ese espacio desnudo y funcional, de los tres hombres y la mujer ostensiblemente enfrascados en sus asuntos. Aquello no podia ser mas que un interrogatorio o una conspiracion, y el ritmico rumor del mar acentuaba la atmosfera de clandestinidad e inquietud.

Kate encendio la grabadora y cumplieron con las formalidades preliminares. Gregory dijo su nombre y direccion, y los tres policias, sus nombres y sus rangos.

Fue Piers quien comenzo el interrogatorio.

– El archidiacono Crampton fue asesinado el sabado alrededor de la medianoche. ?Donde estaba usted esa noche despues de las diez?

– Ya se lo dije la primera vez que me interrogaron. Me encontraba en mi casa, escuchando a Wagner. No sali de alli hasta que me llamaron por telefono para que acudiese a una reunion en la biblioteca, convocada por el padre Sebastian.

– Hay pruebas de que alguien entro en la habitacion de Raphael Arbuthnot esa noche. ?Fue usted?

– ?Como iba a ser yo? Acabo de decirle que no sali de mi casa.

– El 27 de abril de 1988 usted se caso con Clara Arbuthnot y nos ha asegurado que Raphael es su hijo. ?Sabia en ese momento que la ceremonia lo convertiria en hijo legitimo y en el heredero de Saint Anselm?

Se produjo una breve pausa. «No tiene idea de como averiguamos lo de la boda -penso Dalgliesh-. Ignora cuanto sabemos al respecto.»

– En ese momento no lo sabia -contesto Gregory-. Mas adelante, no recuerdo la fecha exacta, descubri que la ley de 1976 habia legitimado a mi hijo.

– ?Conocia las disposiciones del testamento de la senorita Agnes Arbuthnot cuando se celebro el matrimonio?

Esta vez no hubo titubeos. Dalgliesh estaba convencido de que Gregory habia averiguado los terminos del testamento, probablemente mediante gestiones en Londres. Por desgracia, era probable que no las hubiese realizado con su nombre verdadero, asi que resultaria dificil encontrar pruebas de ello.

– No, no lo sabia -asevero Gregory.

– ?Y su esposa no se lo conto antes o despues de la boda?

Otra pequena vacilacion y un destello en los ojos. Por fin decidio arriesgarse.

– No, no me lo conto. Estaba mas preocupada por salvar su alma que por la situacion economica de nuestro hijo. Y si con estas preguntas ingenuas pretenden insinuar que yo tenia un movil, ?me permiten que les recuerde que tambien lo tenian los cuatro sacerdotes del seminario?

– Crei que habia negado todo conocimiento de los terminos del testamento -interrumpio Piers.

– No me referia a beneficios economicos. Estaba pensando en el ostensible desprecio que sentian por el archidiacono practicamente todos los residentes del seminario. Y si creen que mate al archidiacono para asegurarle la herencia a mi hijo, debo recordarles que estan a punto de cerrar Saint Anselm. Todos sabiamos que nuestros dias aqui estaban contados.

– El cierre era inevitable -replico Kate-, pero no inminente. El padre Sebastian habria podido negociar y mantener el seminario abierto durante un par de anos mas, los suficientes para que su hijo terminara sus estudios y se ordenase sacerdote. ?Era eso lo que usted queria?

– Habria preferido que escogiese otra carrera, pero tengo entendido que ese es uno de los pequenos inconvenientes de la paternidad. Los hijos rara vez toman decisiones sensatas. Puesto que yo no me he ocupado de Raphael en veinticinco anos, dificilmente cabia esperar que tomase en consideracion mis opiniones sobre como debe llevar su vida.

– Hoy nos hemos enterado de que es muy posible que el asesino del archidiacono llevara una capa marron de seminarista. Hemos encontrado una en una de las lavadoras de Saint Anselm. ?La puso usted alli?

– No, no lo hice ni se quien lo hizo.

– Tambien sabemos que alguien, probablemente un hombre, telefoneo a la senora Crampton a las nueve y veintiocho minutos de la noche del asesinato, fingiendo ser un empleado de las oficinas de la diocesis y pidiendo el numero del movil del archidiacono. ?Efectuo usted esa llamada?

Gregory reprimio una sonrisa.

– Este interrogatorio resulta sorprendentemente simple para una brigada que, si no me equivoco, es una de las mas prestigiosas de Scotland Yard. No, no efectue esa llamada ni se quien la hizo.

