Capitulo 7

Antes de cenar, Anstey propuso que Dennis Lerner le ensenara la casa a Dalgliesh. Se disculpo por no acompanar el mismo al huesped alegando que tenia una carta urgente que escribir. El correo se entregaba y recogia cada manana poco despues de las nueve en el buzon de la verja de acceso. Si Adam deseaba mandar alguna carta, no tenia mas que dejarla en la mesa del vestibulo y Albert Philby la llevaria al buzon con todas las de Toynton Grange. Dalgliesh le dio las gracias. Si tenia que escribir una carta urgente, dirigida a Bill Moriarty de Scotland Yard, pero se proponia mandarla personalmente desde Wareham algo mas tarde. Y desde luego no tenia intencion de dejarla expuesta a la curiosidad o la especulacion de Anstey y su personal.

La propuesta de que fuera a ver la casa tenia la fuerza de una orden. Helen Rainer se encontraba ayudando a los pacientes a lavarse antes de cenar y Dot Moxon habia desaparecido con Anstey, de modo que sus acompanantes fueron Lerner y Julius Court. Dalgliesh penso que ojala ya hubiera terminado el recorrido, o, mejor aun, que lo hubiera podido evitar sin herir. Recordo incomodo una visita que habia hecho de nino con su padre a un hospital geriatrico el dia de Navidad: la cortesia con que los pacientes aceptaban una invasion mas de su intimidad, la exhibicion publica del dolor y la deformidad, el patetico afan con que el personal ensenaba sus pequenos triunfos. Ahora, como entonces, advirtio que estaba morbidamente atento al minimo rastro de repugnancia que pudiera haber en su voz y le parecio detectar lo que podia ser incluso mas ofensivo, un matiz de condescendiente cordialidad. Dennis Lerner no demostro percibirlo y Julius andaba gallardamente con ellos mirando alrededor con animada curiosidad, como si fuera nuevo para el. Dalgliesh penso si habria ido a vigilar a Lerner o a el.

Mientras pasaban de una habitacion a otra, Lerner perdio la timidez inicial y se volvio desenvuelto, casi parlanchin. Habia algo cautivador en el ingenuo orgullo por lo que trataba de hacer Anstey. Desde luego, Anstey habia gastado su dinero con imaginacion. La propia casa, con sus amplias habitaciones de techos altos y frios suelos de marmol, sus paredes recubiertas de opresiva madera de roble oscuro y sus ventanas divididas con parteluz, era un entorno deprimente e inadecuado para pacientes disminuidos. Aparte del comedor y el salon posterior, que se habia convertido en sala de television y sala de estar comun, Anstey habia empleado la casa fundamentalmente para alojarse el y su personal, y habia construido en la parte de atras una ampliacion de piedra de planta y piso en cuyo nivel inferior estaban situados los dormitorios de los pacientes; el primer piso lo ocupaba un consultorio medico y mas dormitorios. Esta ampliacion se comunicaba con los antiguos establos, que formaban angulos rectos con ella, dando lugar asi a un patio resguardado para las sillas de ruedas de los pacientes. Los establos se habian acondicionado para servir de garaje, taller y sala de trabajos de madera y barro para los pacientes. Tambien se fabricaban y empaquetaban alli, en un banco de trabajo situado detras de una separacion de plastico transparente instalada, presumiblemente, como indicativo del respeto hacia el principio de pulcritud cientifica, la crema de manos y las sales de bano que vendia la comunidad para contribuir a su financiacion. Dalgliesh vio que de la separacion colgaban las sombras blancas que proyectaban unas batas.

– Victor Holroyd era profesor de quimica y nos dio la formula de la crema de manos y las sales. En realidad, la crema no es mas que lanolina, aceite de almendras y glicerina, pero resulta muy eficaz y parece que a la gente le gusta. Nos va muy bien. Y en este rincon es donde se hace el modelado.

Dalgliesh casi habia agotado su repertorio de comentarios de alabanza, pero ahora se hallaba genuinamente impresionado. En medio del banco de trabajo y montada en una base de madera habia una cabeza de Wilfred Anstey en arcilla. El cuello, alargado y tendinoso, se elevaba, como si de una tortuga se tratara, de los dobleces de la capucha. La cabeza se proyectaba hacia delante y ligeramente a la derecha. Casi era una parodia y, sin embargo, tenia una extraordinaria fuerza. ?Como habia conseguido el escultor transmitir la dulzura y la obstinacion de aquella particular sonrisa, moldear la compasion y a la vez reducirla al autoengano, demostrar la humildad vestida con habito de monje y comunicar el avasallador poder del mal. Los terrones y rollos de arcilla envueltos en plastico que yacian desordenados sobre la mesa no hacian mas que realzar la fuerza y la calidad tecnica de la obra terminada.

