– O la empujaron, ?no? Bueno, esta vez no nos achacaran la muerte a Eric o a mi…, al menos si murio antes de medianoche. Anoche fuimos al cine y a cenar a Ipswich. Nos hacia falta alejarnos de este sitio. Supongo que no tendras idea de como marcha la investigacion, ?verdad? Me refiero a la del asesinato del archidiacono.

– No. La policia no nos cuenta nada -respondio Emma.

– ?Ni siquiera el guapo comisario? Bueno, claro que no. ?Dios, ese tipo es siniestro! Ojala se de prisa, porque quiero regresar a Londres. De cualquier manera solo me quedare con Eric hasta el fin de semana. En fin, solo queria consultar algo contigo. Aunque es posible que no puedas o no quieras contestarme, no se a que otra persona recurrir. ?Eres religiosa? ?Comulgas? -La pregunta fue tan inesperada que Emma se quedo sin habla durante unos segundos. Karen anadio con impaciencia-: Me refiero a si vas a la iglesia y recibes la comunion.

– Si, a veces.

– Estaba pensando en las hostias consagradas. ?Como funciona eso? O sea, ?abres la boca y te la ponen dentro, o te la dan en la mano?

Pese a lo estrafalario de la conversacion, Emma contesto:

– Algunos abren la boca, pero en la Iglesia anglicana es mas comun tender las dos palmas juntas.

– Y supongo que el sacerdote se queda mirando mientras te la comes, ?no?

– Es posible, sobre todo si esta recitando las palabras del devocionario, aunque por lo general pasa al siguiente comulgante. Tambien es posible que se produzca una pequena espera mientras el u otro sacerdote va a buscar el caliz. ?Por que quieres saberlo?

– Por nada en particular. Simple curiosidad. He pensado que a lo mejor vaya a un oficio y no quiero ponerme en ridiculo. Pero ?no es necesario que uno este confirmado? No me gustaria que me echaran.

– No creo que lo hagan -repuso Emma-. Manana por la manana se celebrara una misa en el oratorio. -Anadio con un dejo de picardia-: Podrias decirle al padre Sebastian que te gustaria asistir. Quiza te formule algunas preguntas o quiera que te confieses primero.

– ?Confesarme al padre Sebastian? ?Estas loca? Me parece que esperare a volver a Londres para regenerarme espiritualmente. A proposito, ?cuanto tiempo mas piensas pasar aqui?

– Deberia irme el jueves -respondio Emma-, aunque tal vez me quede un dia mas. Supongo que me marchare antes del fin de semana.

– Bueno, gracias por la informacion y que te vaya bien.

Dio media vuelta y arranco a caminar rapidamente y con los hombros inclinados hacia la casa San Juan.

Mientras la observaba, Emma penso que era una suerte que no se hubiese entretenido un rato mas con ella. Habria resultado tentador hablar del asesinato con otra mujer que ademas tenia su edad; tentador y quizas imprudente. Karen podria haberla interrogado sobre el hallazgo del cuerpo del archidiacono y le habria costado mucho eludir sus preguntas. En Saint Anselm todos los demas habian mostrado una respetuosa reserva, cualidad que ella no asociaba con Karen Surtees. Continuo andando, intrigada. De todas las preguntas que podria haber hecho Karen, la que le habia planteado era la que menos se esperaba.

5

Era la una y cuarto, y Kate y Robbins ya habian regresado. Dalgliesh noto que Kate trataba de controlar el tono de triunfo y emocion de su voz mientras presentaba un meticuloso informe de su mision. A pesar de que siempre actuaba de forma flematica y profesional en los momentos de exito, ahora el entusiasmo se evidenciaba en sus ojos y en su tono, y Dalgliesh se alegro de que asi fuese. Quiza recuperaria a la antigua Kate, aquella para quien el trabajo policial representaba algo mas que un empleo, un salario adecuado y una perspectiva de ascenso, mas que una escalera para escapar del lodazal de privaciones de su infancia. Tenia ganas de volver a ver a esa Kate.

Le habia contado lo de la boda por telefono en cuanto ella y Robbins se habian despedido de la senorita Fawcett. Dalgliesh le habia ordenado que fuese en busca de una copia del certificado de matrimonio y regresase a Saint Anselm cuanto antes. Al estudiar el mapa, habian descubierto que Clampstoke-Lacey estaba a solo veinte kilometros de distancia, de manera que les parecio razonable pasar primero por la iglesia.

Sin embargo, no tuvieron suerte. Ahora Saint Osyth formaba parte de un conjunto de parroquias y se encontraba en un interregno, con un sacerdote nuevo que celebraba interinamente los oficios. El se encontraba de visita en otra de las parroquias y su joven esposa ignoraba donde estaba el antiguo registro de la iglesia; de hecho, ni siquiera sabia que era y se limito a sugerirles que aguardasen a su esposo. Lo esperaba a cenar, a menos que lo invitara uno de sus feligreses. En tal caso, telefonearia para avisar, aunque en ocasiones se enfrascaba tanto en los asuntos de la parroquia que olvidaba hacerlo. El matiz de resentimiento que Kate detecto en su voz le indico que eso ocurria con cierta frecuencia, por lo que resolvio pasar por el registro civil de Norwich, donde encontraron lo que necesitaban. Rapidamente les hicieron una copia del certificado de matrimonio.

Entretanto Dalgliesh habia telefoneado a Paul Perronet. Deseaba aclarar dos cuestiones importantes antes de entrevistarse con George Gregory. La primera eran los terminos exactos del testamento de la senorita Arbuthnot. La segunda guardaba relacion con las disposiciones de cierta ley parlamentaria y la fecha en que esta habia entrado en vigor.

Kate y Robbins, que no habian comido, se abalanzaron con avidez sobre los bocadillos de queso y el cafe que habia preparado la senora Pilbeam.

– Estamos en condiciones de inferir como fue que Margaret Munroe recordo la boda -dijo Dalgliesh-. Habia estado escribiendo en su diario, rememorando el pasado, y de repente asocio dos imagenes: Gregory en la playa, quitandose el guante izquierdo para tomarle el pulso a Ronald Treeves, y la pagina de fotografias de bodas de la Sole Bay Weekly Gazette: la union de la vida y la muerte. Al dia siguiente telefoneo a la senorita Fawcett, no desde su casa, donde podian interrumpirle, sino desde una cabina de Lowestoft. Le confirmaron lo que sin duda sospechaba: el nombre de la novia. Entonces hablo con «la persona interesada». Esa expresion solo era aplicable a dos personas: George Gregory y Raphael Arbuthnot. Y unas horas despues de hablar y de que la tranquilizaran, Margaret Munroe murio. -Doblo la partida de matrimonio y agrego-: Interrogaremos a Gregory en su casa, no aqui. Me gustaria que viniera conmigo, Kate. He visto su coche, de manera que el no puede estar muy lejos.

– Pero ese matrimonio no constituye un motivo para que Gregory asesine al archidiacono. Se celebro veinticinco anos atras. Raphael Arbuthnot no heredara. El testamento establece que tiene que ser legitimo segun la legislacion inglesa.

– Y la boda lo convierte exactamente en eso: en hijo legitimo segun la legislacion inglesa.

Saltaba a la vista que Gregory acababa de regresar a su casa. Abrio la puerta vestido con un chandal negro y con una toalla al cuello. Llevaba el cabello mojado y el jersey de algodon adherido al pecho y los brazos.

– Me disponia a darme una ducha -comento sin apartarse para dejarlos entrar-. ?Los trae un asunto urgente?

Los trataba como a una pareja de vendedores inoportunos, y por primera vez Dalgliesh percibio en sus ojos una clara hostilidad.

– Si, es urgente -respondio-. ?Podemos pasar?

– Tiene el aire de un hombre que cree estar haciendo progresos, comisario -observo Gregory mientras los guiaba al anexo-. En opinion de algunos ya seria hora. Confiemos en que esto no acabe en el abismo de la desesperacion.

Les senalo el sofa y se sento al escritorio, haciendo girar la silla y extendiendo las piernas, para acto seguido empezar a secarse energicamente la cabeza. Dalgliesh alcanzaba a oler su sudor desde el otro extremo de la sala.

– Usted se caso con Clara Arbuthnot el 27 de abril de 1988, en la iglesia de Saint Osyth, en Clampstoke-Lacey, Norfolk -senalo sin sacar el certificado de matrimonio del bolsillo-. ?Por que no me lo dijo? ?De verdad creia que las circunstancias de ese matrimonio no venian al caso en esta investigacion de asesinato?

Por un par de segundos Gregory se quedo callado e inmovil, pero cuando hablo su voz sono serena y despreocupada. Dalgliesh se pregunto si haria dias que se preparaba para este encuentro.

– Puesto que se ha referido a «las circunstancias de ese matrimonio», doy por sentado que entiende el significado de la fecha. No se lo conte porque no estime que se tratara de un asunto de su incumbencia. Esa es la

Вы читаете Muerte En El Seminario
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату