Piers le cedio el asiento y bajo a la sala de interrogatorios.

– Bien, ?que es lo que sucedio exactamente? -pregunto Dalgliesh.

– Supongo que el padre Sebastian le habra dicho que me pidio que empaquetara la ropa. Penso… bueno, pensamos que no seria justo pedirle algo asi a un miembro del personal. La ropa de los muertos es algo tan intimo, ?no? Siempre causa malestar. Asi que fui a la habitacion de Ronald y recogi sus prendas. No tenia muchas, por supuesto. Les pedimos a los estudiantes que traigan solo lo imprescindible. Cuando estaba doblando la capa, note que… -Titubeo y luego prosiguio-:…en fin, note que estaba manchada en el interior.

– ?Manchada, padre?

– Bueno, era obvio que habia hecho el amor encima de la capa.

– ?Era una mancha de semen?

– Si, asi es. Y bastante grande. No quise enviarsela asi a su padre. Ronald no lo habria deseado y yo sabia… todos sabiamos que sir Alred se habia opuesto a que viniese a Saint Anselm y a que se ordenara sacerdote. Si hubiese visto la capa, quizas habria ocasionado problemas al seminario.

– ?Se refiere a que habria estallado un escandalo sexual?

– Si, algo asi. Y habria sido humillante para el pobre Ronald. Era lo ultimo que el hubiese deseado. Yo estaba confundido, pero me parecio mal mandar la capa de vuelta en ese estado.

– ?Por que no intento limpiarla?

– Lo pense, pero no habria sido facil. Temia que mi hermana me viese con la capa y me interrogase al respecto. No se me da muy bien lavar ropa y, naturalmente, no queria que me viesen haciendolo. El apartamento es pequeno y no tenemos… no teniamos mucha intimidad. Me limite a desentenderme del problema. Se que fue una tonteria, pero el paquete debia estar listo para cuando llegase el chofer de sir Alred y pense que me ocuparia de la capa en otro momento. Y habia algo mas; no deseaba que nadie se enterase, y mucho menos el padre Sebastian. Vera, yo sabia quien era la mujer con quien habia estado haciendo el amor.

– ?Asi que era una mujer?

– Oh, si, era una mujer. Se que puedo contar con su discrecion.

– Si esto no tiene nada que ver con el asesinato del archidiacono, no lo divulgaremos -le prometio Dalgliesh-. De cualquier forma, creo que puedo ayudarle. Era Karen Surtees, ?no?

El semblante del padre Betterton reflejo alivio.

– Si, era ella. Me temo que era Karen. Vera, soy aficionado a la observacion de las aves y los aviste con mis prismaticos. Estaban en el helechal. No lo comente con nadie, por supuesto. El padre Sebastian no haria la vista gorda ante una cosa asi. Ademas, pense en Eric. Es un buen hombre y esta muy a gusto aqui, con nosotros y con sus cerdos. No queria causarle dificultades. Y a mi no me parecia algo terrible. Si se querian, si eran dichosos juntos… Claro que no se que clase de relacion mantenian. No obstante, cuando uno piensa en la crueldad, la arrogancia y el egoismo que tan a menudo condenamos…, bueno, no considere que lo que hacia Ronald fuese muy grave. No vivia feliz aqui, ?sabe? No terminaba de encajar, y creo que tampoco era feliz en su casa. Asi que quiza necesitase encontrar a una persona que lo tratara con un poco de amabilidad y comprension. La vida de los demas es misteriosa, ?no? No debemos juzgarla. Los muertos merecen tanta indulgencia como los vivos. De manera que rece por el y opte por no decir nada. Claro que aun debia resolver el problema de la capa.

– Padre, tenemos que encontrarla pronto. ?Que hizo con ella?

– La enrolle bien y la guarde en el fondo de mi armario. Se que fue una tonteria, pero en su momento me parecio razonable. No crei que fuese un asunto urgente. Sin embargo, los dias fueron pasando, y la cuestion se me antojaba cada vez mas dificil de solucionar. Por fin, un sabado supe que debia tomar una decision. Aguarde a que mi hermana saliera a dar un paseo, agarre un panuelo, lo empape con agua caliente y jabon y consegui eliminar la mancha. Luego colgue la capa delante de la estufa de gas. Juzgue conveniente quitarle la etiqueta con el nombre para que no le recordase a nadie la muerte de Ronald. Despues baje y colgue la capa en una de las perchas del guardarropa. Asi podria usarla cualquier seminarista que olvidara la suya. Decidi que luego le comunicaria al padre Sebastian que no habia enviado la capa de Ronald junto con el resto de sus cosas. No le daria ninguna explicacion; simplemente le informaria de que la habia colgado en el guardarropa. Sabia que el supondria que habia sido un descuido mio. De verdad me parecio la mejor solucion.

