de un crimen, y a Dalgliesh le parecio como si su impaciencia para proceder a su trabajo penetrase a traves de la pared como una fuerza palpable. Se agacho y examino los desechos que habia debajo de la parrilla. Entre los fragmentos de papel quemado vio una cerilla usada, cuya mitad aparecia tan limpia y blanca como si acabaran de encenderla. Dijo:
– Pudo haberla utilizado para quemar el dietario. Pero, en ese caso, ?donde esta la caja? Eche un vistazo a los bolsillos de la americana, John.
Massingham se dirigio hacia la americana de Berowne, colgada de un gancho detras de la puerta, y palpo los dos bolsillos exteriores y uno interior.
– Una cartera, senor, una estilografica Parker y unas llaves con su llavero -dijo-. No hay encendedor ni cerillas.
Y tampoco las habia en la habitacion, al menos a la vista.
Con una excitacion que iba en aumento pero que ninguno de los dos mostraba, se trasladaron a la mesa y examinaron atentamente el secante. Tambien aquello debia de haber estado alli durante anos. El rosado papel secante, ya desgastado en sus bordes, estaba marcado por una marana de diferentes tintas y con borrones ya difuminados. Ello no era sorprendente, penso Dalgliesh, ya que hoy en dia eran mayoria los que utilizaban boligrafos en vez de tinta. Sin embargo, al examinarlo con mayor atencion, pudo ver que alguien habia estado escribiendo recientemente con una pluma estilografica. Sobre las senales mas antiguas habia trazos mas recientes, una serie de lineas interrumpidas y semicurvas, en tinta negra, que cubrian una longitud de unos doce centimetros en el papel secante. Su caracter reciente era obvio. Se acerco a la chaqueta de Berowne y saco la pluma estilografica. Era un modelo estilizado y elegante, uno de los mas recientes, y vio que estaba cargada con tinta negra. El laboratorio podria identificar la tinta, aunque las letras no pudieran ser descifradas. Sin embargo, si Berowne habia estado escribiendo y habia secado el papel en el escritorio, ?donde estaba ahora ese papel? ?Se habria deshecho de el, lo habria roto, lo habria arrojado al retrete, o tal vez quemado entre los restos de las paginas del dietario? ?O tal vez lo habia encontrado otra persona, que acaso hubiera venido incluso con el unico proposito de encontrarlo, y que despues lo habia destruido o se lo habia llevado consigo?
Finalmente, el y Massingham atravesaron la puerta abierta, a la derecha de la chimenea, procurando no rozar el cadaver de Harry, y exploraron la cocina. Habia un fogon de gas, relativamente moderno, montado sobre un fregadero de porcelana profundo y cuadrado, muy manchado, y con una servilleta de te, limpia pero arrugada, colgada de un gancho junto a el. Dalgliesh se quito los guantes y toco la servilleta. Estaba ligeramente humeda, pero lo estaba toda ella, como si la hubieran empapado en agua, escurrido despues y dejado que se secara durante la noche. La entrego a Massingham, que se quito a su vez los guantes y la toco. Dijo:
– Aunque el asesino estuviera desnudo, o semidesnudo, necesito lavarse las manos y los brazos. Tal vez utilizo esto. La toalla de Berowne es, presumiblemente, la colgada en la silla, y me parece totalmente seca.
Salio para comprobarlo, mientras Dalgliesh proseguia su exploracion. A la derecha habia una alacena con la superficie de formica, llena de manchas de te, y sobre la cual se encontraban una tetera de gran tamano, otra mas pequena y mas moderna, y dos latas de te. Habia tambien una taza de porcelana desportillada, con su interior manchado hasta el punto de parecer negro, y que olia a alcohol. Al abrir la alacena, vio que contenia una serie de tazas y platos de loza, ninguno de los cuales hacia juego, y dos servilletas de te limpias y dobladas, ambas secas; en el estante inferior encontro un surtido de jarrones para flores, asi como un maltrecho cesto de mimbre que contenia trapos para el polvo y botes de productos de limpieza para metales y muebles. Al parecer, era alli donde la senorita Wharton y sus ayudantes arreglaban las flores, lavaban sus trapos y se reconfortaban con un te.
Unida a la tuberia del fogon de gas por una cadenilla de laton habia una caja de cerillas con un soporte metalico, similar a la encadenada al candelabro, y el soporte tenia una bisagra en la parte superior para permitir la insercion de una nueva caja. Habia visto un dispositivo similar, con cadena, en el despacho parroquial de la iglesia de su padre en Norfolk, pero desde entonces no recordaba haber encontrado otro. Su uso era complicado y la superficie para raspar la cerilla apenas resultaba adecuada. Era dificil creer que las cajas hubieran sido extraidas y despues colocadas de nuevo y todavia mas dificil pensar que una cerilla de una de aquellas cajas encadenadas hubiera sido encendida y seguidamente trasladada, sin que se apagara, hasta la sacristia pequena, para utilizarla en la incineracion del dietario.
