desconectada.» «Este tablon de anuncios es para notas oficiales; no para que los estudiantes intercambien trivialidades.» Todas llevaban las iniciales P. G.

– Me temo que estaba medio dormido y escogi la tarjeta equivocada -repitio el padre Peregrine.

– Es obvio que oyo la lavadora en algun momento de la noche y se levanto para apagarla -dijo Dalgliesh-. ?No reparo en la importancia de este hecho cuando la inspectora Miskin lo interrogo?

– Esa jovencita me pregunto si habia oido a alguien entrar o salir del edificio, o si yo mismo habia salido. Recuerdo perfectamente sus palabras. Me pidio que fuera preciso en mis respuestas. Y lo fui: dije que no. Nadie menciono las lavadoras.

– Las puertas de todas las lavadoras estaban cerradas -continuo Dalgliesh-. Sin duda lo normal es que queden abiertas cuando no hay ropa dentro. ?Las cerro usted, padre?

– No lo recuerdo, pero debi de hacerlo -respondio el padre Peregrine con suficiencia-. Seria lo natural. Me gusta el orden, ?sabe? Detesto verlas abiertas. No hay ninguna razon para que queden asi.

El padre Peregrine parecia estar pensando en el trabajo que se traia entre manos. Regreso a la biblioteca, seguido por Dalgliesh y Kate, y se sento al escritorio como si la entrevista hubiese terminado.

– Padre Peregrine -dijo Dalgliesh en el tono mas firme de que fue capaz-, ?tiene usted el menor interes en ayudarme a atrapar al asesino?

Sin dejarse amilanar por el policia de un metro noventa que se alzaba sobre el, el sacerdote se tomo la pregunta como una solicitud mas que como una acusacion.

– Hay que atrapar a los asesinos, desde luego, pero no creo estar capacitado para ayudarlo, comisario. Carezco de experiencia en la investigacion policial. Tal vez deberia recurrir al padre Sebastian o al padre John. Los dos han leido muchas novelas policiacas, asi que con seguridad poseen cierta perspicacia para estos asuntos. En una ocasion el padre Sebastian me presto una de esas novelas; de un tal Hammond Innes, si mal no recuerdo. Me temo que era demasiado complicada para mi.

Atonito, Piers puso los ojos en blanco y dio la espalda a esa ridicula escena. El padre Peregrine fijo la vista en el libro, sin embargo de repente dio muestras de animarse y la alzo de nuevo.

– Solo una idea: el asesino debia de querer huir lo antes posible despues de cometer el crimen. Me imagino que tendria un coche preparado junto a la verja oeste. Eso si que me suena familiar. Me cuesta creer, comisario, que considerase que era un buen momento para hacer la colada. La lavadora es una pista falsa. -Piers se alejo unos pasos del escritorio, como si no aguantara mas-. Igual que mi nota, me temo -anadio el padre Peregrine.

– ?Y usted no vio ni oyo nada cuando salio de su habitacion? -quiso saber Dalgliesh.

– Como ya le he dicho, comisario, no recuerdo haber salido de mi habitacion. Sin embargo, mi nota y el hecho de que la lavadora estuviese apagada parecen pruebas irrefutables de que lo hice. Si alguien hubiese entrado en mi habitacion para robar la nota, lo habria oido, estoy seguro. Lamento no serle de gran ayuda.

Volvio a concentrar su atencion en los libros, y Dalgliesh y Piers lo dejaron con su trabajo.

– No puedo creerlo -solto Piers una vez fuera de la biblioteca-. Ese hombre esta loco. ?Y se supone que es competente para dar clases de posgrado?

– Por lo que se, es un profesor brillante -repuso Dalgliesh-. Y su historia me parece verosimil: se despierta, oye un ruido que detesta, se levanta medio dormido y recoge sin querer la nota equivocada. Luego regresa y se mete en la cama. El problema es que ni siquiera es capaz de concebir la idea de que el asesino sea alguien de Saint Anselm. No admite esa opcion. Es lo mismo que paso con el padre John y la capa marron. Ninguno de los dos pretende obstaculizar nuestro trabajo ni mostrarse poco servicial. Ellos no piensan como policias, y nuestras preguntas se les antojan poco pertinentes. Se niegan a aceptar la posibilidad de que alguien de Saint Anselm haya perpetrado el crimen.

– Pues entonces se van a llevar una buena sorpresa -senalo Piers-. ?Y el padre Sebastian y el padre Martin?

– Ellos han visto el cadaver, Piers. Saben donde y como ocurrio. La incognita es: ?saben quien lo hizo?

13

Ya habian sacado la empapada capa de la lavadora y la habian puesto en una bolsa de plastico. El agua, de un rosado tan claro que parecia mas imaginado que real, se habia trasvasado con sifon a unas botellas etiquetadas. Dos ayudantes de Clark estaban espolvoreando la lavadora para buscar huellas. A juicio de Dalgliesh, se trataba de un esfuerzo inutil. Gregory habia usado guantes en la iglesia y dificilmente se los habria quitado antes de regresar a su casa. Aun asi, habia que hacerlo; la defensa aprovecharia cualquier oportunidad para cuestionar la eficacia de la investigacion.

– Esto confirma que Gregory es el principal sospechoso -dijo Dalgliesh-, aunque ya lo era desde el momento en que nos enteramos de su boda con Clara Arbuthnot. A proposito, ?donde esta? ?Lo sabemos?

– Esta manana se ha ido en coche a Norwich -respondio Kate-. Ha avisado a la senora Pilbeam que regresaria a media tarde. Ella le limpia la casa y ha estado alli esta manana.

– Lo interrogaremos en cuanto vuelva, y esta vez usaremos una grabadora. Hay dos puntos importantes: no debe enterarse de que la capa de Treeves quedo en el seminario ni de que Peregrine apago la lavadora. Hable de nuevo con los padres John y Peregrine, ?quiere, Piers? Andese con tacto. Asegurese de que el padre Peregrine entiende lo que le dice.

Cuando Piers hubo salido, Kate pregunto:

– ?Y si le pedimos al rector que informe a los estudiantes de que el claustro norte ya esta abierto y se les permite usar la lavanderia? Entonces podriamos montar guardia por si Gregory viene a buscar la capa. Querra saber si la hemos encontrado.

– Muy ingenioso, Kate, pero no probaria nada. No caera en esa trampa. Si decide venir, traera ropa sucia consigo. Ademas, ?por que iba a venir? Confiaba en que la capa apareciera; asi tendriamos una prueba mas de que el asesino es alguien del seminario. Lo unico que le preocupa es que no lleguemos a demostrar que el utilizo esa prenda en la noche del asesinato. En otras circunstancias no habria corrido un gran riesgo. Fue una desgracia para el que Surtees entrase en la iglesia. Sin su testimonio no dispondriamos de ninguna prueba de que el asesino llevaba una capa. Tambien tuvo la mala suerte de que apagasen la lavadora. Si el lavado se hubiera completado, con toda seguridad habria desaparecido cualquier posible prueba contra el.

– Todavia puede alegar que Treeves le habia dejado la capa en alguna ocasion -observo Kate.

– Seria poco verosimil, ?no? Treeves era un joven muy cuidadoso con sus efectos personales. ?Por que iba a prestar su capa? A pesar de todo, tiene razon; esa podria ser una estrategia de la defensa.

Piers regreso en ese momento.

– El padre John estaba en la biblioteca con el padre Peregrine -dijo-. Creo que los dos han captado el mensaje. No obstante, sera mejor que esperemos a Gregory y lo interceptemos en cuanto vuelva.

– ?Y si exige un abogado? -pregunto Kate.

– Entonces tendremos que esperar a que consiga uno -respondio Dalgliesh.

Sin embargo, Gregory no pidio un abogado. Media hora despues se sento ante la mesa de la sala de interrogatorios con apariencia de total tranquilidad.

– Conozco mis derechos y se hasta donde llegan las atribuciones de la policia, de manera que de momento no gastare dinero en un abogado. No podria permitirme uno bueno, y los que estan a mi alcance no resultarian muy utiles. Mi procurador es perfectamente competente para redactar un testamento, pero se convertiria en un irritante estorbo en esta situacion. Yo no mate a Crampton. Ademas de que me repugna la violencia, no tenia motivos para desear su muerte.

Dalgliesh habia decidido dejar el interrogatorio en manos de Kate y de Piers. Ambos se sentaron enfrente de Gregory mientras el comisario se alejaba hacia la ventana que daba al este. Un curioso escenario para un interrogatorio policial, penso. La estancia, austeramente amueblada con una mesa cuadrada, cuatro sillas y dos sillones, estaba tal como la habian encontrado al llegar, salvo por una bombilla mas potente en la unica lampara que colgaba sobre la mesa. Solo habia senales de los nuevos ocupantes en la cocina, con su coleccion de tazas y el tenue aroma a bocadillos y cafe, y en la sala contigua, mas acogedora, donde la senora Pilbeam habia puesto un jarron con flores. Dalgliesh se pregunto que impresion se llevaria un observador casual de aquella escena, de

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