Pero, por supuesto, nada habia cambiado: la discordante y poco distinguida arquitectura de los anos treinta, la pletora de rotulos callejeros, las cercas que la hacian sentirse un animal de rebano, las largas jardineras de hormigon con sus arbustos de hoja perenne cubiertos de polvo, las fachadas de los comercios que derramaban su nombre en rios de chillona luz roja, verde y amarilla, la incesante carrera del trafico. Incluso seguia estando el mismo mendigo junto a la puerta del supermercado con el gran alsaciano tendido a sus pies sobre una esterilla, musitando a los transeuntes su peticion de monedas para comprar un bocadillo. Mas alla de toda aquella actividad se extendia Hillgate Village con su apariencia tranquila de fachadas multicolores y estucadas.

Cuando pasaron ante el mendigo y se detuvieron luego en el semaforo, Daniel comento:

– Donde yo vivo tenemos unos cuantos como ese. Me sentiria tentado de entrar en la tienda para comprarle un bocadillo si no temiera provocar una alteracion del orden, y si el perro y el no parecieran ya demasiado sobrealimentados. ?Tu sueles darles algo?

– No a los de su especie y no con frecuencia. A veces. Me lo reprocho a mi misma, pero lo hago. Nunca mas de una libra.

– Para que se la gasten en bebida y drogas.

– Una donacion ha de ser sin condiciones. Aunque sea una libra. Aunque sea a un mendigo. Y de acuerdo, ya se que es hacer la vista gorda a un delito.

Habian cruzado la calle por el paso de peatones cuando de pronto Daniel hablo de nuevo.

– El sabado que viene tendria que ir al Bar Mitzvah de mi primo.

– Pues ve; es decir, si es importante.

– Al jefe no le gustara que pida un permiso. Ya sabes como se las gasta cuando estamos investigando un caso.

– No durara todo el dia, ?verdad? Pideselo. Estuvo muy comprensivo cuando Robbins solicito un dia libre porque se habia muerto su tio.

– Pero eso fue para un funeral cristiano, no para un Bar Mitzvah judio.

– ?Y que otra clase de Bar Mitzvah hay? No seas injusto. El jefe no es asi y tu lo sabes. Ya te lo he dicho: si es importante, pideselo; si no, no.

– ?Importante para quien?

– ?Como quieres que lo sepa? Para el chico, supongo.

– Apenas lo conozco. Dudo que le importe mucho que yo asista o no. Aunque, pensandolo bien, somos una familia pequena; solo tiene dos primos. Supongo que le gustaria que estuviera presente. Mi tia seguramente preferiria que no fuese. Asi tendria otro agravio contra mi madre.

– No pretenderas que el jefe decida si es mas importante complacer a tu primo o disgustar a tu tia. Si es importante para ti, ve. ?Por que has de darle tantas vueltas?

El no respondio y, mientras subian por la calle Hillgate, Kate penso: «Quizas es porque para el se trata de algo serio.» Al reflexionar sobre esta breve conversacion, se sintio sorprendida. Era la primera vez que el le abria, siquiera de un modo vacilante, la puerta de su vida privada. Y Kate habia creido que, como ella, guardaba con casi obsesiva vigilancia ese portal esencialmente inviolado. En los tres meses transcurridos desde que habia llegado a la Brigada, no habian hablado nunca de su ascendencia judia; a decir verdad, no habian hablado de casi nada que no fuera el trabajo. ?Le interesaba realmente su consejo o solo la utilizaba para ordenar sus pensamientos? Si necesitaba consejo, era asombroso que se lo pidiera a ella. Kate habia notado en el desde el primer momento cierta actitud defensiva que, si no se manejaba con tacto, podia volverse espinosa, y le molestaba un poco la necesidad de tacto en una relacion profesional. El trabajo policial conllevaba suficientes tensiones de por si para encima tener que tranquilizar a un colega o congraciarse con el. Pero Daniel le gustaba; o quiza seria mas exacto decir que empezaba a gustarle sin saber muy bien por que. Era de complexion robusta, apenas mas alto que ella, de facciones pronunciadas y cabellera rubia, cuando ella la hubiera imaginado morena. Sus ojos de color gris pizarra brillaban como guijarros pulidos y cuando se enojaba, se oscurecian hasta volverse casi negros. Kate percibia en ellos tanto su inteligencia como una ambicion similar a la de ella. Ademas, parecia no tener ningun problema en trabajar con una mujer que lo superaba en rango o, si lo tenia, sabia ocultarlo con mas habilidad que la mayoria de sus colegas. Kate se dijo que empezaba a encontrarlo sexualmente atractivo, como si esta admision formal y regular del hecho pudiera protegerla contra los peligros de la proximidad. Habia visto a demasiados colegas malbaratar su vida privada y profesional para arriesgarse a este tipo de complicacion, siempre mucho mas facil de iniciar que de cortar.