– Fue a la hora en que los sacerdotes y los cuatro seminaristas debian estar en la iglesia para las completas. ?Donde estaba usted entonces?

– En mi casa, corrigiendo monografias. Y no fui el unico hombre que no asistio a las completas. Yarwood, Stannard, Surtees y Pilbeam tambien se resistieron a la tentacion de oir predicar al archidiacono, al igual que las tres mujeres. ?Estan seguros de que fue un hombre quien realizo la llamada?

– El asesinato del archidiacono no es la tragedia que ha puesto en peligro el futuro de Saint Anselm -intervino Kate-. La muerte de Ronald Treeves tambien perjudica al seminario. El estuvo con usted un viernes por la tarde y murio al dia siguiente. ?Que ocurrio ese viernes?

Gregory la miro con fijeza. Adopto una expresion de desprecio tan cruda y ostensible como si hubiera escupido. Kate, ruborizada, continuo:

– Ronald habia sufrido un rechazo y una traicion. Fue a verle en busca de consuelo y consejo, y usted lo echo, ?no es verdad?

– Acudio a mi para recibir una clase sobre el griego del Nuevo Testamento, y se la imparti. Es cierto que duro menos de lo normal, pero eso lo decidio el. Por lo visto ustedes estan al tanto del robo de la hostia consagrada. Le aconseje que se confesase con el padre Sebastian. Era el unico consejo posible, y usted tambien se lo habria dado. Me pregunto si eso supondria su expulsion y yo le conteste que seguramente si, habida cuenta de la peculiar vision de la realidad del padre Sebastian. Queria que lo tranquilizara, pero no estaba en mi mano hacerlo. Mas valia que se arriesgase a la expulsion que a caer en las manos de una chantajista. Era hijo de un hombre rico; podria haberse pasado el resto de su vida manteniendo a esa mujer.

– ?Tiene alguna razon para pensar que Karen Surtees es una chantajista? ?La conoce bien?

– Lo suficiente para saber que es una joven ambiciosa y sin escrupulos. El secreto de Ronald nunca hubiera estado seguro.

– De manera que el muchacho se marcho y se quito la vida -afirmo Kate.

– Por desgracia, si. Es algo que yo no era capaz ni de prever ni de evitar.

– Hubo una segunda muerte -intervino Piers-. Tenemos pruebas de que la senora Munroe habia descubierto que usted era el padre de Raphael. ?Puso ella esta informacion en su conocimiento?

Se hizo otro silencio. Gregory habia posado las manos sobre la mesa y concentro su mirada en ellas. Aunque no alcanzaba a verle la cara, Dalgliesh supo que el hombre habia llegado a un punto decisivo. Una vez mas reflexionaba acerca de cuanto sabia la policia y con que grado de certeza. ?Margaret Munroe habia hablado con alguien mas? ?Habria dejado una nota?

Aunque la pausa duro menos de seis segundos, parecio mas larga.

– Si, fue a verme -respondio-. Habia hecho algunas averiguaciones, no explico cuales, y confirmado sus sospechas. Aparentemente le preocupaban dos cosas. La primera era que yo estuviese enganando al padre Sebastian y trabajando aqui de manera fraudulenta. La segunda y mas importante, que Raphael tenia que saber la verdad. Nada de esto era asunto suyo, pero estime conveniente explicarle por que no me habia casado con la madre de Raphael cuando esta se quedo embarazada y por que luego habia cambiado de idea. Le dije que me proponia hablar con mi hijo cuando creyera que la noticia no iba a afectarle. Queria escoger el momento yo mismo. Ella me exigio que le prometiera que lo haria antes del final del trimestre. Despues de esa promesa, que no tenia derecho a arrancarme, se comprometio a guardar el secreto.

– Y esa noche murio -senalo Dalgliesh.

– De un ataque al corazon. Si la impresion del descubrimiento y el esfuerzo que le supuso plantarme cara la mataron, lo lamento. No pueden responsabilizarme de todas las muertes acaecidas en Saint Anselm. Lo unico que falta es que me acusen de empujar a Agatha Betterton por la escalera del sotano.

– ?Lo hizo? -pregunto Kate.

Esta vez fue lo bastante astuto para disimular su desden.

– Crei que estaban investigando el asesinato del archidiacono Crampton, no intentando convertirme en un asesino en serie. ?No deberiamos concentrarnos en la unica muerte que fue sin duda alguna un asesinato?

En ese punto tercio Dalgliesh:

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