considero necesario excusarse por ella. Contemplando aquella figura inmovil junto a la ventana, Dalgliesh vio que Sarah Berowne se estremecia ligeramente. Despues, como por un esfuerzo de su voluntad, se aparto de la ventana y le miro fijamente. Dalgliesh ignoro a Garrod y hablo directamente a la joven.

– Me gustaria mostrarme mas seguro, pero, por el momento, esto no es posible. Evidentemente, el suicidio es una posibilidad. Yo esperaba que usted hubiera visto recientemente a su padre y pudiera decirme que impresion le causo, si le dijo algo que pudiera tener relevancia con respecto a su muerte. Ya se que esto es doloroso para usted. Lamento que nos veamos obligados a hacer estas preguntas, y que tengamos que estar aqui.

Ella dijo:

– Me hablo en una ocasion acerca del suicidio, pero no en el aspecto al que usted se refiere.

– ?Recientemente, senorita Berowne?

– Oh, no, hace anos que no nos hablamos. Me refiero a hablarnos como algo mas que emitir sonidos con las bocas. No, esto ocurrio cuando yo estaba en casa, terminado mi primer curso en Cambridge. Uno de mis amigos se habia matado y mi padre y yo hablamos sobre su muerte, y sobre el suicidio en general. Siempre lo he recordado. El dijo que ciertas personas pensaban en el suicidio como una de las opciones que se abrian ante ellos. No lo era. Era el fin de todas las opciones. Y cito a Schopenhauer: «El suicidio puede ser considerado como un experimento, una pregunta que el hombre hace a la naturaleza, tratando de obligarla a una respuesta. Es en realidad un torpe experimento, pues implica la destruccion de la misma conciencia que plantea la pregunta y espera la contestacion». Papa dijo que mientras vivamos aqui siempre existe la posibilidad, la certeza del cambio. El unico momento racional para que un hombre se mate no es cuando la vida se hace intolerable, sino cuando el preferiria no vivirla aunque se hiciera tolerable, incluso agradable.

– Eso suena a desesperacion final -observo Dalgliesh.

– Si, supongo que eso es lo que pudo haber sentido el, una desesperacion definitiva.

De pronto hablo Garrod, diciendo:

– Pudo haber citado con mayor razon a Nietzsche. «El pensamiento del suicidio es un gran consuelo, ya que por medio de el uno logra escapar de una mala noche.»

Ignorandole, Dalgliesh siguio hablando directamente con Sarah Berowne:

– Por consiguiente, ?su padre no la veia ni la escribia? ?No le explico lo que habia ocurrido en aquella iglesia, por que estaba abandonando su puesto, su escano parlamentario?

Casi esperaba que ella replicara: «?Que tiene esto que ver con esta investigacion y que tiene que ver con usted?», pero lo que contesto fue:

– ?Oh, no! Supongo que el no creia que a mi me importara una u otra cosa. Solo me entere de ello cuando su mujer me telefoneo. Fue cuando abandono su cargo ministerial. Parecia como si ella pensara que yo pudiera tener cierta influencia sobre el. Esto demostraba lo poco que nos conocia a el y a mi. Si ella no me hubiera telefoneado, yo habria tenido que enterarme de su dimision por los periodicos. -Y de repente exclamo-: ?Dios mio! Ni siquiera pudo convertirse como un hombre corriente. Se le tuvo que conceder su propia vision personal y beatifica. Ni siquiera pudo dimitir de su cargo con una reserva decente.

Dalgliesh intervino con tono suave:

– Parece ser que actuo con una reserva considerable. Evidentemente, pensaba que se trataba de una experiencia privada, mas propia para ser realizada que discutida.

– Bien, es que dificilmente podia plantearla en las primeras paginas de los suplementos dominicales. Tal vez se diera cuenta que con ello solo lograria ponerse en ridiculo. El y su familia.

Dalgliesh inquirio:

– ?Hubiera importado mucho?

– A mi no, pero a la abuela si le hubiera importado…, y supongo que le importa ahora. Y a su esposa, desde luego. Ella creia haberse casado con un futuro sucesor del primer ministro. No le hubiera agradado verse atada a un chiflado religioso. Pues bien, ahora ya se ha librado de el. Y el se ha librado de nosotros, de todos nosotros.

