Cuando el poder pasara a manos de Gerard, este transformaria la Peverell Press. Y Jean-Philippe le otorgo ese poder. Transfirio veinte de sus acciones de la empresa a Gerard y quince a Claudia. Gerard solo necesitaba conservar el apoyo de su hermana para asegurarse el control mayoritario. ?Y por que no? Los Peverell habian tenido su epoca; era el momento de que los Etienne se pusieran al frente.

Y aun asi Gerard acudia mes tras mes a presentarle los informes, como si fuera un administrador rindiendo cuentas al dueno. No pedia consejo ni aprobacion; no eran sus consejos ni su aprobacion lo que le hacia acudir. A veces Jean-Philippe creia que aquellos viajes eran una forma de expiacion, una penitencia voluntariamente impuesta, un deber filial emprendido cuando el anciano ya habia dejado atras tales inquietudes y sus manos rigidas iban soltando poco a poco aquellos fragiles hilos que lo ataban a la familia, a la empresa, a la vida. Le escuchaba, en ocasiones hacia algun comentario, pero nunca se habia decidido a decirle: «No quiero saber nada. Ya no me importa. Puedes vender Innocent House, trasladarte a Docklands, vender la empresa, quemar los archivos. Mi ultimo interes por la Peverell Press se agoto cuando arroje al Tamesis aquellos fragmentos de hueso triturado. Para tus activas preocupaciones, estoy tan muerto como Henry Peverell. Los dos hemos dejado atras estas inquietudes. No creas que estoy vivo porque aun hablo contigo, porque todavia realizo algunas de las funciones de un hombre.» Permanecia sentado sin moverse, extendiendo de vez en cuando una mano temblorosa hacia su vaso de vino, un vaso grueso y de pesada base que podia manejar con mas facilidad que una copa. La voz de su hijo le llegaba desde la lejania.

– Resulta dificil saber si es preferible comprar o alquilar. En principio, estoy a favor de comprar. Los alquileres son ridiculamente bajos en estos momentos, pero no lo seran cuando expire el contrato. Por otra parte, parece sensato firmar un contrato de alquiler a corto plazo para los proximos cinco anos y dejar libre el capital para adquisiciones y ampliaciones. El negocio editorial se basa en los libros, no en los bienes inmuebles. La Peverell Press lleva cien anos derrochando sus recursos en mantener Innocent House, como si la casa fuera la empresa. Pierde la casa y has perdido la editorial. Ladrillos y argamasa elevados a simbolo, incluso en el logotipo.

– Piedra y marmol -dijo Jean-Philippe. Y al ver el ceno intrigado de su hijo, anadio-: Piedra y marmol, no ladrillos y argamasa.

– La fachada posterior es de ladrillo. La casa es un hibrido arquitectonico. La gente alaba a Charles Fowler por la brillantez con que supo combinar la elegancia de finales de la epoca georgiana con el gotico veneciano del siglo xv, pero mas le habria valido no intentarlo. Hector Skolling puede quedarse con Innocent House si quiere, y que le aproveche.

– Para Frances sera una desdicha.

Lo dijo por decir algo. Las desdichas de Frances no lo conmovian. El vino le resultaba agradable al paladar. Era una suerte que aun pudiera saborear aquellos recios tintos.

Gerard respondio:

– Ya lo superara. Todos los Peverell se consideran obligados a amar Innocent House, pero dudo que le importe mucho. -Siguiendo la asociacion de ideas, prosiguio-: ?Viste el anuncio de mi compromiso en el Times del pasado lunes?

– No. Ya no me molesto en leer los periodicos. El Spectator incluye un resumen de las principales noticias de la semana. Esa media pagina me basta para comprobar que el mundo sigue yendo mas o menos como ha ido siempre. Espero que seas feliz en el matrimonio. Yo lo fui.

– Si, siempre me dio la impresion de que mama y tu os entendiais bastante bien.

Jean-Philippe percibio su azoramiento. El comentario, tosco e inadecuado, quedo colgando entre los dos como un jiron de humo acre.

– No estaba pensando en tu madre -replico Jean-Philippe con voz serena.

Y alli, contemplando la extension de agua mansa, le parecio que solo en aquellos confusos y turbulentos dias de la guerra habia estado verdaderamente vivo. Era joven, estaba apasionadamente enamorado, vivificado por el peligro constante, estimulado por los ardores del mando, exaltado por un patriotismo simple y sin complicaciones que para el se habia convertido en una religion. Entre las ambiguas lealtades de la Francia de Vichy, la suya era clara y absoluta. Desde entonces, nada habia menoscabado el portento, la excitacion, la fascinacion de aquellos anos. Su resolucion no vacilo ni siquiera despues de que mataran a Chantal, aunque le desconcerto darse cuenta de que culpaba de su muerte tanto al maquis como a los invasores alemanes. Nunca habia creido que la resistencia mas eficaz consistiera en la accion armada ni en el asesinato de soldados alemanes. Y luego, en 1944, llegaron la liberacion y el triunfo, y con ellos una reaccion tan inesperada e intensa que lo dejo desmoralizado, casi apatico. Solo entonces, en el momento de la victoria, tuvo tiempo y lugar para llorar a Chantal. Se sentia como un hombre vaciado de toda capacidad de emocionarse, a excepcion de aquella pesadumbre abrumadora que en su triste futilidad se le antojaba parte de una afliccion mas grande, una afliccion universal.