Dalgliesh sabia por experiencia que era contraproducente apremiar a un testigo, de modo que se esforzo por reprimir su impaciencia.

– ?Y donde esta la capa ahora, padre?

– ?No esta en el gancho donde la colgue, el ultimo de la derecha? La puse alli el sabado antes de las completas. ?No sigue en su sitio? No pude comprobarlo…, aunque tampoco se me habria ocurrido… porque ustedes cerraron el guardarropa.

– ?Exactamente cuando la colgo alli?

– Ya se lo he dicho, justo antes de las completas. Yo fui uno de los primeros en entrar en la iglesia. Con tantos estudiantes fuera, eramos pocos, y todas las capas estaban colgadas alli. No las conte, desde luego. Me limite a colgar la de Ronald de la ultima percha.

– ?Alguna vez se puso la capa mientras obro en su poder?

El padre Betterton lo miro con asombro.

– No, jamas habria hecho una cosa asi. Nosotros tenemos nuestras propias capas, que son negras. No necesitaba ponerme la de Ronald.

– ?Los estudiantes llevan siempre su propia capa, o son comunitarias?

– No, cada uno usa la suya. Puede que alguna vez se confundan, pero es imposible que eso sucediera esa noche. Los ordenandos no llevan la capa puesta para las completas excepto en las noches mas frias de invierno. Solo tienen que recorrer una corta distancia por el claustro norte. Y Ronald jamas le habria dejado su capa a nadie. Era muy quisquilloso con sus pertenencias.

– ?Por que no me conto todo esto antes, padre? -inquirio Dalgliesh.

El padre John lo observo, perplejo.

– Porque no me lo pregunto.

– No obstante, cuando examinamos la ropa y las capas por si habia manchas de sangre, ?no se le ocurrio pensar que necesitabamos saber si faltaba algo?

– No -respondio el sacerdote-. Ademas, la capa estaba alli, colgada en el vestuario con las demas, ?no? - Dalgliesh aguardo. La confusion del padre John se habia convertido en angustia. Miro primero a Dalgliesh y despues a Piers y no hallo consuelo en ninguno de los dos. Por fin dijo-: No pense en los pormenores de la investigacion, en lo que estaban haciendo ni en lo que podia significar. No me apetecia pensar en ello y no crei que fuese un asunto de mi incumbencia. Lo unico que he hecho es responder a sus preguntas con sinceridad.

Era una queja justa, penso Dalgliesh. ?Por que iba a pensar el padre John que la capa era importante? Otra persona mas conocedora de los procedimientos policiales, mas curiosa o interesada en el caso, habria ofrecido voluntariamente esa informacion aunque dudase de su utilidad. Sin embargo, el padre John no poseia ninguno de esos rasgos, e incluso si se le hubiera ocurrido hablar, habria preferido proteger el penoso secreto de Ronald Treeves.

– Lo siento -se disculpo con expresion contrita-. ?He estorbado el trabajo? ?Tan importante es?

?Era posible responder a eso con veracidad?, se pregunto Dalgliesh.

– Lo importante es la hora exacta en que colgo la capa del gancho. ?Esta seguro de que fue justo antes de las completas?

– Oh, si, segurisimo. Serian las nueve y cuarto. Yo suelo ser de los primeros en entrar en la iglesia… Planeaba comentarle lo de la capa al padre Sebastian despues del oficio, pero se marcho a toda prisa y no me dio ocasion. A la manana siguiente, cuando nos informaron del asesinato, me parecio absurdo importunarlo con esa pequenez.

– Gracias por su ayuda, padre -dijo Dalgliesh-. Lo que nos ha revelado es importante, pero es aun mas importante que lo mantenga en secreto. Le agradeceria que no hablase con nadie de esta conversacion.

– ?Ni siquiera con el padre Sebastian?

– Con nadie, por favor. Cuando la investigacion haya terminado, sera libre de contarle lo que quiera al rector. Por el momento, no quiero que nadie sepa que la capa de Ronald Treeves esta en algun lugar del seminario.

– Pero si no esta en «algun lugar» del seminario. -Lo miro con ojos llenos de inocencia-. Continua colgada del gancho, ?no?

– No, padre -repuso Dalgliesh-, pero la encontraremos.

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