Guardo silencio por unos momentos y despues dijo con subita vehemencia:

– No voy a fingir. Por otra parte, usted sabe perfectamente que mi padre y yo estabamos… digamos distanciados. No hay ningun secreto en ello. No me gustaban sus ideas politicas, no me gustaba como trataba a mi madre, no me gustaba como me trataba a mi. Yo soy marxista, y tampoco esto es un secreto. Su gente debe de tenerme apuntada en una de sus listas, en alguna parte. Y yo respeto mis creencias politicas. No creo que el lo hiciera en realidad. Esperaba de mi que discutiera de politica como si estuvieramos charlando sobre una obra teatral reciente que ambos hubieramos visto, o un libro que hubiesemos leido, como si fuese una diversion intelectual, algo sobre lo que se pudiera tener lo que el llamaba una argumentacion civilizada. Decia que esto era una de las cosas que el deploraba en la perdida de la religion, pues significaba que la gente elevaba la politica al nivel de una fe religiosa y eso era peligroso. Pues bien, esto es lo que la politica es para mi, una fe.

Dalgliesh dijo:

– En vista de sus sentimientos respecto a el, el legado que le deja debe de plantearle un dilema de conciencia.

– ?Es esta su manera diplomatica de preguntarme si mate a mi padre por su dinero?

– No, senorita Berowne. No, es una manera particularmente diplomatica de averiguar como se siente usted ante un dilema moral que no tiene nada de raro.

– Pues me siento bien, perfectamente. En lo que a mi se refiere, no hay dilema. A todo lo que consiga se le dara un buen uso, por una vez. No va a ser mucho. Veinte mil libras, ?verdad? Van a necesitarse mas de veinte mil libras para cambiar este mundo.

De pronto volvio al sofa, se sento y vieron que estaba llorando. Dijo entonces:

– Lo siento, lo siento mucho. Esto es ridiculo. No es mas que la impresion. Y el cansancio. Esta noche apenas he dormido. Y he tenido un dia muy atareado, con cosas que no podia cancelar. Y por otra parte, ?por que habia de cancelarlas? Nada puedo hacer por el.

Este fenomeno no era nuevo para Dalgliesh. Las lagrimas de los demas, el dolor de los demas eran inseparables de una investigacion por asesinato. Habia aprendido a no mostrar sorpresa ni embarazo. La respuesta variaba, desde luego. Una taza de te caliente y dulce si habia alguien a mano para prepararla, una copa de jerez si la botella estaba cerca, un trago de whisky. Nunca habia sido apto para reconfortar con una mano en el hombro de los demas, y en este caso sabia que este gesto no seria bien acogido. Sintio que Kate se envaraba a su lado, como si quisiera moverse instintivamente hacia la joven. Despues, Kate miro a Garrod, pero Garrod no se movio. Esperaron en silencio. Los sollozos no tardaron en ser controlados y Sarah Berowne alzo de nuevo su cara hacia ellos y dijo:

– Lo siento, lo siento muchisimo. Por favor, no me hagan caso; dentro de unos momentos estare bien.

Garrod dijo entonces:

– No creo que haya nada mas que podamos decirles y les resulte util, pero si lo hay tal vez podria esperar a otros momentos. La senorita Berowne esta trastornada.

Dalgliesh repuso:

– Ya lo veo. Si quiere que nos marchemos, desde luego lo haremos inmediatamente.

Ella alzo la vista y dijo a Garrod:

– Vete tu. Yo estoy bien. Ya has dicho lo que viniste a decir. Estuviste aqui conmigo el martes por la noche, toda la noche. Estuvimos juntos. Y nada puedes decir acerca de mi padre. Jamas lo conociste. Por consiguiente, ?por que no te marchas?

Dalgliesh quedo sorprendido ante el repentino veneno en su voz. A Garrod no debio de gustarle esa contundente despedida, pero era demasiado dueno de si y demasiado astuto para protestar. La miro con lo que parecia ser amable interes en vez de enojo, y dijo:

– Si me necesitas, me llamas.

Dalgliesh espero hasta que llego a la puerta y entonces dijo tranquilamente:

– Un momento. Diana Travers y Theresa Nolan. ?Que sabe usted sobre ellas?

Garrod quedo inmovil durante un segundo y despues se volvio lentamente y contesto:

– Solo que las dos estan muertas. De vez en cuando, le echo un vistazo a la Paternoster Review.

Dalgliesh continuo:

– El reciente articulo de sir Paul en esta revista se basaba en parte en un comunicado anonimo que le

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