Acompano al padre Betterton a la puerta. El sacerdote parecia haberse convertido de pronto en un anciano preocupado. Aun asi, al llegar a la puerta hizo acopio de valor y se volvio para pronunciar unas ultimas palabras:
– Naturalmente, yo no hablare con nadie de esta conversacion. Usted me ha pedido que no lo divulgue, y no lo divulgare. ?Podria usted hacerme el favor de no decir nada sobre la relacion de Ronald Treeves con Karen?
– Si esta vinculada con la muerte del archidiacono Crampton, tarde o temprano saldra a la luz. El asesinato es asi, padre. Pocas cosas permanecen en secreto cuando se ha matado a un ser humano. A pesar de todo, solo se revelara si es necesario y en el momento oportuno.
Dalgliesh le recordo de nuevo la importancia de no mencionar la capa a nadie y lo dejo marchar. Una de las ventajas de tratar con los sacerdotes y seminaristas de Saint Anselm, penso, era que uno podia estar practicamente seguro de que cumplirian sus promesas.
12
Al cabo de cinco minutos el equipo completo, incluidos los tecnicos, se reunio a puerta cerrada en la casa San Mateo. Dalgliesh informo de su ultimo descubrimiento.
– Bien -dijo-, ahora debemos emprender la busqueda. Primero hay que aclarar el asunto de las llaves. Despues del asesinato solo faltaba un juego. Surtees se llevo uno durante la noche y no lo devolvio. Ya lo hemos desenterrado de la pocilga. Eso significa que Cain robo otro juego y lo devolvio. Suponiendo que Cain fuera el individuo que llevaba la capa marron, esta podria estar escondida en cualquier parte, dentro o fuera del seminario. Si bien no es una prenda facil de ocultar, Cain dispuso de todo el campo y la playa, asi como de tiempo de sobra para hacerla desaparecer entre la medianoche y las cinco y media de la madrugada. Hasta es posible que la quemara. En los alrededores hay multitud de zanjas donde un fuego pasaria inadvertido. Lo unico que necesitaba era un poco de queroseno y una cerilla.
– Yo se lo que habria hecho yo, senor -dijo Piers-. Se la habria arrojado a los cerdos. Esos animales son capaces de comer cualquier cosa, sobre todo una prenda manchada de sangre. En ese caso, tendremos suerte si encontramos algo aparte de la pequena cadena de laton del cuello de la capa.
– Entonces busquen eso -ordeno Dalgliesh-. Usted y Robbins empiecen por la casa San Juan. El padre Sebastian nos ha autorizado para movernos libremente, de modo que no necesitamos orden de registro. Sin embargo, si alguno de los ocupantes de las casas pone objeciones, nos veremos obligados a conseguir una orden judicial. Es importante que nadie sepa que buscamos. ?Donde estan los seminaristas ahora? ?Alguien lo sabe?
– Me parece que estan en el aula de la primera planta -respondio Kate-. El padre Sebastian esta impartiendo una clase de Teologia.
– Eso los mantendra ocupados y fuera de nuestro camino. Senor Clark, usted y sus hombres peinen el campo y la playa. Con la tormenta que se desato, dudo que a Cain se le ocurriese tirar la capa al mar, pero en los alrededores hay muchos escondites posibles. Kate y yo nos encargaremos de registrar el seminario.
El grupo se disperso: los tecnicos se dirigieron al mar, y Piers y Robbins a la casa San Juan. Dalgliesh y Kate entraron por el cancel de la verja de hierro. Aunque el claustro norte estaba despejado, la meticulosa batida de los tecnicos no habia revelado cosa alguna de interes, salvo la ramita con hojas todavia frescas que habian encontrado en la habitacion de Raphael.
Dalgliesh abrio la puerta del guardarropa. El aire estaba viciado. Las cinco capas con capucha que colgaban de los ganchos presentaban un triste aire decrepito, como si llevasen decadas alli. Dalgliesh se puso unos guantes y examino todas las capuchas. Las etiquetas de los nombres estaban en su sitio: Morby, Arbuthnot, Buckhurst, Bloxham, McCauley. Pasaron a la lavanderia. Junto al marco inferior de las dos ventanas habia una mesa de formica y, debajo de esta, cuatro cubos de plastico para la ropa sucia. A la izquierda vieron un profundo fregadero de porcelana con un escurridero de madera en cada extremo y una secadora. Las cuatro lavadoras industriales estaban pegadas a la pared derecha, y todas tenian la puerta cerrada.