– La ha hecho Henry -dijo Lerner-. Creo que la boca no le ha salido muy bien. A Wilfred no parece importarle, pero todos los demas opinan que no le hace justicia.

Julius echo la cabeza a un lado y fruncio los labios en una parodia de la evaluacion critica.

– Yo no diria eso. Yo no diria eso. ?Que le parece a usted, Dalgliesh?

– Me parece extraordinaria. ?Habia hecho Carwardine mucho modelado antes de llegar aqui?

– Creo que nunca lo habia hecho -dijo Dennis Lerner-. Antes de caer enfermo era un alto funcionario. Esto lo hizo hace un par de meses sin que Wilfred posara ni una sola vez. Esta bastante bien para ser la primera obra, ?verdad?

– A mi lo que me interesa es si lo hizo intencionalmente, en cuyo caso tiene demasiado talento para malgastarlo aqui, o si sus dedos se limitaron a obedecer a su subconsciente -declaro Julius-. En tal caso, se plantean interesantes interrogantes sobre el origen de la creatividad y otros todavia mas interesantes sobre el subconsciente de Henry.

– Creo que le salio asi -dijo Dennis Lerner simplemente. Contemplo la cabeza con asombrado respeto, sin ver en ella el menor motivo de maravilla ni necesidad alguna de explicacion.

Por ultimo, entraron en una de las habitaciones pequenas del extremo de la ampliacion. Habia sido preparada para despacho y estaba amueblada con dos escritorios de madera manchados de tinta que parecian desechos de una oficina gubernamental. Tras uno de ellos Grace Willison estaba escribiendo nombres y direcciones a maquina en una hoja perforada de etiquetas adhesivas. Dalgliesh vio con sorpresa que Carwardine escribia lo que parecia una carta privada en la otra mesa. Ambas maquinas de escribir eran muy viejas. Henry usaba una Imperial, Grace una Remington. Dalgliesh se acerco y contemplo la lista de nombres y direcciones. Advirtio que el boletin tenia extensa distribucion. Aparte las parroquias locales y otras residencias para enfermos cronicos, se enviaba a direcciones de Londres e incluso a dos de los Estados Unidos y a una de las proximidades de Marsella. Nerviosa por el interes que demostraba el, Grace levanto torpemente el codo y la lista encuadernada de nombres y direcciones que estaba copiando cayo al suelo. Pero Dalgliesh ya habia visto lo suficiente: la e pequena no alineada con las demas, la o negruzca, la w mayuscula apenas perceptible. Sin duda aquella era la maquina de escribir de la que habia salido la nota del padre Baddeley. Cogio el libro y se lo entrego a la senora Willison. Sin mirarlo, ella sacudio la cabeza y dijo:

– Gracias, pero ya no me hace falta copiarlo. Me se los sesenta y ocho nombres de memoria. Hace tanto que lo vengo haciendo… Solo por sus nombres y los nombres que ponen a sus casas, me imagino como son las personas. Pero siempre he tenido facilidad para recordar nombres y direcciones. Me resultaba muy util cuando trabajaba en una institucion benefica que se ocupaba de ayudar a los presos que salian en libertad. Habia muchas listas que pasar a maquina. Esta es cortisima. ?Me permite que anada su nombre y asi recibira nuestro boletin trimestral? No son mas que diez peniques. Me temo que el franqueo es tan caro que tenemos que cobrar mas de lo que quisieramos.

Henry Carwardine levanto la vista y dijo:

– Tengo entendido que este trimestre hay un poema de Jennie Pegram que empieza:

«Mi estacion preferida es el otono

me encantan sus vivos tonos».

»Yo diria que vale la pena gastarse los diez peniques para descubrir como se enfrenta a ese pequeno problema de rima.

Grace Willison sonrio alegremente.

– Ya sabemos que no es mas que una produccion de aficionados, pero mantiene a la Liga de Amigos en contacto con lo que sucede aqui, y tambien a nuestros amigos personales, claro.

Вы читаете La torre negra
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату