puente y Declan permanecio a mi lado la mayor parte del tiempo. Mientras navegabamos, vimos al menos dos lanchas de la policia. Me atreveria a decir que se fijaron en nosotros; ese es su trabajo, ?no?
– ?Les vio alguien al embarcar o cuando regresaron?
– No, que yo sepa. No vimos ni oimos a nadie.
– ?Y no sabe de nadie que deseara la muerte de su hermano?
– Ya me lo pregunto antes.
– Se lo vuelvo a preguntar, ahora que hablamos en privado.
– ?Es eso cierto? ?Acaso nada de lo que se dice a un agente de policia es realmente privado? Mi respuesta es la misma. No se de nadie que lo odiara tanto como para matarlo. Seguramente hay personas que no se entristeceran por su muerte. Ninguna muerte es universalmente lamentada. Toda muerte redunda en beneficio de alguien.
– ?Quien se beneficiara de esta muerte?
– Yo. Soy la heredera de Gerard. Naturalmente, eso habria cambiado en cuanto se casara. Segun estan las cosas, heredo sus acciones de la empresa, el piso del Barbican y el importe de su seguro de vida. No lo conocia muy bien, no nos criamos como hermanos carinosos. Fuimos a distintos colegios y a distintas universidades, y llevabamos distinta vida. Mi piso del Barbican esta debajo del suyo, pero no teniamos la costumbre de visitarnos a