ejemplo?

Se miraron el uno al otro. Frances Peverell contesto:

– No creo que pudieramos oir pasos sobre los adoquines, no desde esta habitacion. Hacia las ocho estuve un rato en la cocina para preparar las ensaladas; siempre lo hago en el ultimo momento. La ventana de la cocina da a Innocent Lane, de modo que si en aquellos momentos hubiera llegado un taxi a la puerta de Innocent House estoy segura de que lo habria oido. No oi nada.

– Yo no oi ningun taxi -declaro James de Witt-, y ni la senorita Peverell ni yo vimos ni oimos nada en Innocent Lane despues de mi llegada. Se oian los sonidos habituales del rio, pero amortiguados por las cortinas. Creo que se produjeron ciertos ruidos al comienzo de la velada, pero no recuerdo a que hora. Desde luego, no fueron tan insolitos como para hacernos salir al balcon a ver que ocurria. Al final se acostumbra uno a los ruidos del rio.

– ?Como llego aqui, senor? -pregunto el inspector Aaron-. ?En coche?

– En taxi. Nunca conduzco por Londres. Tendria que haberles dicho antes que vine desde mi casa. Esta tarde no he estado en la oficina; tenia una cita con el dentista.

– ?Que llevaba en el bolso? -pregunto de subito Frances Peverell-. Parecia pesar mucho.

– Pesa mucho -reconocio la inspectora Miskin-. He aqui la causa.

Cogio la bolsa de plastico en la que el inspector Aaron llevaba el bolso de la victima y la vacio sobre la mesa.

Todos miraron en silencio mientras desabrochaba las correas. El manuscrito estaba encuadernado en cartulina azul celeste, con el titulo de la novela y el nombre de la autora escrito en letras mayusculas: MUERTE EN LA ISLA DEL PARAISO, ESME CARLING. Y garabateadas en gruesos trazos de tinta roja a lo ancho de toda la cubierta habia las palabras «RECHAZADO… Y DESPUES DE TREINTA ANOS», seguidas de tres enormes signos de exclamacion.

Frances Peverell dijo:

– De modo que lo trajo consigo, ademas de la nota de suicidio. Todos somos un poco culpables. Deberiamos haber actuado con mas bondad. Pero quitarse la vida… Y de la manera que lo ha hecho… Cuanta soledad y cuanto horror. Pobre mujer.

Les volvio la espalda, y James de Witt se le acerco, pero sin tocarla. Mirando a la inspectora Miskin, De Witt pregunto:

– Oiga, ?tenemos que seguir hablando esta noche? Estamos todos conmocionados. Lo entenderia si hubiera alguna duda.

La inspectora Miskin devolvio el manuscrito a la bolsa.

– Siempre hay dudas hasta que se conocen los hechos -replico con voz serena-. ?Cuando supo la senorita Carling que la editorial habia rechazado su novela?

– La senora Carling. Era viuda. Se divorcio hace algun tiempo y luego su marido murio -la corrigio James de Witt-. Lo supo la manana del dia en que murio Gerard Etienne. Vino a la oficina para hablar con el, pero estabamos reunidos y tuvo que marcharse a Cambridge para una sesion de firma de libros. Pero eso ya lo saben ustedes.

– ?La sesion que se suspendio antes de su llegada?

– Si, esa misma.

– ?Y se puso en contacto con alguno de ustedes tras la muerte del senor Etienne, o con alguien de la empresa, que ustedes sepan?

De Witt y Frances Peverell volvieron a mirarse.

– Conmigo no -dijo De Witt-. ?Hablo contigo, Frances?

– No, ni una palabra. Es bastante extrano, ahora que lo pienso. Si al menos hubieramos podido hablar, explicarnos, quizas esto no habria ocurrido.

El inspector Aaron rompio su silencio de pronto.

– ?Quien decidio sacarla del rio? -quiso saber.

– Fui yo. -Frances Peverell volvio hacia el su mirada bondadosa, aunque cargada de reproche.