Massingham volvia a estar detras de el y dijo:
– La toalla del otro cuarto esta perfectamente seca y apenas sucia. Parece como si Berowne se hubiera lavado las manos al llegar y esto es todo. Es extrano que no la dejara aqui, excepto que no veo nada adecuado para colgarla. Sin embargo, todavia es mas extrano que el asesino, suponiendo que hubiera un asesino, no la emplease para secarse, en vez de usar aquella servilleta pequena.
Dalgliesh repuso:
– Tal vez no penso en llevarla consigo a la cocina. Y si no lo hizo, dificilmente podia volver para buscarla. Demasiada sangre, demasiado riesgo de dejar una pista. Era mejor utilizar lo que encontrase mas a mano.
Era evidente que la cocina era la unica habitacion con agua y un fregadero; lavarse las manos, asi como lavarse en general, debia de hacerse alli, cuando se hacia. Sobre el fregadero habia un espejo formado por piezas de cristal fijadas a la pared, y debajo de el un sencillo estante de vidrio. Sobre el, habia una bolsa de goma espuma, con la cremallera abierta, que contenia un cepillo de dientes y un tubo de pasta, una toallita seca para la cara y una pastilla de jabon ya usada. Debajo, aparecio un hallazgo mas interesante: un estrecho estuche de cuero con las iniciales PSB grabadas en oro mate. Con las manos enguantadas, Dalgliesh levanto la tapa y encontro lo que ya esperaba: la gemela de la navaja asesina que se encontraba tan incriminadoramente cercana a la mano derecha de Berowne. En el forro de saten de la tapa habia un adhesivo con el nombre del fabricante impreso con un tipo de letra anticuado, P. J. Bellingham, y su direccion en Jermyn Street. Bellingham, el barbero mas caro y prestigioso de Londres, y todavia el suministrador de navajas a aquellos clientes que nunca se habian acomodado a los habitos del siglo XX en cuestion de afeitado.
No habia nada de aparente interes en el retrete y se dirigieron hacia la sacristia. Era obvio que alli era donde Harry Mack se habia acomodado para pasar la noche. Lo que parecia una vieja manta del ejercito, deshilachada en los bordes y mas que mugrienta, habia sido extendida de cualquier manera en una esquina, y su tufillo se mezclaba con el olor del incienso, produciendo una amalgama incongruente de piedad y pobreza. Junto a ella habia una botella, un trozo de cuerda sucia y una hoja de periodico sobre la que se encontraba una rebanada de pan moreno, el corazon de una manzana y unas cuantas migas de queso. Massingham las recogio, las froto entre sus palmas y sus pulgares, y las olio. Despues, anuncio:
– Roquefort, senor. No creo que Harry se procurase esta clase de queso.
No habia senales de que Berowne hubiera comenzado su cena -esto podria servir de ayuda para decidir la hora aproximada de la muerte-, pero, al parecer, o bien habia inducido a Harry a entrar en la iglesia con la promesa de darle de comer, o, lo que era mas probable, habia contribuido a satisfacer una necesidad obvia e inmediata, antes de disponerse a consumir su parte de aquella cena.
La sacristia le resultaba tan familiar, a partir de sus recuerdos de infancia, que Dalgliesh hubiera podido echarle un rapido vistazo, cerrar los ojos y enunciar en voz alta un inventario de objetos eclesiales: los paquetes de incienso en el estante superior del armario; el incensario y el receptaculo del incienso; el crucifijo y, detras de la rajada cortina de sarga roja, las casullas bordadas y los roquetes cortos y almidonados de los ninos del coro. Pero ahora su mente estaba fija en Harry Mack. ?Que le habia despertado en su sopor de borrachera: un grito, el fragor de una pelea, el ruido de un cuerpo que se desplomaba? Sin embargo, ?pudo haberlo oido desde esa habitacion? Como si se hiciera eco de sus pensamientos, Massingham dijo:
– Pudo haberle despertado la sed, cosa que tal vez le llevo a la cocina en busca de un trago de agua, y de esta manera presencio el crimen. Parecia como si aquel tazon de porcelana fuese el suyo. El padre Barnes sabra si pertenece a la iglesia, y, con un poco de suerte, tal vez haya huellas en el. Tambien cabe que fuese al retrete, pero dudo que desde alli hubiera podido oir algo.
Y, penso por su parte Dalgliesh, era improbable que despues del retrete hubiera ido a la cocina para lavarse las manos. Probablemente, Massingham tenia razon. Harry se habia instalado para pasar la noche alli y, en un momento dado, necesito tomar unos sorbos de agua. A no ser por aquella sed fatal, todavia podria estar durmiendo apaciblemente.
En el pasillo, Ferris seguia caminando suavemente sobre las puntas de los pies, como el corredor que se prepara para emprender una carrera.
Massingham dijo: