pasara por alto la brillantez de su retono.
Musgrave atraveso el amplio vestibulo y, a traves de un breve pasillo, llego a la habitacion de la parte posterior de la casa que Berowne habia utilizado como despacho. Una vez alli, dijo:
– La hemos mantenido cerrada desde la muerte de Berowne. Sus hombres llamaron, pero de todos modos siempre ha estado cerrada. El general y yo pensamos que eso era lo mas conveniente. No se trata de que haya aqui algo que pueda aportar una luz al asunto. Al menos, yo no lo creo asi. Pero, desde luego, puede usted examinar lo que desee.
La atmosfera era alli rancia y polvorienta, casi agria, como si aquella habitacion hubiera estado cerrada durante meses y no tan solo durante unos pocos dias. Musgrave encendio la luz y seguidamente se dirigio hacia la ventana y, con un gesto vigoroso, corrio las cortinas, con un tintineo de anillas. Una debil luz septentrional se filtro a traves de las sencillas cortinas de nilon, mas alla de las cuales Dalgliesh pudo ver un pequeno aparcamiento cerrado. Penso que pocas veces se habian encontrado en una habitacion mas deprimente, y sin embargo resultaba dificil explicar por que sentia esa subita sensacion de abatimiento. La habitacion en si no era peor que cualquiera de las de su estilo; era funcional, impersonal, despejada, y sin embargo el sentia como si el aire que respiraba estuviera infectado por la melancolia.
Dijo:
– ?Residia en esta casa cuando se encontraba en su distrito?
– No. Solo utilizaba esta habitacion como su despacho. Siempre paraba en la fonda Courtney Arms. La senora Powell le tenia reservada una habitacion. Resultaba mas barato y mas practico que tener un apartamento en el distrito. Alguna vez me habia pedido que le buscara uno, pero en realidad nunca llegamos a hacerlo. No creo que a su esposa le hubiera gustado.
Dalgliesh pregunto con indiferencia:
– ?Veia usted con frecuencia a lady Berowne?
– No mucho. Tambien trabajaba, desde luego. La fiesta anual, apariciones en las elecciones municipales, y todas estas cosas. Una mujer realmente decorativa y simpatica. Sin embargo, no le interesaba mucho la politica, ?no es verdad, general?
– ?A lady Berowne? No, no mucho. La primera lady Berowne era diferente, desde luego. Pero es que los Manston han sido una familia politica durante cuatro generaciones. Yo me habia preguntado a veces si Berowne se metio en politica para complacer a su esposa. No creo que sintiera el mismo compromiso despues de morir ella.
Musgrave le dirigio una mirada dura, como si acabara de decir una herejia previamente inadmisible, y que incluso ahora fuese mejor abstenerse de comentar. Dijo rapidamente:
– Si, bien, ha llovido mucho desde entonces… Penoso asunto, En aquel momento, conducia el. Supongo que habra oido hablar de ello.
Dalgliesh repuso:
– Si. He oido hablar de ello.
Hubo una breve pero incomoda pausa, durante la cual le parecio como si resplandeciera la imagen dorada de Barbara Berowne, identificada e inquietante, en aquella placida atmosfera.
Comenzo su examen de la habitacion, consciente de la mirada ansiosa y esperanzada del general, y de los agudos ojos de Musgrave clavados en el, como si observara a un joven empleado en el momento de efectuar su primer inventario. En medio de la habitacion y ante la ventana, habia un solido escritorio Victoriano y un sillon giratorio con una tapiceria claveteada. Ante la mesa, dos butacas de cuero, algo mas pequenas. Habia tambien una mesa escritorio moderna a un lado, con una pesada y anticuada maquina de escribir, y otros dos sillones y una mesa baja para tomar el cafe ante la chimenea. El unico mueble memorable era un escritorio libreria con vidrieras de montantes metalicos, que ocupaba un hueco a la derecha de la chimenea. Dalgliesh se pregunto si sus acompanantes conocian su valor, pero despues supuso que el respeto a la tradicion habia de impedir su venta. Como la gran mesa escritorio, formaba parte de la habitacion y era algo inviolable, una cosa de la que no podia disponerse para obtener un rapido beneficio. Acercandose a ella vio que contenia una coleccion heterogenea de libros de referencias, guias locales, biografias de politicos conservadores notables, el
En la pared, detras del escritorio, habia una reproduccion de un famoso retrato al oleo de Winston Churchill, con una gran fotografia en color de la senora Thatcher colgada a su derecha. Pero fue el cuadro que habia sobre la chimenea lo que inmediatamente capto su atencion. Acercandose a el desde la libreria, Dalgliesh vio que se trataba de un oleo del siglo XVIII, obra de Arthur Davis, y que representaba a la familia Harrison. El joven Harrison, con las piernas elegantemente cruzadas y enfundadas en medias de saten, se erguia, con toda la arrogancia de un propietario, junto a una silla de jardin en la que descansaba su esposa, una joven de cara alargada y cuyo brazo rodeaba a un nino de corta edad. Una nina estaba sentada junto a ella, sosteniendo un cestillo con flores, mientras que a su izquierda el brazo de su hermano se alzaba hacia la cuerda de una cometa, luminosa en el cielo estival. Detras del grupo, se extendia un suave paisaje ingles en pleno verano, con prados de suave cesped, un lago y una casa solariega a lo lejos. De su entrevista con Anthony Farrell, Dalgliesh recordo que a Musgrave se le habia legado un Davis. Presumiblemente, era este. El general dijo entonces:
– Berowne lo trajo desde Campden Hill Square. Desplazo el retrato de Churchill y lo colgo aqui, en su lugar. En aquellos momentos, hubo ciertas discrepancias al respecto, puesto que el Churchill siempre habia estado sobre la repisa de la chimenea.
Musgrave se habia colocado junto a Dalgliesh y dijo:
– Echare de menos este cuadro. Nunca me canso de contemplarlo. Fue pintado en Hertfordshire, tan solo a seis millas de aqui. Todavia se puede ver este paisaje. El mismo roble, el mismo lago. Y la casa, que ahora es una escuela. Mi abuelo ya era agente de la propiedad cuando se vendio. No podria ser de ningun otro sitio, sino de Inglaterra. Yo no conocia la obra de este pintor, hasta que Berowne trajo este cuadro aqui. Recuerda un Gainsborough, ?no cree? Sin embargo, no se si me gusta mas que el que hay en la National Gallery, el del senor y la senora Robert Andrews. No obstante, las mujeres se parecen bastante, ?verdad que si? Unos rostros delgados, arrogantes, y no me importaria estar casado con cualquiera de ellas. Sin embargo, este es magnifico, realmente magnifico.
El general dijo a media voz:
– Me quitare un peso de encima cuando la familia venga a buscarlo. Es una responsabilidad.
Por lo tanto, ninguno de los dos estaba enterado del legado, a no ser que fueran mejores actores de lo que el juzgaba probable. Dalgliesh mantuvo un prudente silencio, pero hubiera dado cualquier cosa por ver la cara de Musgrave cuando se enterase de la suerte que le esperaba al cuadro. Se pregunto que brote de quijotesca generosidad habia promovido aquel donativo. Era, seguramente, una manera excepcionalmente generosa de recompensar una lealtad politica. Y era, al mismo tiempo, una irritante complicacion. El sentido comun y la imaginacion protestaban al pensar en Musgrave degollando a un amigo para poseer un cuadro, por mas obsesivamente que pudiera desearlo, y sin que hubiera pruebas siquiera de que supiera que el se habia convertido en su heredero. Pero, en el curso normal de la vida, podia sentirse afortunado por haber sobrevivido a Berowne. Habia estado en la casa de Campden Hill Square la misma tarde en que murio Berowne. Pudo haberse apoderado del dietario. Sabia, casi con toda seguridad, que Berowne utilizaba una navaja para afeitarse. Como todos los demas que se beneficiaban de la muerte de este, habria de ser investigado con tacto. Seria, indudablemente, una tarea vana y exigiria tiempo, a la vez que complicaba el impulso principal de la investigacion, pero, con todo, era algo que habia de hacerse.
Sabia que los dos esperaban que hablara del asesinato, pero lo que hizo fue dirigirse hacia la mesa escritorio y sentarse en el sillon de Berowne. Este era, por fin, un sillon confortable, que se ajustaba a sus largas piernas como si se lo hubieran hecho a medida. Habia una fina pelicula de polvo en la superficie de la mesa. Abrio el cajon de la derecha y solo encontro en el una caja de papel de cartas y sobres, y un dietario parecido al que descubrieron junto al cadaver. Al abrirlo, comprobo que solo contenia citas y un recordatorio para los dias que pasaba en su distrito electoral. Tambien aqui, su vida habia sido ordenada, dividida en compartimentos.
Afuera, empezaba a caer una leva llovizna, empanando la ventana, a traves de la cual veia la pared de ladrillo del aparcamiento y los relucientes y curvados techos de los coches como si fuera una pintura puntillista. Se pregunto que clase de carga pudo haber traido consigo Berowne a aquel despacho sordido y deprimente. ?Desencanto por la segunda tarea a la que se habia entregado? ?Culpabilidad por la muerte de su esposa, por el