– No creeria usted que podrian reanimarla, ?verdad?

– No, supongo que no lo creia, pero era tan terrible verla alli colgada, tan… -Hizo una pausa y anadio-: Tan inhumano.

– No todos somos oficiales de policia, inspector -intervino De Witt-. Algunos aun tenemos instintos humanos.

El inspector Aaron enrojecio, miro a la inspectora Miskin y contuvo su ira con dificultad.

La inspectora Miskin hablo con voz queda.

– Esperemos que puedan conservarlos. Supongo que a la senorita Price le gustaria volver a casa. El inspector Aaron y yo la llevaremos.

Mandy protesto con la obstinacion de una nina.

– No quiero que me lleven. Quiero ir yo sola en la moto.

– La moto estara segura aqui, Mandy -adujo Frances Peverell con suavidad-. Si quieres, podemos guardarla en el garaje del numero diez.

– No quiero dejarla en el garaje. Quiero volver a casa en mi moto.

Al final se salio con la suya, pero la inspectora Miskin insistio en seguirla con el coche de la policia. Mandy se dio el gusto de serpentear entre el trafico, dificultando el seguimiento tanto como le fue posible.

Cuando llegaron a su casa, en Stratford High Street, la inspectora Miskin alzo la mirada hacia las oscuras ventanas y comento:

– Creia que habia dicho que habria alguien en casa.

– Hay alguien en casa. Estan todos en la cocina. Oiga, puedo cuidarme yo sola. No soy una nina, ?vale? ?Quieren dejarme tranquila de una vez?

Echo pie a tierra y el inspector Aaron bajo del coche y le ayudo a entrar la Yamaha por la puerta para dejarla en el zaguan. Cuando lo hubieron hecho, Mandy cerro la puerta sin decir palabra.

48

– No le habria costado nada dar las gracias -dijo Daniel-. Es una buena pieza, esa chica.

– Es por la conmocion.

– No estaba tan conmocionada como para no cenar.

La comisaria de Wapping estaba en silencio. Solo vieron a un agente de policia mientras subian a la sala donde se hallaba el centro de operaciones. Permanecieron unos instantes inmoviles ante la ventana antes de correr las cortinas. Las nubes se habian dispersado y el rio fluia ancho y calmado, creando sus dibujos y remolinos de luz bajo el aguijonazo de las altas estrellas. Pero, de noche, en una comisaria siempre reinaba una extrana sensacion de paz y aislamiento; incluso cuando habia agitacion y la calma quedaba rota por fuertes pisadas y ruidosas voces masculinas, la atmosfera mantenia una quietud peculiar, como si el mundo exterior con su violencia y sus terrores pudiese acechar a la espera, pero no turbar esa tranquilidad esencial. Tambien la camaraderia era mas estrecha: los colegas hablaban menos, pero con mayor libertad. En Wapping, sin embargo, no podian esperar camaraderia; Kate sabia que, en cierto modo, eran unos intrusos. La comisaria les ofrecia hospitalidad, les daba todo tipo de facilidades, pero no por eso dejaban de ser unos extranos.

Dalgliesh estaba visitando la jefatura de policia de Durham por algun misterioso asunto de los comisionados, y ella ignoraba si habia emprendido ya el regreso a Londres. Llamo para averiguarlo y le dijeron que creian que aun estaba alli. Intentarian localizarlo y le pedirian que se pusiera en contacto con ella.

Mientras esperaban, Kate comento:

– ?Quedaste convencido de su coartada? Me refiero a la de Esme Carling. ?Estaba en casa la noche en que murio Etienne?

Daniel se sento tras su escritorio y empezo a jugar con el ordenador. Tratando de reprimir la irritacion, contesto:

– Si, quede convencido. Ya leiste mi informe. Estuvo con una nina del mismo edificio, Daisy Reed; pasaron toda la velada juntas, hasta medianoche o mas tarde. La nina lo confirmo. No fui incompetente, si es eso lo que

Вы читаете El Pecado Original
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату