dificultaria todavia mas el servicio de comidas. Julius hizo unos calculos y demostro que estos huevos nos cuestan dos veces y media mas que los del supermercado, sin contar, por supuesto, mi trabajo. Fue bastante desalentador.
– ?Es que Julius Court se encarga de la contabilidad?
– ?No, no! Las cuentas de verdad, las del informe anual, no. Wilfred tiene un contable profesional. Pero Julius es listo para las finanzas y se que Wilfred le consulta. Me temo que por lo general obtiene consejos descorazonadores. Lo cierto es que funcionamos con muy pocos recursos. El legado del padre Baddeley ha sido una verdadera bendicion y Julius ha sido muy amable. El ano pasado la furgoneta que alquilamos para traernos desde el puerto despues del viaje a Lourdes tuvo un accidente. Todos estabamos muy agitados. Las sillas de ruedas iban en la parte de atras y dos se rompieron. El mensaje telefonico que llego aqui era bastante alarmista. No resulto tan grave como penso Wilfred, pero Julius fue corriendo al hospital donde nos habian llevado para hacernos un reconocimiento, alquilo otra furgoneta y se ocupo de todo. Y luego compro el autobus acondicionado que tenemos ahora para que fueramos independientes. Asi entre Dennis y Wilfred pueden llevarnos hasta Lourdes. Julius nunca viene con nosotros, naturalmente, pero siempre nos esta esperando a la vuelta de la peregrinacion y nos tiene preparada una fiesta de bienvenida.
Aquella desinteresada amabilidad no encajaba con la impresion que, incluso tras tan breve encuentro, se habia formado Dalgliesh de Court. Intrigado, pregunto con precaucion:
– Perdone si le parezco grosero, pero ?que saca Julius Court de todo este interes en Toynton?
– ?Sabe?, yo tambien me lo he preguntado algunas veces. Pero parece una pregunta impertinente siendo tan evidente lo que Toynton Grange saca de el. Viene de Londres como un aliento del mundo exterior. Nos anima a todos. Pero ya se que usted querra hablar de su amigo. ?Recogemos los huevos y buscamos un sitio tranquilo?
Su amigo. Aquellas palabras apaciblemente pronunciadas le produjeron remordimientos. Llenaron los recipientes de agua y recogieron juntos los huevos. La senorita Willison los levantaba mediante la cuchara de madera con la habilidad propia de la practica. Solo encontraron ocho. Todo el proceso, que a una persona normal le hubiera costado diez minutos, resulto tedioso, largo y no particularmente productivo. Dalgliesh, que no veia el interes de trabajar por trabajar, se pregunto que pensaria de verdad su companera de una tarea que evidentemente habia sido ideada desafiando a la economia para crearle la ilusion de que podia ser util.
Regresaron al patio de detras de la casa. Solo Henry Carwardine estaba alli, con un libro en el regazo pero con la vista fija en el invisible mar. La senorita Willison le dedico una rapida mirada preocupada y parecia que se disponia a hablar, pero no dijo palabra hasta que se hubieron instalado a unos treinta metros de la silenciosa figura. Dalgliesh se acomodo en el extremo del banco, ella se situo a su lado y dijo:
– No me acabo de acostumbrar a estar tan cerca del mar y no poder mirarlo. Muchas veces lo oimos con la misma claridad que ahora. Casi nos rodea por completo, a veces lo olemos y oimos, pero es como si estuvieramos a cien kilometros.
Hablaba con anoranza, pero sin resentimiento. Permanecieron un momento en silencio. Dorothy oia el mar claramente, el largo chirrido del agua que frota los guijarros al retirarse transportado hasta ella por la brisa marina. Para los internos de Toynton Grange ese incesante murmullo debia de evocar la tentadoramente proxima pero inalcanzable libertad de amplios horizontes azules, nubes veloces y alas blancas ascendiendo y descendiendo por el aire en movimiento. Comprendio que la necesidad de verlo pudiera convertirse en obsesion y dijo con toda intencion:
– El senor Holroyd consiguio que lo llevaran a un lugar desde donde se veia el mar.