Deseosa de corresponder a su confianza y temiendo haberse mostrado demasiado indiferente, comento:

– Entre los alumnos de la secundaria de Ancroft habia una docena de religiones. Siempre estabamos celebrando una u otra festividad o ceremonia. Por lo general eso significaba hacer mucho ruido y vestirse de gala. La postura oficial era que todas las religiones son igualmente importantes y debo decir que, en mi caso, ello me llevo al convencimiento de que todas son igualmente carentes de importancia. Supongo que si la religion no se ensena con conviccion se convierte en otra asignatura aburrida mas. Quizas es que soy pagana por naturaleza. No soporto todo ese enfasis en el pecado, el sufrimiento y el juicio final. Si creyera en Dios, me gustaria que fuese inteligente, jovial y divertido.

– Dudo que te ofreciera mucho consuelo mientras te conducian a las camaras de gas -observo el-. Quizas entonces prefirieras un dios de venganza. Es esta calle, ?no?

Kate se pregunto si ya se habia cansado del tema o si estaba advirtiendole que no se metiera en su territorio privado. Contesto:

– Si. Por lo visto, los numeros altos quedan en el otro extremo.

Habia un interfono a la izquierda de la puerta. Kate pulso el boton y, al oir una voz masculina, anuncio:

– La inspectora Miskin y el inspector Aaron. Venimos a ver al senor Farlow. Nos espera.

Permanecio atenta al zumbido que indicaria que se habia abierto la cerradura, pero en su lugar volvio a oir la misma voz.

– Enseguida bajo.

La espera de un minuto y medio se le antojo muy larga. Kate acababa de consultar el reloj por segunda vez cuando se abrio la puerta y se encontraron ante un joven corpulento, descalzo y vestido con unos pantalones muy ajustados de cuadros blancos y azules y un sueter blanco. Llevaba el pelo cortado en mechones tiesos y muy cortos que daban a su cabeza redonda el aspecto de un cepillo erizado. Su nariz era ancha y carnosa, y sus brazos cortos y redondeados, con una patina de vello castano, parecian tan suaves y rollizos como los de un bebe. Kate penso que tenia la consistencia acogedora de un osito de peluche, a falta unicamente, para completar el cuadro, de una etiqueta con el precio colgada del arete que llevaba en la oreja izquierda. Sin embargo, los ojos azul claro que al principio se clavaron en los suyos con expresion de cautela, mostraron despues un franco antagonismo, y cuando hablo no hubo simpatia en su voz. Sin prestar atencion a la tarjeta de identificacion que Kate le mostraba, sugirio:

– Sera mejor que suban.

En el estrecho vestibulo hacia mucho calor y el aire estaba impregnado de un olor exotico, mezcla de flores y especias, que a Kate le habria parecido agradable si no hubiera sido tan intenso. Subieron tras su guia por una angosta escalera y se encontraron en una sala de estar que ocupaba toda la longitud de la casa. Un arco curvado mostraba el lugar donde antes debia de alzarse el tabique divisorio. Al fondo habian construido una pequena galeria a modo de invernaculo con vistas al jardin. Kate, que creia haber elevado a la categoria de arte la capacidad de observar los detalles de su entorno sin delatar una curiosidad demasiado evidente, centro toda su atencion en el hombre al que habian ido a visitar. Estaba recostado sobre almohadas en una cama individual situada a la derecha de la galeria cubierta y era patente que se hallaba a punto de morir. La joven policia habia visto muchas veces la demacracion extrema reflejada en la pantalla del televisor; estaba casi habituada a contemplar desde su sala de estar ojos carentes de vida y miembros consumidos por la inanicion. Pero, en aquel momento, al tenerla ante si por primera vez, se pregunto como un ser humano podia estar tan disminuido y seguir respirando, como los grandes ojos, que parecian flotar libremente en sus cuencas, podian envolverla con tal mirada de intensa y levemente ironica diversion. El enfermo llevaba puesto un batin de seda escarlata que no conseguia dar color al amarillo malsano de la piel. Junto a la cabecera del lecho habia una mesita de juego con una silla al otro lado y dos barajas preparadas sobre el tapete verde. Al parecer, Rupert Farlow y su companero estaban a punto de empezar una partida de canasta.

Su voz no era potente, pero tampoco tremula; el yo esencial aun seguia vivo, aun seguia presente en sus inflexiones nitidas y claras.

Вы читаете El Pecado Original
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату