Lanzo esta pregunta a Dalgliesh como si fuera una acusacion. Dalgliesh respondio amablemente:
– Al parecer, interesado por la arquitectura eclesial victoriana.
– Pues fue una lastima que no le diera por pescar o por coleccionar sellos. En fin, ahora ya esta muerto. De nada sirve indignarse ahora.
Dalgliesh inquirio:
– ?Supongo que habran visto ustedes ese articulo de la
Musgrave habia logrado dominarse y contesto:
– Yo no leo ese tipo de revistas. Si me interesan resenas de libros, las leo en los periodicos dominicales. -Su tono sugeria que de vez en cuando se permitia tan extranas indulgencias-. Sin embargo, alguien lo leyo y lo recorto, y al poco tiempo recorrio todo el electorado. En opinion del general, ese articulo podia ser objeto de querella.
El general Nollinge dijo:
– Pense que podria serlo y le aconseje que consultara a su abogado. El contesto que lo pensaria.
– Hizo algo mas -dijo Dalgliesh-. Me lo enseno a mi.
– Le pidio que investigara, ?verdad? -el tono de Musgrave era cortante.
– En realidad, no. No especifico nada.
– Exactamente. En las ultimas semanas no especifico absolutamente nada -afirmo Musgrave, y anadio-: Desde luego, cuando nos dijo que habia escrito al primer ministro y que solicitaba que se le admitiera su dimision, recordamos ese articulo de la
– Diana Travers -apunto Dalgliesh.
– Eso es. Aparecio aqui aquella noche… bien, digamos que era ya de madrugada. No llego hasta bien pasada la medianoche, pero yo todavia estaba aqui, trabajando con unos cuantos papeles. Alguien o algo le habia aranado la cara. Eran aranazos superficiales, pero lo bastante profundos para haber sangrado. Hacia poco que se le habia formado la costra. Pudo haber sido un gato, creo yo, o tal vez se cayo entre unos rosales. Igualmente, las unas pudieron haber sido de una mujer.
– ?Le dio el alguna explicacion?
– No. No lo menciono y yo tampoco, ni entonces ni mas tarde. Berowne tenia su habilidad para imposibilitar a cualquiera el formular preguntas no deseadas. No pudo haber tenido nada que ver con aquella chica, desde luego. Al parecer, el no ceno en el Black Swan aquella noche. Pero despues, cuando leimos aquel articulo, me parecio que era una curiosa coincidencia.
«Y, desde luego, lo fue», penso Dalgliesh. Pregunto -porque la pregunta era necesaria, no porque esperase ninguna informacion util- si en el electorado alguien pudo haber sabido que Berowne se encontraria en la iglesia de Saint Matthew la noche de su muerte. Al observar la mirada aguda y suspicaz que le dirigio Musgrave y la mueca dolorosa del general, anadio:
– Debemos considerar la posibilidad de que se tratara de un asesinato planeado, de que el asesino supiera que el estaria alli. En el caso de que sir Paul lo dijera a alguien del distrito, tal vez por telefono, puede darse la casualidad de que la conversacion fuera escuchada o comentada inconscientemente.
Musgrave replico:
– ?No sugerira usted que lo mato un elector agraviado? Desde luego, la cosa seria un tanto exagerada.
– Pero no imposible.
– Los electores agraviados escriben a la prensa local, dejan de pagar las cuotas y amenazan con votar a los socialdemocratas la proxima vez. En ningun sentido, puedo ver que en esto haya entrado la politica. ?Maldita sea, al fin y al cabo habia dimitido y abandonado su escano! Habia abandonado el ruedo, estaba acabado, quemado, no podia representar un peligro para nadie. Despues de esa insensatez en la iglesia, nadie mas podia tomarlo ya en serio.
Intervino entonces la voz suave del general:
– Ni siquiera la familia sabia donde se encontraba el aquella noche. Resultaria extrano que lo dijera a alguien de aqui, cuando no lo habia dicho a los suyos.
– ?Como lo sabe, general?
– La senora Hurrell llamo a Campden Hill Square poco despues de las ocho y media, y hablo con el ama de llaves, la senorita Matlock. Al menos, tengo entendido que fue un joven el que contesto al telefono, pero que paso la llamada a la senorita Matlock. Wilfred Hurrell era el agente aqui. Murio a las tres de la manana siguiente, en el Saint Mary's Hospital, de Paddington; un cancer, pobre hombre. Era un admirador de Berowne y la senora Hurrell llamo a Campden Hill Square, porque su marido preguntaba por el. Berowne le habia dicho que llamase a cualquier hora. El procuraria que siempre pudieran pasarle el aviso. Y eso es lo que a mi me parece tan extrano. Sabia que a Wilfred no le quedaba mucho de vida, y sin embargo no dejo ni un numero de telefono ni una direccion. Eso no era propio de el.
Musgrave dijo:
– Betty Hurrell me telefoneo despues para saber si yo me encontraba en el distrito. No estaba en mi casa. Todavia no habia regresado de Londres, pero ella hablo con mi mujer, la cual no pudo hacer nada por ella, desde luego. Un mal asunto.
Dalgliesh no dio ninguna indicacion de que esta llamada telefonica no fuese una novedad para el. Inquirio:
– ?Dijo la senorita Matlock si habia preguntado a alguien de la familia si sabian como ponerse en contacto con sir Paul?
– Ella solo le dijo a la senora Hurrell que el no estaba en casa y que alli nadie sabia donde se encontraba. Dificilmente podia la senora Hurrell hacer presion en este sentido. Al parecer, el salio de su casa poco despues de la diez y media, y ya no regreso. Yo estuve en su casa poco antes de la hora de almorzar, esperando encontrarle alli, pero no volvio a ella. Supongo que le dijeron que yo estuve alli.
El general dijo:
– Yo trate de hablar con el mas tarde, poco antes de las seis, para convenir con el que nos vieramos el dia siguiente. Pense que podria servir de ayuda sostener los dos una conversacion tranquila. En aquel momento no se encontraba en casa. Lady Ursula contesto al telefono. Dijo que consultaria el dietario de el y volveria a llamarme.
– ?Esta usted seguro, general?
– ?De que hable con lady Ursula? Ya lo creo. Generalmente, contesta la senorita Matlock, pero a veces se pone al telefono lady Ursula.
– ?Esta usted seguro de que ella dijo que consultaria el dietario?
– Tambien pudo haber dicho que miraria si su hijo tenia alguna hora libre y que volveria a llamarme. Algo por el estilo. Naturalmente, yo supuse que se referia a consultar su dietario. Le dije que no se preocupara, si ello le causaba alguna molestia. Ya sabe usted que la artritis la tiene casi invalida.
– ?Volvio a llamar ella?
– Si, unos diez minutos mas tarde. Me dijo que el miercoles por la manana le parecia bien, pero que pediria a Berowne que me telefoneara para confirmarlo, a la manana siguiente.
A la manana siguiente. Esto sugeria que ella sabia que su hijo no regresaria aquella noche. Y, lo que era mas importante, si es que en realidad lo habia hecho, habia ido al estudio y habia consultado el dietario, y por tanto este se encontraba en aquel cajon del estudio poco despues de las seis del dia de la muerte de Berowne. Y a las seis, segun el padre Barnes, el habia llegado a la vicaria. Aqui, por fin, podia radicar la clave vital que vinculase el asesinato con Campden Hill Square. Se habia tratado de un asesinato cuidadosamente planeado. El asesino sabia donde encontrar el dietario, se lo habia llevado consigo a la iglesia, y lo habia quemado en parte, tratando de anadir verosimilitud a la teoria del suicidio. Y esto situaba el nucleo del asesinato, firmemente, en el mismo hogar de Berowne. Sin embargo, ?no era alli donde el siempre habia sabido que se encontraria?
Recordo aquel momento en el salon de lady Ursula, cuando el le mostro el dietario. Aquellas manos parecidas a garras, encogidas por la edad, tensandose sobre el plastico del envoltorio. Aquel cuerpo fragil, congelado en su inmovilidad. Por lo tanto, ella lo sabia. Por fuerte que fuera la impresion recibida, su mente habia seguido trabajando. Pero ?podia una madre amparar al asesino de su hijo? En cierta circunstancia, creia el posible que su