Sentia poca inclinacion a la venganza y contemplo con asqueada repulsion los rapados de cabeza a las mujeres acusadas de «relaciones sentimentales con el enemigo», los ajustes de cuentas, las purgas realizadas por el maquis, la justicia sumaria que ejecuto a treinta personas en el Puy-de-Dome sin un juicio formal. Se alegro, como la mayor parte de la poblacion, cuando se restablecio el debido curso de la ley, pero los procesos y los veredictos no le proporcionaron ninguna satisfaccion. No se compadecia de los que habian traicionado a la Resistencia ni de los que habian torturado o asesinado, pero en aquellos tiempos de ambiguedad muchos colaboradores del regimen de Vichy habian hecho lo que creian mejor para Francia, y si las potencias del Eje hubieran ganado la guerra, tal vez eso habria sido lo mejor para Francia. Entre ellos habia personas decentes que escogieron el bando equivocado por razones no del todo innobles; otros eran debiles; a algunos los movia el aborrecimiento al comunismo, y a otros les seducia el atractivo insidioso del fascismo. No podia odiar a ninguno de ellos. Hasta su propia fama, su propio heroismo, su propia inocencia se le volvieron repugnantes.

Necesitaba alejarse de Francia y se fue a Londres. Su abuela era inglesa. Hablaba el idioma de un modo impecable y estaba familiarizado con las peculiaridades de las costumbres inglesas, todo lo cual le ayudo a suavizar su autoimpuesto destierro. Pero no se instalo en Inglaterra porque sintiera ningun afecto especial por el pais ni por sus habitantes. Fue en Londres, en una fiesta -no recordaba cual ni en que lugar-, donde le presentaron a Margaret, una prima de Henry Peverell. Era guapa, sensible y cautivadoramente infantil, y se enamoro romanticamente de el, se enamoro de su heroismo, de su nacionalidad, incluso de su acento. El, por su parte, encontro halagadora su adulacion exenta de criticas, y le resulto dificil no responder al menos con afecto y un carino protector a la vulnerabilidad de la joven. Pero nunca llego a quererla. Solo habia querido a un ser humano. Con Chantal murio tambien su capacidad de experimentar cualquier sentimiento mas intenso que el afecto.

Aun asi se caso con ella y se la llevo a Toronto. Y cuando, al cabo de cuatro anos, ese nuevo exilio empezo a resultar fastidioso, regresaron a Londres, ahora con dos criaturas. Ingreso en la Peverell Press por invitacion de Henry, invirtio un capital considerable en la empresa, cogio a cambio sus acciones y paso el resto de su vida laboral en aquella extravagante locura a orillas de un rio septentrional y extrano. Suponia que podia considerarse razonablemente satisfecho. Sabia que la gente lo tenia por un hombre tedioso, pero no le sorprendia; de hecho, el mismo se aburria. El matrimonio duro. Hizo a su esposa Margaret Peverell tan feliz como era capaz de serlo; sospechaba que las mujeres de la familia Peverell no eran capaces de sentir mucha felicidad. Margaret anhelaba desesperadamente tener hijos, y el le habia proporcionado debidamente el hijo y la hija que ella deseaba. Era asi como, entonces y ahora, Jean-Philippe concebia la paternidad: el don de algo necesario para la felicidad de su esposa, ya que no para la suya; algo que, una vez dado -como una sortija, un collar o un coche nuevo-, ya no exigia de el ninguna otra responsabilidad, puesto que la responsabilidad se entregaba con el regalo.

Y ahora Gerard estaba muerto y un policia desconocido venia a decirle que su hijo habia sido asesinado.

37

La cita de Kate y Daniel con Rupert Farlow habia sido concertada para las diez. Sabian que seria casi imposible aparcar en Hillgate Village, de manera que dejaron el automovil en la comisaria de policia de Notting Hill Gate y subieron a pie la suave pendiente de la colina bajo los altos olmos de la avenida de Holland Park. Kate penso en lo extrano que resultaba volver tan pronto a esa parte de Londres tan familiar. Habia dejado su piso apenas tres dias antes, pero era como si se hubiese alejado del barrio en la imaginacion ademas de fisicamente y, al acercarse ahora a Notting Hill Gate, le parecia ver la estridente aglomeracion urbana con ojos de forastera.

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