Kate se quedo junto a la puerta mientras Dalgliesh abria las primeras tres portezuelas. Cuando se inclino ante la cuarta, la joven noto que se ponia rigido y corrio a su lado. Detras del grueso cristal se distinguian los pliegues borrosos pero identificables de una prenda de lana marron. Habian encontrado la capa.
Encima de la lavadora habia una tarjeta blanca. Kate la tomo y se la paso en silencio a Dalgliesh. En letras negras y regulares rezaba: «Este vehiculo no debe estar aparcado en el patio principal. Por favor, llevelo a la parte trasera de la casa. P. G.»
– El padre Peregrine -observo Dalgliesh-. Y por lo visto apago la lavadora mientras estaba en marcha. Solo hay unos ocho centimetros de agua.
– ?Esta manchada de sangre? -inquirio Kate, agachandose para ver mejor.
– Es dificil asegurarlo -respondio Dalgliesh-. De cualquier modo, en el laboratorio no necesitaran mucha sangre para realizar una identificacion. Telefonee a Piers y a los tecnicos, por favor, Kate. Que interrumpan la busqueda. Quiero que desmonten esta puerta y envien el agua y la capa al laboratorio. Luego necesitare muestras de pelo de todo el mundo. Bendito sea el padre Peregrine. Si una maquina de este tamano hubiera completado el ciclo de lavado, dudo que ahora nos fuese posible encontrar algo util, como sangre, pelos o fibras.
– Cain corrio un riesgo extraordinario -observo Kate-. Fue una locura que volviese y una locura mas grande aun que pusiera en marcha la lavadora. Si no dimos antes con la capa fue por casualidad.
– A el no le preocupaba que la encontrasemos. Quizas hasta lo deseara. Lo unico importante para Cain era que no pudiesemos vincularla con el.
– Pero debia de saber que se arriesgaba a que el padre Peregrine se despertara y apagase la lavadora.
– No, no lo sabia, Kate. Era una de las personas que nunca usaba la lavadora. ?Recuerda el diario de la senora Munroe? A George Gregory le lava la ropa Ruby Pilbeam.
El padre Peregrine, sentado a su escritorio, en el extremo oeste de la biblioteca, estaba casi oculto tras una pila de libros. No habia nadie mas alli.
– Digame, padre, ?usted apago una de las lavadoras la noche del crimen? -le pregunto Dalgliesh.
El padre Peregrine levanto la cabeza y parecio tardar unos segundos en reconocer a los visitantes.
– Lo siento -dijo-. Es el comisario Dalgliesh, desde luego. ?De que estamos hablando?
– De la noche del sabado pasado. La del asesinato del archidiacono Crampton. Le preguntaba si entro en la lavanderia y apago una de las lavadoras.
– ?Lo hice?
Dalgliesh le entrego la tarjeta.
– Doy por sentado que escribio esto. Tiene su letra y sus iniciales.
– Si, es mi letra, no cabe duda. Vaya, parece que me equivoque de tarjeta.
– ?Que decia la otra, padre?
– Que los seminaristas no debian usar las lavadoras despues de las completas. Me acuesto temprano y tengo el sueno ligero. Esas maquinas son antiguas y hacen un ruido insoportable cuando se ponen en marcha. Tengo entendido que el problema radica en la instalacion del agua mas que en las lavadoras, pero la causa es irrelevante. Los estudiantes estan obligados a guardar silencio despues de las completas. No es una hora indicada para hacer la colada.
– ?Y usted oyo la lavadora, padre? ?Dejo esta nota encima?
– Debo de haberlo hecho, pero supongo que estaba medio dormido y lo olvide.
– ?Como es posible que estuviese medio dormido, padre? -inquirio Piers-. Estaba lo bastante despierto para buscar papel y boligrafo y escribir la nota.
– Ya se lo he explicado, inspector. Esa es la nota equivocada. Guardo varias ya escritas. Si quieren verlas, estan en mi habitacion.
Lo siguieron por la puerta que conducia a una especie de celda. Alli, encima de una estanteria abarrotada de libros, habia una caja de carton con media docena de tarjetas. Dalgliesh les echo un vistazo. «Este escritorio es exclusivamente para mi uso personal. Los estudiantes no deben dejar sus libros aqui.» «Tengan la bondad de colocar los libros en el orden correcto cuando los devuelvan a las estanterias.» «Las lavadoras no deben usarse despues de las completas. En el futuro, cualquier maquina que este funcionando despues de las diez sera