Era importante observar la reaccion de Grace y se dio cuenta inmediatamente que consideraba el comentario peor que carente de tacto. Una profunda zozobra se apodero de ella. La debil mano izquierda, curvaba en el regazo, comenzo a agitarse violentamente, la derecha se aferro al brazo de la silla. Su rostro se sonrojo en una oleada poco favorecedora y luego palidecio bruscamente. Durante un momento casi deseo no haber hablado. Pero el arrepentimiento fue transitorio; aquel ansia profesional por descubrir regresaba a el a pesar de si mismo, penso con sarcastico humor. Y raramente se descubria algo gratuitamente, por impertinente o importante que resultara el descubrimiento, y por lo general no era el el que pagaba. Oyo que hablaba en voz tan baja que tuvo que inclinar la cabeza para descifrar lo que decia.
– Victor tenia una especial necesidad de alejarse a solas. Todos lo comprendiamos.
– Pero debio de ser muy dificil empujar una silla ligera como esta por la hierba y luego pendiente arriba hasta el borde del acantilado.
– El tenia silla propia, como estas pero mas grande y mas fuerte. Y no es necesario subir por la parte mas empinada. Hay un sendero que se coge desde el interior, creo, y que lleva a un camino estrecho y bajo. Por ahi se puede llegar al borde del acantilado. Aun asi, resultaba pesado para Dennis Lerner. Era media hora de empujar en cada sentido. Pero queria usted hablar del padre Baddeley.
– Si no la incomodo demasiado. Parece ser que fue usted la ultima en verlo vivo. Debio de morir muy poco tiempo despues de que usted se marchara, puesto que todavia llevaba la estola cuando lo encontro la senora Hewson a la manana siguiente. Lo normal es que se la hubiera quitado despues de confesar.
Guardo silencio unos instantes, como si estuviera decidiendo algo, y seguidamente dijo:
– Si que se la quito, como siempre, inmediatamente despues de darme la absolucion. La doblo y la coloco sobre el brazo de la butaca.
Tambien aquella era una sensacion que en los largos dias de calor pasados en el hospital pensaba que no volveria a experimentar, el estremecimiento de excitacion en la sangre al darse cuenta de que se habia dicho algo importante, que si bien la presa todavia no se hallaba a la vista ni era detectable su rastro, ahi estaba. Trato de deshacerse de la inoportuna tension, pero era tan elemental e involuntaria como un acceso de miedo.
– Pero eso quiere decir que el padre Baddeley volvio a ponerse la estola despues de que se marchara usted. ?Por que lo haria?
O se la habia puesto otro. Pero eso mas valia no decirlo; sus implicaciones debian esperar.
– La suposicion mas logica es que tendria otra confesion.
– ?Cree usted que podria habersela puesto para decir sus oraciones vespertinas?
Dalgliesh trato de recordar las costumbres de su padre en tal caso en las rarisimas ocasiones en que el parroco no rezaba en la iglesia, pero el recuerdo solo le proporciono una imagen infantil de ambos refugiados en una choza de los Cairngorms durante una tormenta, el mirando, medio aburrido medio fascinado, los remolinos de nieve que golpeaban las ventanas, su padre en polainas, anorak y gorro de lana leyendo en silencio su librito negro de oraciones. Desde luego entonces no llevaba estola.
– ?No, no! -dijo la senorita Willison-. Solo se la ponia para administrar un sacramento. Ademas, ya habia dicho las visperas, estaba terminando cuando llegue yo e incluso lo acompane en la ultima colecta.
– Pero si despues se presento otra persona, entonces no fue usted la ultima en verlo vivo. ?Se lo comento a alguien cuando le comunicaron que habia muerto?
– ?Deberia haberlo hecho? Creo que no. Si la propia persona prefirio no decirlo no era cosa mia introducir conjeturas. Claro que si alguien hubiera percibido la importancia de la estola no hubiera sido posible evitar las especulaciones. Pero a nadie se le ocurrio o si se le ocurrio, nadie dijo palabra. En Toynton hay demasiados chismorreos, senor Dalgliesh. Quiza sea inevitable, pero no es… bueno, moralmente sano. Si alguien mas fue a confesarse esa noche, no es asunto mas que de el y del padre Baddeley.
– Pero el padre Baddeley todavia llevaba la estola puesta a la manana siguiente. Eso parece indicar que murio estando el visitante todavia con el. De ser asi, no cabe duda de que la